Con más frecuencia se dan a conocer organizaciones de mujeres que enfocan sus esfuerzos en hablar de la paridad de género, al referirse a la participación y representación equilibrada de mujeres y hombres en los puestos de poder y de toma de decisiones en cargos de representación popular.
Por supuesto que sé que las mujeres no hemos participado de la vida política del país por las violencias, discriminaciones y opresiones históricas, para eso se legisló la Paridad de Género, sin embargo, lo que sigue urgentemente es hablar de quiénes son las mujeres que acceden a estas u otras oportunidades y cómo es que acceden, pues las condiciones de participación no son iguales para todas, sigue siendo una falacia esta garantía para el grueso de las población femenina que intenta participar en la política dura al no tener ni la preparación adecuada ni la idea de que pueden acceder a estos derechos en medio de la cotidiana violencia naturalizada.
También entiendo que la máxima violencia seguirá siendo el asesinato, como se vio en el pasado proceso electoral, lo que no quita que debamos analizar las acciones u omisiones que enmarcan la violencia de género, en el entendido de lo que impide que más mujeres lleguen a puestos de toma de decisiones, desde la violencia física hasta la violencia sicológica e institucional que impide el desarrollo y mina el ánimo de las pocas mujeres que se deciden y tienen la oportunidad de participar. Ahora, ¿cómo identificar hasta qué punto hablamos de violencia política de género?
Lograr que la paridad trascienda de ser diputada a tomar decisiones no es tarea fácil, está visto, hay que luchar contra los grupos de poder. La Cámara de Diputados está gobernada ahora exclusivamente por hombres aunque existe ese 50+1 de diputaciones femeninas que tanto se ha peleado. El pasado Congreso de Aguascalientes también fue gobernado por varones y se espera lo mismo de este nuevo. Por esto y por el desprestigio del sistema partidista se entiende que muchas mujeres defensoras de derechos humanos consideren que participar con un partido político es venderle su alma al diablo, en el entendido de que se verán obligadas a defender una agenda que no atiende los derechos de las mujeres o que estarán a las órdenes de los líderes los partidos, por lo que pensar en que más mujeres se registren como candidatas independientes, impulsadas por organizaciones y activistas feministas que sí tengan una agenda muy clara en derechos humanos y con base en las necesidades pertinentes de su región, sería una apuesta para proponer llegar al poder y tomar decisiones, así como establecer políticas públicas que sí transformen la vida de todas las mujeres.
De acuerdo con la Convención de Belém Do Pará, la Convención de los Derechos Políticos de la Mujer y la Cedaw, todas las mujeres tienen derecho al acceso igualitario a las funciones públicas de su país y a participar en los asuntos públicos, incluyendo la toma de decisiones. El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, y la Convención Americana sobre Derechos Humanos reconocen, además del principio de igualdad, el derecho de todos los y las ciudadanas de participar en la dirección de los asuntos públicos. La Constitución reconoce el principio de igualdad para el ejercicio de los derechos político-electorales contenidos en su artículo 35, además, establece como principios rectores del ejercicio de la función electoral la certeza, legalidad, independencia, imparcialidad, máxima publicidad y objetividad. Sería ingenuo creer que esto es real. Por mucho que la mayoría de las organizaciones empresariales y partidistas de mujeres lo enuncien en cada uno de sus simposios, aún no hay las condiciones para que ocurra, y mucho menos, para que trascienda a todas las mujeres del país. Eso no quita que muchas organizaciones de mujeres las publiciten. Fotos en portadas de revistas, en conciertos, con artistas, con mujeres en cargos públicos que nunca han trabajado en favor de los derechos de todas o que han sido omisas para beneficio de su partido o propio, es la constante a la hora de presumir un trabajo en materia de género. Pocas, poquísimas están dando la batalla para que una agenda integral y con conocimiento de causa llegue a las legislaciones y después se vuelva una realidad. Pocas se han atrevido a conformar alianzas más allá de sus partidos, a formar un grupo en común, a ser rebeldes contra el grupo masculino en el poder.
La violencia política de género también es un obstáculo para el ejercicio de estos derechos. La Convención de Belém do Pará reconoce que la violencia contra las mujeres es una manifestación de las relaciones de poder históricamente desiguales entre mujeres y hombres, constituye una violación a los derechos humanos y, por tanto, una ofensa a la dignidad humana, lo que sigue ocurriendo pero cobijado en un discurso vacío sobre la paridad de género y la necesidad de ser ese 50+1, pues con solo esto el resultado ha sido, hasta ahora, Congresos paritarios misóginos y machistas o mujeres en las gubernaturas señaladas de nepotismo.
¿Hemos avanzado contra la violencia ahora que más mujeres participan de la política? No.
¿Qué necesitamos para que más mujeres, otras, participen de la política dura y transforme definitivamente la vida de todas? Tal vez un camino sería abundar en la identificación de la violencia política de género, esa que impide que más mujeres lleguen a los puestos de toma de decisiones. Y me refiero a las mujeres activistas, a las arropadas por colectivas y organizaciones civiles, impulsadas de manera independiente ante la carencia de confianza en los institutos políticos, todos, y así comenzar a mover ese engranaje burocrático de los Institutos Electorales locales que no ayuda a estas promociones.
