Resulta consistente con el argumento de la película que muchas personas se hayan enfadado, hayan despreciado y hayan criticado Don’t Look Up (2021). Adam McKay ha dado en el clavo: su película más que una obra de ficción roza con el falso documental, algo que su director explota (aunque no de manera suficiente, la cual es mi única crítica).
Don’t Look Up aborda un escenario hipotético en lo particular, aunque análogo en lo general con ciertas situaciones que está viviendo hoy nuestra especie en el planeta: el cambio climático y la pandemia de la Covid-19 son las más evidentes, pero también el problema que se avecina con los antibióticos, y otras tantas que es posible vaticinar en un futuro cercano. Frente a dicho escenario -la inminente colisión de un asteroide asesino de planetas con la Tierra- McKay se hace diversas preguntas que responde con claridad durante la película, las cuales tienen que ver con las reacciones y respuestas que ofrecerían distintos actores: la comunidad científica, la clase política, el mercado y la ciudadanía.
McKay es pesimista, sobra decirlo. Pero su pesimismo no es una actitud a priori, sino una respuesta meditada ante nuestro clima cultural y social. Imagino a McKay planteando la hipótesis en una sesión con su grupo de trabajo. Imagino a ese grupo de personas tratando de conjeturar lo que de manera más probable sucedería. Y creo que, si esa sesión tuvo lugar, acertaron con sus pronósticos. La película divierte de manera angustiosa: es una comedia de humor involuntario. Pero detrás de la risa -al menos es mi caso- se esconde el desconcierto, el enojo, la frustración y la desesperanza. ¿Acaso no hemos vivido algo similar los últimos dos años?, ¿cuántas personas han muerto de manera innecesaria por un virus que no debió haber brincado a nuestra especie, no debió haberse propagado hasta ocasionar una pandemia y, ya ocasionada, no debió haberse enfrentado con la negligencia con la que se le hizo frente? No vayamos más lejos: ¿acaso no hemos vivido algo similar las últimas décadas con respecto al cambio climático?, ¿acaso no fuimos advertidos de manera prudente y oportuna por la comunidad científica?, ¿cuántas personas han tenido que migrar de manera innecesaria?, ¿cuántas han perdido la vida durante las migraciones o a causa de fenómenos meteorológicos?, ¿cuántas personas han perdido su hogar y cuántas han perdido incluso su lugar de residencia? Las respuestas no las quiere saber nadie, al menos nadie que no haya padecido aún sus efectos. Pero las respuestas están ahí, basta echarles un ojo: como en el caso de la película de McKay, hace falta mirar hacia arriba.
Don’t Look Up representa a una clase política más atenta a las batallas electorales que al gobierno que se le ha encomendado, más atenta al tracking poll que a la evidencia, más superficial e idiota que lo que cabría desear de las y los gobernantes. Representa a un mercado volcado en su totalidad a extraer valor, incluso a partir de la desgracia de las personas; desatento a la ciencia, a la vez que se promueve innovador. Representa a una ciudadanía polarizada, en cuyos extremos vive la idiocia vestida de las mismas ropas. Representa a una comunidad científica desvinculada de manera dramática de la vida pública y torpe en su capacidad de divulgación del conocimiento. Y no deberíamso equivocarnos: Don’t Look Up no es una caricatura ni una exageración, es una representación hiperrealista de nuestra situación social y cultural. Es dicho hiperrealismo el que la hace parecer surrealista y cómica, cuando en el fondo es una crítica demoledora de la situación que viven las democracias liberales en Occidente.
Entiendo que a muchas personas les haya enfadado. Ese enojo se revela en los partisanos de ideologías extremas. Entiendo que haya incomodado. Esa incomodidad se manifiesta en los frívolos y los superficiales. Entiendo que sea incomprendida. Esa incomprensión se da en los sectores de la ciudadanía menos educados y más atentos a las nuevas películas de Marvel (que son asombrosas y divertidas, nadie lo niega). Pero Don’t Look Up es una película necesaria, como lo fue en su momento Spotlight. La cantidad de reacciones negativas es proporcional a la fina manufactura del artefacto estético. En ese sentido, la nueva película de McKay es un éxito rotundo.