- Es el primer volumen de poesía publicado por el sello editorial local Agujero de Gusano
- El encierro y la pandemia es retratada desde las letras de seis poetas de Aguascalientes
Entre los versos y alguna prosa del Breviario Pandémico, antología poética hidrocálida, hemos de ver retratados la ansiedad, el encierro, la zozobra y la incertidumbre que todos hemos sentido durante estos dos años en los que una pandemia ha puesto en tela de juicio el bienestar de la humanidad.
Breviario Pandémico es la tercera publicación de la Editorial Agujero de Gusano, y primer volumen de poesía, e intenta retratar en apenas 48 páginas todas estas sensaciones que transcurren en medio de una crisis mundial y en pleno enclaustramiento.
Seis autores hidrocálidos son los encargados de transformar a través de las letras esas emociones con las que seguramente nos encontraremos reflejados. Ángeles Montañez, Alfonso Torres, Eduardo Gálvez, Alejandra Sosa, Yaneli González e Itzamatul Ikal son los autores que se aventuraron a escribir poesía en medio de una crisis sanitaria con la intención de que un fenómeno histórico de tal magnitud no pasará inadvertido en el ámbito literario de Aguascalientes.
Al mismo tiempo, la publicación de este libro breve en extensión, pero no en atributos, es un sentido homenaje a todos aquellos que han partido y pretende ser un “brebaje” para los que aquí seguimos, recordándonos que es en los tiempos difíciles cuando hemos de confinar nuestra ceguera, ser solidarios y entender que el encierro mental es más devastador que el encierro físico.
Breviario Pandémico se podrá conseguir a un precio simbólico a través de las redes sociales de Revista Sputnik, en las presentaciones oficiales de Editorial Agujero de Gusano y próximamente en librerías y foros culturales de la ciudad de Aguascalientes.
Cortesía de la editorial, a continuación, presentamos una breve muestra del contenido del Breviario Pandémico:
Ángeles Montañez
La voz del silencio
Es la niña que sumergió sus manos
en las cuencas vacías de la muerte,
que tiñó sus palmas con
polillas porque la confundieron con un faro,
es la niña que siente el aliento a enfermo
cuando va a dormir,
la de los insomnios que describen
puertas falsas que se abren,
es ella quien olvidó la identidad de sus palabras
para aprender lenguas nocturnas.
Es la hija del silencio,
aperló su voz
para esconderla en el mar,
pulverizó sus ojos para plantar las semillas
bajo su almohada,
descifró los secretos
del viento de provincia
y sus nubes sangrantes.
Solo ella acaricia el frío de su piel
y reconoce el eco
latiendo en las paredes del claustro,
asfixia su sonrisa atemporal
bajo sábanas blancas,
porque tiene miedo de lo que pueda despertar.
Bautizó su cama para navegar en arrullos
los infiernos abismales
donde sus venas de tormenta desembocan.
Arrastra las rodillas sobre
tierra húmeda, en búsqueda del camino
que le llenó el cabello de flores,
pero no recuerda el aroma de la mujer
que le deja todas las noches
besos en los párpados.
Tiene una grieta en el pecho
que se parte con las brisas de pueblos
mitológicos,
los árboles óseos se cimbran
sobre su corazón
y lo protegen de las voces marinas
que le cantan para llevárselo
a las profundidades.
La niña que bailaba en la oscuridad
aprendió de sombras
sin rostro
a mirar el cielo,
pinta mapas astronómicos
para volver a encontrarse
en el recuerdo de un jardín
de existencia incierta.
La niña de los bosques oníricos
murmura su nombre
en vez de dejar migas de pan,
acaricia los tapices
en los pasillos
de susurros ancestrales,
es ella el espejismo
de madrugada
que juega con las cortinas
y deja entrar los ríos de luna
que bebo
para saciar mi eterna vigilia.
***
Yaneli González
Tiricia
Está aquí. Es una honda tristeza en el aire,
un hueco que el tiempo petrificó.
Se llena la casa de grietas
que olvidaron su nombre
y ahora lloran junto al río.
Mis huesos arden
de tanto andar por este camino muerto
y la grieta más grande
yace en mi pecho.
Helado viento recorre mi sangre
y sólo me deja el suspiro,
el altar de flores, los recuerdos no vividos
y el mutismo del cielo.
Me he ido desde hace días.
¿Nadie nota el hoyo en la panza?
Se llama desgana y se pasea por mi rostro,
camina junto a mis irremediables silencios.
