Hay expresiones que suenan bien, y otras que hacen gracia.
De las primeras, justicia social; de las otras, meritocracia.
Vamos a usar las dos a la vez, a ver qué tal nos cae.
Dicen que acaba implosionar el edificio de la RAE…
Libertarian Song– Nacho Vegas
No es nuevo, pero ahora es una declaratoria enfática desde uno de los Poderes del Estado. El Poder Ejecutivo etiqueta como “traidores a la patria” no sólo a las voces ciudadanas que disienten de su visión de país; sino a las y los integrantes de los Poderes Legislativo y Judicial.
Ya había ocurrido antes, durante los diversos posicionamientos de las voces que no coinciden con el proyecto ni la visión de país que impone el ejecutivo federal, como en los casos de la pensión a adultos mayores, o los apoyos de Jóvenes Construyendo el Futuro: los opositores son simplemente traidores.
Ahora, en los procesos de las magistraturas y la legislatura federal, sobre el dictamen de constitucionalidad o la aprobación en el pleno de las reformas a las leyes sobre energéticos, a quienes han votado contra el presidente, se les ha calificado, desde el poder, llanamente como traidores a la patria.
El delito de Traición a la Patria existe y está vigente en el Código Penal Federal, en el Libro Segundo, Título Primero, de Delitos contra la Seguridad de la Nación. A este delito le dedican el Capítulo I, con cuatro artículos, mismos que son vigentes y aplicables a cualquier ciudadano.
En síntesis, los artículos del 123 al 126 del Código Penal Federal, tipifican como actos punibles por traición a la patria, aquellos que impliquen realizar “actos contra la independencia, soberanía o integridad de la Nación Mexicana con la finalidad de someterla a persona, grupo o gobierno extranjero”, y actos derivados.
Estos actos derivados van desde el espionaje, el levantamiento armado, o la colaboración con gobiernos foráneos, hasta la afectación del territorio del país para facilitar la intromisión extranjera. Las penas van de los dos a los cuarenta años de prisión, y las multas desde mil a cincuenta mil pesos mexicanos.
El concepto político y jurídico de “traición” ha sido recurrente en los totalitarismos: la traición al pueblo, a la patria, a la revolución; han sido flamígeros señalamientos censores de autócratas como Stalin, Mussolini, Hitler, Franco, Castro, o Maduro. Ahora se usa contra quienes “traicionan a la cuarta transformación del país”.
Más allá del estrambótico uso del lenguaje en el discurso de propaganda, o del carácter pendenciero del ejecutivo, el recurrir a la retórica totalitaria es una pendiente resbaladiza desde la cual podemos caer en el padecimiento de pasar del discurso a los hechos; es decir, a la persecución política real.
Hasta ahora, la exhibición pública a las y los disidentes, para ser blanco en el juicio sumario del escarnio popular de los fanáticos del régimen. Pero no es tema menor, peor aun cuando ese señalamiento discursivo se tipifica como delito en la ley, y se esgrime desde el poder ejecutivo.
No se pretende justificar las razones de quienes apoyan o no al ejecutivo. Visiones de país hay tantas, como regiones, poblaciones, y realidades plurales. Por supuesto, cabe que existan o no intereses legítimos para oponerse al régimen; pero lo que aquí se señala es la retórica totalitaria desde el poder.
Esa retórica pendenciera ha dado mucho material para la grilla, para los memes, para los chistes con tirabuzón desde la conferencia mañanera; pura morcilla, pues. Pero el fanatismo, la autocracia, y los totalitarismos se han valido justamente de la caricaturización de sus presuntos adversarios para convertir el discurso en hechos.
Ante esa realidad, vale traer a Pacheco: No amo mi patria. Su fulgor abstracto es inasible. Pero (aunque suene mal) daría la vida por diez lugares suyos, cierta gente, puertos, bosques de pinos, fortalezas, una ciudad deshecha, gris, monstruosa, varias figuras de su historia, montañas -y tres o cuatro ríos.
@_alan_santacruz
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