“La desigualdad no sólo es poco atractiva en sí misma; está claro que se corresponde con problemas sociales patológicos que no podemos abordar si no atendemos a su causa subyacente”.
Estimado lector de LJA.MX, con el gusto de saludarle como cada semana, aprovecho esta ocasión para hablar de un tema que está en boga de los economistas más renombrados, en estos catorce días que un servidor estuvo aislado, me tome el tiempo para hacer un análisis de lo que implica el capital en nuestro siglo. Es ineludible entender que la economía es un producto derivado de la política.
Existe una dinámica de relación entre el capital y el ingreso a lo largo y ancho del planeta, han sido los acontecimientos históricos los que han dado pie a que existan nuevos esquemas de reordenamiento, el crecimiento moderno, basado en el incremento de la productividad y la difusión de los conocimientos no ha solucionado los problemas que azotan al mundo en materia financiera o en su caso a la pobreza. No se ha modificado la estructura básica del capital, mucho menos del trabajo, la distribución del trabajo y los ingresos no es proporcional. De manera tenue y aislada tampoco existe un orden social más justo y racional. Ciertamente como lo menciona el premio nobel de economía Robert Solow, la tecnología y el ahorro han sido factores que han permitido en ciertas latitudes disminuir los parámetros de pobreza y equilibrar los factores productivos de la sociedad en relación con la generación de riqueza. No obstante, es evidente que no ha sido suficiente, y que la desproporción incrementa cada vez más.
La desigualdad corrompe a las sociedades desde adentro. Con el tiempo aumenta la competencia por el estatus y los bienes, las personas tienen un creciente sentido de superioridad (o de inferioridad) basado en sus posesiones, se consolidan los prejuicios hacia los que están más abajo en la escala social, la delincuencia aumenta y las patologías debidas a las desventajas sociales se hacen cada vez más marcadas. La distribución de las riquezas constituye en todo el decurso del tiempo una verdadera reseña para interpretar bajos distintas perspectivas la historia general de un país. La desigualdad en los salarios tiene una relación directa entre la educación y la tecnología ( (Pikety, 2015).
En las últimas cuatro décadas se han generado nuevos esquemas de producción de capital, desde los temas bursátiles, las critomonedas y las inversiones que van implícitas, hasta el teletrabajo, la administración por objetivos en el sector público crea nuevas condiciones para reducir gastos y maximizar utilidades. Los nuevos esquemas laborales en relación con la tecnología permiten que exista una mayor competencia de manera global, no obstante, implica un desfase para aquellas personas que no tienen los conocimientos básicos para la utilización de estas herramientas.
Es evidente que el poder adquisitivo en la clase media y la clase baja ha disminuido drásticamente, la estabilidad laboral se ha reducido a un promedio de tres a cinco años, sin embargo, de manera paralela la posibilidad de generar riquezas en proporciones exponenciales se ha incrementado. La tendencia en los próximos 30 años según el premio nobel de economía Paul Krugman es que un 5% de la población tenga mayor riqueza que el 85% de la población en general. Esta aseveración no implica que existan condiciones poco loables para el porcentil mayor, pero si es una referencia directa sobre la concentración de capital.
Un dato para el análisis es el siguiente; Más de 700 millones de personas, o el 10 % de la población mundial, aún vive en situación de extrema pobreza hoy en día, con dificultades para satisfacer las necesidades más básicas, como la salud, la educación y el acceso a agua y saneamiento, por nombrar algunas (ONU).
El coeficiente de Gini es uno de los indicadores de mayor análisis para analizar el curso que lleva el capital, del mismo modo la curva de Lorenz permite dilucidar la fracción de acumulación de ingresos, es decir, postra el equilibrio o el desequilibrio que existe en los ingresos y la distribución económica. Ciertamente los factores macroeconómicos dictan la consecuencia sobre los elementos microeconómicos. Los modelos interzonales de consumo en un momento en específico manifiestan una relación directa como lo plasma el triángulo de Modigliani, lo cual es de vital importancia en tanto que los consumos dictados establecen ciertos comportamientos sociales.
¿El capitalismo nos beneficia? es una pregunta que nos lleva a la paradoja del dilema de Rastignac. La economía política es una disciplina pragmática de una verdad innegable. El papel asume un rol de redistribución y su importancia y relevancia tienen más vigor que nunca. La justicia social pasa por el pacto político. El punto no es la generación de la riqueza, es la distribución de esta misma, el punto medular estriba no en el ingreso, sino en la administración.
In silentio mei verba, la palabra es poder.