El crisol y la forja/Opciones y decisiones  - LJA Aguascalientes
28/11/2023

La celebración del 211 Aniversario de la Independencia de México este mes de septiembre 2021, miércoles 16, nos alinea como en un eje simbólico sobre el que giran dos grandes planas históricas que marcan los designios del mundo actual: la primera, que visualiza el ataque terrorista contra las Torres Gemelas del World Trade Center de Nueva York, bautizado 9/11-nine/eleven; y la segunda, en que se imprime la dolorosa memoria de los sismos de 1985 ocurridos en México el 19/11, los subsiguientes del 2017 en idéntico 19/11, y el susto último del pasado 7 de septiembre, en que se desgaja una porción del Cerro del Chiquihuite, con sombríos presagios para decenas sino centenas de familias allí avecindadas.

Aquella primera plana imborrable, cuando los hechos fueran tan crudamente devastadores, allí la persona humana queda atrapada entre dos grandes vertientes emotivas, por un lado la reacción pasional: con rabia, furia, coraje, agresividad y deseo de venganza; por otro lado la reacción emocional: terror, fuga, tristeza, desolación, desconcierto, desconsuelo, depresión, ansiedad. Puedo ahora recordar vivamente esa placa impresa, gracias a las columnas escritas que ya empezaba a ensayar, (Nota mía: El Heraldo de Aguascalientes, Tiempo Humano 373. 12/09/2001), que refiere el aciago día del brutal derrumbe de las torres gemelas del World Trade Center de Nueva York, del incendio del Pentágono y del avión hecho descender al sur de Pittsburgh, Pennsylvania, cerca de Shanksville, por los propios pasajeros ciudadanos, verdaderos héroes al impedir otro letal ataque. Hechos que sometieron bajo densa presión al grueso de la población norteamericana.

Desde luego los vientos de guerra rugieron con el poderío militar, casi al unísono, momento en que los Estados Unidos de Norteamérica declararon la guerra contra el estado islámico de Afganistán, bajo el supuesto de que albergaban y protegían a Osama Bin Laden –su enemigo público número 1-, por lo que en voz del presidente George W. Bush ante el Congreso, se invocó su incuestionable derecho a restituir la vigencia de lo que designaron como “justicia infinita”, para luego bajo celo religioso renombrar dicha operación militar como “Justicia Duradera”. No obstante la gravedad de esta coyuntura política bélica, también afloró una faceta de acendrado humanismo.

Los medios de comunicación norteamericanos no tardaron a revelar que, ese hecho nefando marcaba un antes y un después, pero que también estaba acompañado de un punto insólito emergente, el protagonizado por la Primera Dama, Sra. Laura Bush, a quien podrían renombrar como una verdadera “Consejera en Jefe”. Sucedió que a partir de aquel doloroso momento, ella se comportaba como una firme y consistente comandante en fortaleza y consolación para con su pueblo.

Así, bajo ese tenor, es retratada por Ann Gerhart, escritora del staff para el diario “The Washington Post”. (Nota mía. Tiempo Humano 375. Título: Tiempo de ternura y consolación. 19/09/2001). Reconociendo que aun cuando esta abrupta manera de venir a ser alguien altamente visible en el mundo de la política, consistía en un modo particular de transformación que en sí mismo era radicalmente nuevo; según opinaban aquellos que conocían bien a la primera dama. En efecto, Laura Bush había emergido como una sólida “Consejera en Jefe”, de alguna manera parodiando el puesto militar supremo del “Comandante en Jefe”. Abundando que, desde el momento en que asumió esta nueva actitud, su claro objetivo era el de garantizar la seguridad de todos los ciudadanos; mismo que logró traducir en sus propias palabras como un imperativo: “Dénles consuelo físico a ellos” (refiriéndose en especial a los niños, atónitos por la tragedia); lo que tiene como fundamento la convicción profunda de que: “los Americanos son fuertes. Saben resistir con flexibilidad. Nosotros lo vemos día tras día“. Un rasgo de claro humanismo que presagiaba lo que iba a ocurrir en los siguientes 20 años de dolor y muerte para muchos, que duró esta guerra y concluye el pasado 31 de agosto.

El terrorismo como origen y como blanco había desencadenado la Primera Guerra del Siglo XXI. Pero también dio pie para otras consideraciones ampliamente constructivas. Me refiero a que ante el claro protagonismo positivo de Laura Bush, podemos añadir otras razones por las que el simbolismo psico-social de la Torres Gemelas merecían otro sino y un destino más vital. Ese núcleo gravitatorio de la globalización económica, operaba con propósitos más constructivos. Me refiero a programas de capacitación internacional que operaban allí en sus 110 pisos de estructura organizacional. El área de capacitación, en particular, se encontraba en el piso 55 de la Torre Sur, si no me traiciona la memoria, de las torres gemelas del WTC que componían su armonioso y estético conjunto.

Resulta que yo aprendí en los hechos a ver con admiración y respeto esos monumentales rascacielos. En efecto, yo fui enviado por parte de la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos, del 27 de noviembre a diciembre 8 de 1989, a participar en un curso de capacitación que ofrecía el World Trade Center Institute de Nueva York, bajo la temática de “Administración Moderna del Personal”, un programa que marcaría la pauta de las nuevas tendencias de la Administración: – Reestructuración, achicamiento de las estructuras (downsizing), Re-Ubicación (cambio de ciudades y empresas), horizontalización de las estructuras funcionales y corporativas (Apple, Windows); digitalización de los procesos (Google), acortar tiempos de permanencia en un puesto o en una empresa (se acababan las permanencias de vida entera –CocaCola, Ford, MG, Dodge, Chrysler-), el famoso Outsourcing, etc. De manera que mi experiencia de capacitación en una de esas torres, la Sur/piso 55, me situó ante el verdadero crisol, “melting pot” de razas que ya era la Ciudad de Nueva York, y me explico:

