Reza el Himno Nacional Mexicano en una de sus estrofas “Mas si osare un extraño enemigo, profanar con su planta tu suelo”, tal vez, no lo sabemos, pero la interpretación que buscaba Francisco González Bocanegra –autor de este majestuoso himno-, se podría interpretar en la actualidad, como la posibilidad de que algún pelafustán o cualquier hijo de vecino nos agrediera y además de eso, ensuciara el honor patriótico, ingenioso, carismático y alburero que tenemos los mexicanos.
En reiteradas ocasiones, escuchamos esas bellas frases de sabiduría y reflexión de los mexicanos, pero sobre todo una de ellas que no se encuentra nada alejada de la realidad que vivimos y se refiere a, ¿Si viviera Francisco González Bocanegra, qué pensaría del México violento que tenemos ahora, será que cambiaría el tan glorioso y muchas veces mal cantado Himno Nacional Mexicano? La respuesta puede ser compleja e interesante, aunque cruel y a la vez poco conmovedora.
Hoy México se ve invadido no por extranjeros insurrectos y beligerantes –términos empleados a quienes se oponen a la autoridad y provocan guerras- sino por los propios mexicanos, que anteponen cualquier interés personal por encima del interés general, de esos mexicanos que no confían en las autoridades, de esos mexicanos que se mochan con las autoridades a cambio de obtener un beneficio, de esos mexicanos que se subieron al ladrillo y nunca se bajaron, ya que están ávidos de poder, de esos mexicanos que alinean y fusilan a hombres y mujeres a plena luz del día.
Sucede que lo ocurrido en San José de Gracia, un pueblo de Michoacán, no tiene perdón de Dios y para otros “no tiene madre”, ¡fusilar a diecisiete personas a plena luz del día y en domingo! No sabemos qué pasaba por la mente de esos mexicanos que llegaron en camionetas, vistiendo uniformes tácticos, con armas largas y que con lujo de violencia sacaron a varias personas de un domicilio donde se realizaba el funeral de uno de los tantos abatidos en ese lugar, catalogado ahora como una verdadera masacre.
Pero que si de masacres hablamos, el pueblo de San José de Gracia se queda corto comparado con otra gran masacre ocurrida en San Fernando Tamaulipas, en el año dos mil diez, donde setenta y dos migrantes fueran ejecutados –cincuenta y ocho hombres y catorce mujeres- el mismo día en el ejido del Huizachal, de esa cabecera municipal tamaulipeca y todo por negarse a trabajar en las filas del narco.
Otra de esas grandes masacres y que tampoco le tocara presenciar al joven Francisco González Bocanegra, fue la que derivó de la Guerra Cristera, las cifras de muertos fue de casi doscientas cincuenta mil personas –entre civiles y militares- cuyo origen se debe a una ley promulgada por Plutarco Elias Calles, que además de ser presidente de los Estados Unidos Mexicanos, fue berrinchudo y caprichoso al tratar de controlar y limitar el culto católico en México, creando así, la Ley Calles y su fatídica Guerra Cristera.
Pudiera seguir hablando de cifras y más cifras, de más muertos por aquí y más muertos por acullá, de que si es culpa de los Presidentes (de México) del pasado o incluso del actual, pero de que algo turbio está pasando por la mente de los mexicanos, eso sí es un hecho y es que matar nada más por matar, sin tener una justificación o simplemente por tratarse de un hobby, es verdaderamente preocupante.
Claro otros mexicanos se matan pero no de la manera que pensaba Francisco González Bocanegra al momento de escribir el Himno Nacional Mexicano, se matan en otras guerras, en las guerras del trabajo (de las jornadas laborales) tratando de conseguir un mejor sueldo que les permita llevar un poco más de “lana” a sus casas y así mantener a la extensa o reducida familia con la que cuentan, esas sí, que son verdaderas guerras con guerreros de mil batallas.
Y si de guerreros se trata, qué tal esos que usan máscaras coloridas, postrados en un cuadrilátero aplicando la huracarrana al adversario o desenmascarándolo frente a las miradas atónitas de los espectadores, quienes desesperados gritan con fervor que le quite la máscara y así saber quién se esconde debajo de ella, así se libran las guerras, las batallas, los encuentros en la lucha libre, conocido también como el pancracio mexicano, donde su único objetivo es entretener y divertir a su amado público.
Obviamente, tampoco pueden faltar esas otras guerras encarnizadas, cuerpo a cuerpo y cara a cara, que sostienen las trabajadoras y trabajadores del hogar con las escobas, trapeadores, trapos, cubetas, recogedores, pero sobretodo con sus patronas y patrones, que a la fecha se siguen haciendo oídos sordos con el otorgamiento de derechos de tipo laboral y social, y como no había ley que los obligara, sentían que ya habían ganado la batalla, pero no la guerra.
Afortunadamente, una de esas Comisiones del Congreso de la Unión, relacionadas con el trabajo y la igualdad de género, aprobaron reformas a la Ley del Instituto Mexicano del Seguro Social, para reconocer y otorgarles a las trabajadoras y trabajadores del hogar, los cinco seguros que se mencionan en dicha ley, tales como: seguro de enfermedades y maternidad; seguro de riesgos de trabajo, seguro de invalidez y vida; seguro de retiro, cesantía y vejez y seguro guardería y prestaciones sociales.
La guerra aún no termina, queda pendiente la aprobación del pleno del Congreso de la Unión, para reconocerles este tipo de derechos a las trabajadoras y trabajadores del hogar, quienes no usan armas largas, no buscan trabajar con el narco, no tratan de desobedecer una ley y tampoco usan máscaras, para enfrentar una guerra de reconocimiento de derechos, pero si usan sus manos y alzan la voz para hacerles saber a sus patronas y patrones que esta guerra apenas comienza.