- Son transportados en carros, en maletas, en cajas e incluso en botellas de plástico. Hay quienes decoloran su plumaje para que parezcan de otra especie
- Antes de la norma, quienes tenían estas especies debían de estar registradas y había una mayor regulación
En letra muerta ha quedado la prohibición del tráfico y posesión de guacamayas, loros y pericos a trece años de las reformas al código penal. Estos animales siguen siendo comercializados en el mercado negro, son transportados del sur de México bajo condiciones deplorables.
Según datos de la Procuraduría Federal de Protección al Medio Ambiente (Profepa), desde el 2008 se está prohibida la venta o posesión de cualquier especie de la familia de los psitácidos, como las guacamayas, loros o pericos. El tráfico de este y otro tipo de animales, así como de especies de la flora silvestre, es considerado como un delito de conformidad con el artículo 420 del código penal, se castiga con hasta nueve años de prisión y con una multa de trescientos a tres mil días de salario mínimo.
Aún sigue siendo común que exista el tráfico ilegal de especies de la flora y fauna, sobre todo en aves como las mencionadas anteriormente. “El 80% de las aves que atiendo vienen del tráfico ilegal, es impresionante, yo hice un juramento hipocrático y mi deber es con los animales”, comentó Natalia Sánchez, representante de médicos veterinarios.
Resaltó que estas aves son de áreas tropicales, del sur del país, y para que estas especies lleguen a otras entidades tienen que viajar en condiciones muy deplorables. Explicó que las esconden en cofres de carros, en maletas, en cajas, en botellas de plásticos; además, al ser los psitácidos unas especies ruidosas, los traficantes drogan a estas especies.
“Entre mitos y todo, la gente compra loros porque tienen la idea de que hablan, lo que hacen es solo imitar palabras, que es muy limitada. Al momento de comprar un loro de cabeza amarilla, que es el que creemos que habla, agarran a otras especies y las decoloran, les ponen peróxido, después pintarlos de amarillo y así los venden”, denunció la especialista.
Antes de la prohibición, el tener estas especies debían de ser registradas ante las autoridades quienes verificarían las condiciones adecuadas de los espacios. “Entonces, había quien te regule, quien te revise que cumplas con espacios mínimos y condiciones adecuadas, ahora que no pasa esto, los traficantes han hecho lo que han querido y los pobres animales son los que la pagan”.