-El anfitrión y director del Instituto era el Sr. Vincent Seglior, bajo los auspicios de Port Authority. NY, quien se convirtió en nuestro verdadero cicerón para desplazarnos y conocer la ciudad; pero que también nos instruyó muy puntualmente de los usos y prácticas de movilidad y tiempos dentro de las Torres Gemelas, cuyos sótanos se extendían por un gran laberinto de túneles, tanto del Metro como de plazas y módulos comerciales; nos sugería llegar a la torre una media hora antes del inicio de clases, para evitar el hacinamiento de transeúntes y usuarios de los elevadores, a la hora crítica de las 08:00 A.M. en que se iniciaban actividades. Este dato, para mí, adquiere todo su significado para poder entender la hora crítica en que ocurren los ataques terroristas, entre 8:15 y 8:45 de la mañana. En fin, desconozco la suerte y paradero del Sr. Vincent Seglior, pero mi recuerdo hacia él es de afecto, agradecimiento y respeto por su gran profesionalismo y anfitrionía.

Lo de “melting pot” se entiende fácilmente, tuve como compañeros a las siguientes personas: – De América Latina,  participamos sólo Laura Varela por Exxon-Venezuela, y yo por la Secretaría de Agricultura de México, Subsecretaría de Política Sectorial. Proveniente de St. Kitt-Nevis, Caribe, Donald C. Roberts Jr. – De Paquistán, Jahangir Sadiq. – De la India: -Aradhana Johri, junto con K.K. Chhabra de Nueva Deli, N.K. y Gupta, K.S. Ramasubban. – De Addis Abeba, Etiopía, Sylvana Rweyemamu.- De Africa Occidental, Kebba S. Dampha. – De Abu-Dhabi, Emiratos Arabes Unidos, Khalifa H. Al-Hossani. – De Arabia Saudita, Abdullah Saied Bafail; Mohammed S. Abaalkhajl, y Sulaiman S. Alahnnaim. – De Ghana, Maria Memsah; y de Nepal, Madhaev B.S. Karke.


Es verdad que nuestro encuentro data de una década anterior a los nefastos hechos del 9/11; pero, al haber convivido dos semanas con ellos, en situación de aprendizaje común, dentro de las instalaciones del WTC, puedo afirmar que el lado humano de estos encuentros borra cualquier tipo de animadversión hacia razas, colores, lenguas o religiones; en lo personal, yo pude trabar una espontánea amistad con Jahangir Sadiq de Paquistán, quien por ser distribuidor de artesanías de piel de su país, admiraba mucho las artesanías mexicanas y me preguntaba entusiasmado al respecto. Por lo que estos atentados terroristas de los que hablamos, amén de innombrables, destruyeron un verdadero centro de encuentro y de convivialidad humana excepcional, tanto por sus alcances como por la magnitud de su aportación al mejoramiento y desarrollo de los gobiernos y empresas del mundo entero que allí participaban, de lo cual doy entera constancia.

La segunda, y muy profundamente sentida hoja histórica es la correspondiente a los sismos del 1985 en México. (Nota mía. Tiempo Humano 375. Título: Tiempo de ternura y consolación. 19/09/2001). Ocurridos también en un día 19 de septiembre que nos dio pauta para poder revivir un memorial de nuestros propios desaparecidos, bajo la gran tragedia que significó aquel tremendo sacudimiento de las placas tectónicas del país.

Día por cierto en que afloró la solidaridad del pueblo de México, como nunca antes se le había visto, volcado literalmente a las calles. Tuvimos, en aquellos aciagos momentos, oportunidad de reconstruir nuestros lazos de comunión, de afecto, de cercanía, de apoyo para fortalecer el ánimo del que había sido afligido por la tragedia.

En lo personal, me tocó involucrarme en el microcaso de las costureras, (Nota mía. Tiempo Humano 210. Esas sutiles coincidencias. 02/02/2000), cuya motivación las hizo cobijarse bajo el nombre de Sindicato 19 de Septiembre/Oikabet. Mi papel se derivó de la administración del fondo de ayuda creado por la comunidad mexicana en Québec, Canadá, y puesto bajo la responsabilidad del Padre Miguel Concha Malo, O.P., largamente comprometido con los derechos humanos. El asunto es que esa relación personal con las costureras nos permitiría entender mejor cuestiones como:  ¿Qué acaso no consistía entonces, en el cambio de Milenio, el llamado desde Davos, Suiza para que cada país tomara en sus manos el desarrollo económico de su propia comunidad?

Nos consta que esa esperanza del sindicato de costureras facilitó entablar un dialogo con el Sr. Labastida Ochoa, entonces candidato a la presidencia de la República, y que versó precisamente sobre no crearse mundos “color de rosa”; de la voluntad de decidir encontrarse con la gente misma para escuchar sus propuestas y necesidades; y no diseñarlas desde los escritorios una burocracia anquilosada? Tiempos en que ellas denunciaron el hecho tantas veces repetido de las promesas incumplidas de campaña; sus reiteradas quejas contra las carencias del Seguro Social y sobre todo su demanda por más empleos y mejores salarios; además, de la flagrante inseguridad pública que sufren a diario las mujeres trabajadoras, que las sitúa en constante exposición al acoso sexual… Bien, al parecer son preguntas que siguen estando vigentes. Y provienen de aquel trepidante sismo. Ante ello, creo yo, que a la hora de la verdad, lo que cuenta es que exista en nosotros esa actitud ética profunda ante los golpes de la forja, que se expresa bajo el lema de: “ternura entrañable” ante el otro, ante su suerte y destino.

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