Hay noches en que me rompe,
se mete en mi boca, me seduce los pasos,
susurra en mi oído el abismo y yo sólo quiero caer.
Frágil piel revienta de miedo, y sólo por un segundo,
veo la luz. Me vacío de mí y, entonces,
puedo seguir por un rato.
***
Eduardo Gálvez
Insomnio
Se repite, todo se repite,
una y otra vez, una y otra vez,
se acerca, envuelve, temblamos…
Con los ojos abiertos, mirando a todos lados,
recordamos lo olvidado
maltrechos nos mordemos los labios.
Somos animales, bestias, monstruos,
garras, dientes, instinto asesino,
todo se acumula tan rápido.
No tenemos el control, no tenemos el poder,
nuestra voluntad se la comieron
nuestros propios deseos.
Seguimos mirando a todos lados
apunto de atacar
¿Quién será el primero?
Nos abalanzamos
contra otros (y si, y no, y también) contra nosotros mismos
nos detenemos.
Los ojos se quedan abiertos y fijos
ni siquiera parpadean,
totalmente dilatados y perdidos.
Todo se vuelve más confuso,
cada vez comprendemos menos
cada vez aceptamos menos.
Y los datos, las encuestas, los números,
se convierten en nombres y apellidos, ya no son algo,
se convierten en alguien, en nosotros.
Es tanta la velocidad
que escapa de nuestra vista,
detonaciones sordas cierran nuestros ojos.
Falta el beso, el abrazo, el adiós,
ni siquiera nos dejan sentir plenamente
el dolor,
nos hincamos, caemos, lloramos…
***
Alejandra Sosa
Confinamiento
La casa es un espejo
un espejo inmenso.
De un día a otro
nos vemos más
de lo que podemos soportar
nos vemos en todo,
nos espanta el eco del cuerpo,
en mi mano
mi pie,
en mi pie,
mi cabeza,
cada extremidad es más extraña que ayer.
Nadie entra ni sale,
de este laberinto de reflejos,
todos somos tú,
todos son yo.
La casa es un espejo
dentro de un cuerpo enfermo.
***
Alfonso Torres
De cómo vi danzar…
Como si una piedra en el zapato sonara a muerte
como si los barbijos fueran informes conclusi-vos
que gritaran: ¡pecho tierra!
de tal manera
el calendario pulsaba a cada hora
así nada más
la primavera bradicárdica-universal
la libertad destinada a las afueras
(eso es mentira)
y el llamado de atención de un lepisma rectangular
hacían (hacen)
sístole y diástole con una fuerza tan nostálgica
que parecía que evitaban encontrar al chimpancé de sus espaldas
y le sacaron la vuelta, por supuesto
malabareaban gotas de agua
diseminaban las palabras
(a pesar de las coronitas)
hablaban de hombres con pedestales brillantes
y de su fuerza antigua que veneran
(de una forma muy poco ortodoxa)
como a un dios de aquellos…
accionaban cualquier cosa
desde crear un alter ego
hasta creer que su hogar era una tumba
lo demás era distracción
(aplastando a las epicautas esperanzadoras)
otro camino para llegar a alguno de esos dos puertos
no obstante
el calendario sigue latiendo
y me atrevo a decir epidermis
con toda la intención de espantar
los agüeros
las moscas
y unos cuantos circunflejos.
***
Itzamatul Ikal
Prosa poética (fragmento)
Mi amor, no te estoy viendo, porque he cerrado los ojos; porque estoy en otra ciudad y sucede que tengo demasiado trabajo, o mie-do. Igual, sé que duermes como un árbol al que enjaularon en el caleidoscopio que cir-cunda la noche. No voy a despertarte. No haré ruido. Te bautizaré una y otra vez para que no envejezcas. Imaginaré tu cuerpo como un bosque, o como un territorio oscuro en donde encenderé una fogata; o como un ave recosta-da en el espiral azul del horizonte.
Lo sé, lo sabes. En ocasiones me da por escribir estas cosas. No sé cómo girar el engranaje de lo políticamente correcto. Soy como un niño que, quién sabe por qué razón, se convirtió en su padre.
No importa, en verdad no importa. La verdad es que toda esta palabrería podría resumirse así:
Si en este momento te despertaras; si, a la distancia, abrieras los ojos para inaugurar la geometría del mundo, créeme, dejaría guarda-do mi cuerpo en el pasado; guardaría el pasa-do y me despertaría contigo.




