APRO/Columba Vertiz
Guatemala fue el país invitado de honor de la 36 edición del Festival Internacional de Cine de Guadalajara (FICG), aun cuando el actual gobierno de esa república nunca respondió al gesto de la sede anfitriona.
El FICG mandó la propuesta al Ministerio de Cultura y Deportes de la nación centroamericana, el cual hizo caso omiso, por lo cual los cineastas guatemaltecos se organizaron para que su producción estuviera presente en el encuentro, efectuado en la capital del estado de Jalisco del 1 al 9 de octubre.
Así surgió la Comisión Guatemalteca en Festivales de Cine, integrada por la Asociación Guatemalteca del Audiovisual y la Cinematografía (Agacine), la Academia Guatemalteca de Artes y Ciencias Cinematográficas (Agacc), fundada a finales de 2020, y La Casa de Producción, de Jayro Bustamante, Marina Peralta y Gustavo Matheu.
El director y productor Joaquín Ruano, fundador y presidente de Agacine, explica en entrevista que fue una invitación “casi diplomática”, porque el FICG hizo la citación a la autoridad del país, al Estado, pero al Ministerio de Cultura “no le interesó”. Entonces la comunidad cinematográfica de Guatemala levantó la voz de alerta, dice Ruano:
“Le comunicaron a Agacine lo que pasaba e invitamos a la Academia Guatemalteca de Artes y Ciencias Cinematográficas, que ahora representa al gremio desde la ciudadanía, y en conjunto le mandamos una carta al Ministerio de Cultura, donde le preguntamos por qué no había confirmado al FICG. Como tampoco nos respondió, decidimos crear la Comisión y nos contactamos con el festival, mismo que seleccionó las películas, y cada cineasta solventó sus gastos de traslado. Uno de los mayores apoyos que tuvimos fue de la embajada de México en Guatemala”.
Ante la interrogante de por qué esa actitud de su gobierno, cuando han sido muy exitosas varias películas guatemaltecas como La Llorona (2019, Mejor Fotografía, Sonido y Montaje en los Premios Platino 2021), de Jayro Bustamante, y Nuestras madres (2019, Cámara de Oro en Cannes 2019), de César Díaz (de esta última el mismo Ruano es productor), expresa:
“Son administradores incapaces, no están ahí para gobernar sino por intereses propios. Nuestro cine es muy crítico del Estado precisamente, de la participación del Estado en el genocidio de los años ochenta, de la delincuencia, y el gobierno nos ve como una amenaza. Además, no han comprendido la importancia comercial, económica, diplomática y cultural del cine. Una invitación como la que hizo el FICG es darle al Estado en bandeja la promoción del país como un destino turístico o de filmaciones, en fin”.
Respecto a la recién establecida Agacc, cuyo presidente es Eduardo Cáceres, menciona:
“Si bien es una organización muy joven, reúne a los cineastas más importantes de Guatemala y es parte de la Federación Iberoamericana de Academias de Artes y Ciencias (Fiacine), y durante esta entrevista con Proceso los titulares se hallan reunidos en Madrid, España, con Fiacine y los Premios Platino, para buscar alianzas y darle institucionalidad al cine guatemalteco”.
Agacine también forma parte de la Federación Iberoamericana de Productores Cinematográficos y Audiovisuales, una institución europea de asociaciones nacionales que tiene voz y voto en Ibermedia, una fuente de financiación de la producción iberoamericana, añade el cineasta nacido en México en 1982 de padres guatemaltecos, entonces exiliados en nuestro país:
“Estoy convencido -afirma positivo- de que es un momento histórico para el cine guatemalteco”.
En el 36 FICG se le rindió homenaje al destacado director Luis Argueta (Guatemala, 1946). En la selección oficial compitieron las películas Cadejo blanco (Guatemala, Estados Unidos y México, 2021), de Justin Lerner, y El silencio del Topo (Guatemala, 2021), de Anaïs Taracena. Además, se mostraron fuera de concurso las ficciones El silencio de Neto, de Argueta; 1991, de Sergio Ramírez; Los fantasmas, de Sebastián Lojo; La Llorona, de Bustamante; Nuestras madres, de Díaz; Pólvora en el corazón, de Camila Urrutia, y Septiembre, un llanto en silencio, de Kenneth Muller.
Además, los documentales La asfixia, de Ana Bustamante; El buen cristiano, de Izabel Acevedo, y No llores cumbias, cumbias bailarás, de Pablo Rojas, así como los cortometrajes La compañera Fabiana, de Lucía Reinoso Flores; Darvin, de Andrés Rodríguez; Desde nuestro muxu’x, de Juan Pablo Rojas; Echeb’al, de Ernesto Abrego, y Liremu Barana, de Elvis Caj.
Joaquín Ruano estudió producción de cine en el Brighton Film School, de Inglaterra. Ha trabajado en el equipo de producción de 15 largometrajes en Guatemala y México. Es fundador de Cine Concepción, donde ha producido seis largometrajes.
El homenajeado Luis Argueta (considerado por el diario inglés The Guardian como un “ícono nacional viviente” junto a la Nobel Rigoberta Menchú), habla con Proceso antes de tomar el avión para retornar a su país:
“Que Guatemala haya sido el invitado de honor en el FICG es muy importante. No para despertar a los cineastas, quienes ya están muy despiertos, sino para la conciencia de otras personas como son los representantes del Congreso y los diferentes ministerios. Yo espero que reconozcan que el cine, además de ser un arte, también es una industria. Sucede como con los migrantes, los consideramos lo peor del mundo y somos salvavidas de economías de pueblos pequeños en Estados Unidos y de Guatemala”.
La directora del FICG, Estrella Araiza (Guadalajara, 1981), subraya:
“Siempre hemos tenido muy buena relación con el cine guatemalteco, y muchos amigos cercanos al festival recomendaban: ‘Vean a los cercanos’. Y tenían la razón, hay que ver a nuestros vecinos, lo cual hicimos durante la pandemia, porque es lo que tienes más cercano literalmente, ayudarlos y dejar que ellos te ayuden es importante para todos”.
