¿Ya se fijó? ¡Nos están viendo! ¿Y qué me dice de esa carita que está debajo de las de arriba, en medio, la manera en que inclina la cabeza, quizá para vernos mejor y hacerse ver por entre sus vecinas? ¿Quiénes son? ¿Quiénes somos nosotros, que tanta atención nos otorgan? ¿Por qué nos miran así? ¿Querrán decirnos algo?
Tiempo de tunas, verano; tiempo de lluvias, verdor y vida… Todos deberíamos darnos la oportunidad de salir de vez en cuando al campo, aunque sea por unas horas, por unos minutos. Salir y permitir que nuestros ojos se llenen del tranquilizante verde rural. Salir y jugar a distinguir la infinidad de matices de este color, según la flora, y según juega el viento con ella. Salir y permitir que la monumentalidad del campo nos conmueva, y al mismo tiempo esa explosión de colores y formas serene nuestro espíritu con su frescura silente, para luego volver renovados al calor asfaltado, el ruido, los humos industriales, los aromas nauseabundos…
Verano, tiempo de flores y frutos, y en la región de Túnel de Potrerillos, en las alturas de San José de Gracia, pero también en el oriente del estado, los nopales rebosan de tunas, la más mexicana de las frutas, tanto que aparece en el escudo nacional, como el nopal y la serpiente y el águila.
Por otra parte, con alguna frecuencia es posible encontrar ejemplares como los de la imagen, caritas anónimas, coquetas, coronadas con una dulce diadema; las facciones ocultas entre las espinas protectoras, que son como damas que preparan su pelo para alguna ceremonia, y lo llenan de tubos -si es que todavía se estila-, o como bailarinas de danza tradicional, listas para echar zapateado; caritas llenas de gracia…
En alguna ocasión, con motivo de un aniversario de la carrera de sociología de la UAA, la jefa del departamento, la inolvidable y querida Consuelo Meza Márquez, le pidió al artista plástico José Fonseca Palmas que diseñara una invitación a los eventos que se realizarían. Pepe atravesaba entonces por su “etapa nopalera”, lo cual significaba que pintaba cactáceas mañana, tarde, moda y noche… Entonces, la invitación los incluyó.
Me acuerdo que hubo quienes se sintieron ofendidos, y con una desgraciada limitación intelectual asumieron que aquella expresión era una manera plástica de insultarlos; de decirles babosos; algo así, porque hay una leyenda negra, de seguro hija de la Malinche, o de los vendepatrias que tienen los ojos más puestos en el norte que en su sur, una leyenda que asocia los nopales, las tunas, los pirúles y los mezquites, con el atraso, la pobreza, la ignorancia. Quizá piensen que estos vegetales maravillosos -¿y tan ricos y nutritivos que son!- constituyen una mirada a un pasado que hay que superar y, de ser posible, olvidar. Mejor los pinos que los mezquites.
Bueno, cada cabeza es una confusión, pero a mí me parece que imágenes como esta, evocan arraigo, pertenencia, gozo y orgullo por la Tierra donde fuimos plantados, y que da semejantes frutos, nosotros entre ellos. Felicitaciones, ampliaciones para esta columna, sugerencias y hasta quejas, diríjalas a [email protected]