Karen
Karen es una activista por los derechos humanos en Chiapas y ha padecido de la violencia que impide el desarrollo en la política a las mujeres. En 2014, junto con otras compañeras, fundó Iniciativas Feministas, un intento por ser una organización política feminista local. Sin embargo, se enfrentaron a la burocracia electoral que les impidió registrase, por lo que decidieron convertirse en un grupo de presión política y de activismo feminista, lo que han sido hasta la fecha. También intentaron registrarse en el ámbito nacional pero entendieron que sin recursos y sin alianzas es imposible. Al ver que no tenían posibilidades de convertirse en una organización política formal decidieron participar en el 2018 por una candidatura independiente, de la cuál el resultado fue que sí lograron las firmas para que Karen fuera candidata a una diputación por el Distrito I de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. En 2021, nuevamente intentaron registrar su candidatura para la alcaldía de Tuxtla, pero la pandemia y las trabas de los institutos electorales, que no ve las grandes diferencias que hay entre contender de manera independiente o con un partido político, las obligaron a declinar porque había condiciones para juntar las firmas entre la población, “la crisis económica que trajo la pandemia hizo que las personas en lo que menos pensaran fuera en las elecciones intermedias, por lo menos acá en Chiapas. Eso sí, vimos las mismas prácticas de toda la vida, el clientelismo, la cooptación de votos de parte de los partidos políticos…”.
Karen ha soportado diferentes tipos de ataques por su activismo. En el 2012, derivado de una lucha sindical y de una denuncia contra el rector de una universidad, fue abierta una página de Facebook en su contra que la atacó violentamente con textos y fotomontajes de Karen en películas porno. Y eso fue solo el inicio: “Yo me doy cuenta que los ataques que he recibido a lo largo de mi vida como activista, los más abusivos, los más violentos, siempre han sido en el contexto de dar opiniones, en el caso más reciente tuvo que ver con una crítica que hice al nepotismo que llevó a una mujer al cargo de diputada plurinominal, pues su papá es un político dinosaurio del PRI, un cacique de una zona de Chiapas. Yo hago esta crítica e inmediatamente un amigo de ella, un funcionario, no cualquier tipo que me agrede en las redes sociales como el troll, no el ciudadano igual que yo, no, un funcionario que sin pruebas me llama estafadora y desprecia mi trayectoria política. Él es presidente de una organización de debate político nacional, es jefe del departamento jurídico del Instituto de Transparencia y Acceso a la Información y Protección de Datos Personales en Chiapas, entonces no es cualquier persona. Él se escuda en que no me menciona, pero sí retoma un post que yo hago de la crítica hacia esta diputada y las personas que le defienden, y él por eso me tacha de estafadora y que yo he lucrado y traicionado. Me decían, es que no te está ofendiendo, no es violencia política de género porque, una, no estamos en temporada electoral, dos, tú no eres política, pero él en su escrito hace alusión a las veces que yo he participado en las elecciones, es obvio que intenta de una manera velada manchar mi trayectoria política de una manera muy injusta, muy ruin, pues no da pruebas de ninguno de sus dichos, entonces, hablar así tan a la ligera, con esa intención de que en la conciencia pública yo aparezca igual de menospreciada que la mayoría de los priistas corruptos que han estafado millones de pesos, y que me quiera poner en el mismo lugar, y que venga de una persona con un cargo público, eso para mí configura un abuso de poder, hay una violencia política porque está intentando minar cualquier oportunidad que en el futuro tenga yo como política y si lo hiciera tendría que cargar este estigma de lo que él está diciendo, que yo he lucrado, que he estafado, que soy una traicionera.
“Hay una consigna que he escuchado y en la cuál me gustaría abundar: toda violencia contra las mujeres, toda, es política, que afecten tu honra, tu estado emocional, de alguna forma el objetivo es el mismo, despolitizarte. Si tú has sido una voz crítica, que no critiques, que tu has tenido intenciones de transformar o cambiar algo, pues que no las tengas, va mermando muchísima energía, simplemente, si tú estás enfocada en un proyecto político pero constantemente te distraen de eso para llevarla a ese desgaste de energía emocional que tú necesitas a la hora de querer procesar el hecho de que te difamen, intenten menospreciar lo que tú has hecho, de alguna manera eso tiene repercusión emocional, que no solo tiene el intento de destruirte, no solo emocional o física, sino quitarte cualquier potencia política que puedas tener”.
Como el caso de Karen existen cientos en el país de mujeres comprometidas con su activismo, reconocidas por las familias, colegas y otras mujeres por su acompañamiento, y que son relegadas del ámbito político por no contender en partidos y con pocas oportunidades para registrar una candidatura independiente, sin un piso parejo en comparaciones con los miles de pesos que obtienen los partidos.
Caben aquí las preguntas: ¿las organizaciones de mujeres que defienden la Paridad de Género no deberían empezar a notar este hoyo por donde se va la oportunidad de que mujeres comprometidas accedan a sus derechos político-electorales fuera de los partidos?, ¿no están hartas de hacer una política que reproduce controles masculinos y patriarcales? Y las colectivas feministas, ¿qué esperan para entrar a los Congresos, a los lugares donde se toman decisiones, y respaldar a las mujeres activistas de su comunidad? ¿Por qué no estamos viendo ese camino?
@negramagallanes