Una vez más hago una retrospectiva de las lecturas que hice este año, de aquellos libros que me marcaron, que sentí en carne propia, que disfruté, que me hicieron reír o sentir un trozo de hierro a fuego vivo en el estómago. Es una tradición compartir los libros, no como una lista de “mejores libros de 2021” o cualquier sucedáneo, porque en realidad, ninguna lista es objetiva ni, mucho menos, se puede leer todo lo que se publicó para poder pedantemente declarar que es lo mejor publicado en el año. Así que yo sólo comparto mis lecturas (algunas con varios años desde su primera edición) con la esperanza de que alguien se anime a leer alguno de los libros que yo leí y se maravillen como yo lo hice. La literatura, siempre lo diré, se debe compartir, socializar para crear vínculos, lazos, puentes entre las personas. Estos libros no están en ningún orden específico, ni siquiera en el orden en el que los leí, pues no considero que haya unos mejores que otros. Sin más preámbulo, la lista:
The Time Machines, de Mike Ashley, es el primer tomo de cinco que narran la historia de las revistas de ciencia ficción. Este comienza con los precursores, no de la ciencia ficción como género literario, sino de las revistas de este género, hasta 1950. La perspectiva con la que trata el tema, más que literaria, es editorial. Sin embargo, es interesante observar el comienzo, la necesidad de la creación de un nicho de mercado y con ello la acuñación de términos, siendo el más importante el de “Ciencia ficción”, acuñado por el mítico Hugo Gernsback en Amazing Stories. Es un panorama general que habla del arte, del material de las revistas, de los lectores y de la búsqueda de un género literario que siempre ha sido menospreciado por los círculos académicos y literarios.
El invencible verano de Liliana, de Cristina Rivera Garza, es sin lugar a dudas el libro en el que la autora muestra todas sus armas narrativas que ha ido puliendo a lo largo de sus otros libros. Es un libro de no ficción, en el que recrea los últimos meses de vida de su hermana antes de ser víctima de feminicidio a manos de su exnovio, que, a pesar de todos los años, nunca ha sido atrapado y sigue libre. Reconstruye esos momentos a través de los diarios de su hermana, de las entrevistas con amigos de su hermana de la época y así, con diferentes perspectivas, nos narra lo que sucedió, siempre buscando explicarlo. De la misma manera, es una indagación sobre el lenguaje y cómo hay cosas que no tienen nombre y por lo tanto no se nombra, por lo que siempre hay que buscar nombres para las cosas, los hechos y las acciones. Es, a mi gusto, el mejor libro de la autora.
Klara y el Sol, de Kazuo Ishiguro, narra la historia de un robot, una ginoide que hace compañía a niños. En el libro vemos el enfrentamiento entre la pérdida y el aferrarse, la ciencia y la religión, lo posible y lo imposible. ¿Un robot podrá llegar a creer en un dios, aunque sea el sol?, ¿qué pasa con los robots, una vez terminan su “vida útil”? Klara y el Sol es una fábula de cómo comprendemos el mundo y cómo todo lo que creamos, aún aquello que consideramos inteligencia artificial, no puede tener más que lo que nosotros, humanos, tenemos. Extrañamente, el libro toca temas que con la pandemia uno se preguntaría si el autor no se apuró en hacer un libro para el momento, pero no fue así. La realidad y la ficción están tan cercanas que no sabemos cuál le pisa la zaga a la otra. ¿Niños que fueron “aumentados” para hacerlos mejores?, ¿la posibilidad de que un robot se convierta en una persona “de verdad”?, ¿un grupo de personas que no se siente a gusto con el mundo y exige un mundo más equitativo?, ¿clases en línea a través de una pantalla? Todo eso lo tiene el libro. Y más. Ishiguro no decepciona con esta nueva novela, la primera después de haber ganado el Nobel en 2017.
La saga de Geralt de Rivia, de Andrzej Sapowski, es una serie de libros que siguen las aventuras del brujo Geralt de Rivia en las que caza monstruos, se inmiscuye en asuntos de política, se enfrenta al destino, se enamora, odia, es lastimado. No es un viaje del héroe tradicional, tampoco de antihéroe. Tiene su propio encanto. Tengo que confesar que llegué a ellos por los videojuegos y la serie de Netflix. Ver la serie o jugar los videojuegos son experiencias diferentes a leer los libros. No sólo porque son medios diferentes sino porque la historia difiere entre cada uno. También la forma en que se narra. No hablo de ningún libro en concreto pues las aventuras están repartidas en 9 libros, los cuales tienen lo suyo. No es, contrario a lo que se piensa, fantasía oscura, sino alta fantasía donde nos encontramos con problemas que bien pudiéramos ver en la televisión: racismo, clasismo, impunidad, vigilancia, asesinatos, inseguridad. Es una saga fresca que todavía no concluye.
La historia de tu vida, Ted Chiang, es un gran libro, tal vez el mejor que leí en el año. Es una antología de los cuentos de Chiang, publicados anteriormente en diferentes revistas, cuestión que es importante: no escribió los cuentos como una unidad, sino que un editor al final lo juntó y contruyó el libro a partir de los cuentos. Contrario a lo que se pudiera pensar, los relatos no se sienten desarticulados, como si no pertenecieran, sino que se refuerzan y siguen la exploración del autor con diferentes teorías científicas, aunque debo mencionar que al decir “científico” no es algo que se quede sólo en las ciencias “duras” como las matemáticas, física o química, sino también toca aspectos de las ciencias sociales, como sucede en el cuento que da nombre al libro, el cual fue adaptado hace unos años al cine con el título La llegada. Chiang en ocasiones puede parecer un escritor kilométrico, pero no por ello es complicado o pesado. Sus cuentos atrapan, te meten a la historia y una vez que los terminas deseas que fueran más largos.
Los papeles de Herralde, de Jordi Gracia, nos cuenta el inicio de la editorial Anagrama. Todo a través de los documentos que el fundador Jorge Herralde fue acumulando a lo largo de los años. No sólo es una narración de cómo se fue gestando la editorial y de cómo es que Herralde logró lo que logró, sino también hay cartas transcritas, tanto de Herralde como de editores, escritores, o agentes, en las que se observa las relaciones que tuvo el editor para lograr su objetivo. Algo claro es que siempre fue directo y no daba rodeos más allá de las necesarias formas de cortesía. Así entre la historia, escrita por Jordi Gracia, nos encontramos con las palabras amistosas, llenas de ira o suplicantes de un Herralde que ya pensaba en lo que quería publicar, en ese proyecto editorial llamado Anagrama y que el editor considera su gran novela. Es un libro para los interesados en el tema y en los chismes literarios y para los que, como yo, son fans del trabajo editorial de Herralde y de su gran catálogo literario.
La guía del autoestopista galáctico, de Douglas Adams, es el primer libro de una trilogía de cinco libros y ha sido el libro más divertido que he leído en mucho tiempo. Nos encontramos ante un absurdo cúmulo de absurdos que suceden uno tras otro en una larga fila de lo que aparentemente son estupideces, pero en realidad es la construcción de un universo, en el sentido más amplio de la palabra, en el que la explicación más simple y sencilla es que no hay una explicación racional y, si la llega a haber, resulta tan poco creíble por su simpleza y banalidad. Comienza con la destrucción de la Tierra para la construcción de una autopista galáctica y termina la razón de que la Tierra la crearon con un motivo científico, como un cálculo para salvar al universo de algo que no se sabe. Es la antítesis de la seriedad de la ciencia ficción de inventos, de Julio Verne y H. G. Wells. Si se creía que ese nicho de la ciencia ficción estaba agotado, Adams nos demuestra que no es así.
Un lugar llamado Antaño, de Olga Tokarczuk, nos transporta a un pueblo que se encuentra en algún lugar de Polonia, cercano a la frontera. Ahí seguimos la historia de diferentes linajes que se enriquecen, que hacen fortuna y que luego la pierden. Somos testigos de cómo se forman y transforman las sociedades de acuerdo a los acontecimientos. Miramos la guerra, no la de los tanques y soldados, sino la que padecen las personas normales, los llamados civiles. No hay nada de heroico en el libro, sólo una cotidianidad que se mece sobre el pueblo. Antaño es un pueblo que bien pudiera ser un Macondo polaco, en el que en vez de selva hay bosque y en vez de compañías bananeras hay regimientos de soldados. La magia del libro estriba en lo ordinario, a lo que se ha dedicado la mayoría de las personas: a sobrevivir.
Felices lecturas en 2022.