Historia de la UAA 6.- El Instituto y el positivismo/ Cátedra  - LJA Aguascalientes
12/12/2024

Hasta este momento, aparte de la introducción hemos analizado, en cinco entregas, los primeros tres párrafos de la historia oficial de la UAA relativos a la fundación de la Escuela de Agricultura, en los que dejé documentalmente demostrado que ese no fue el nacimiento de nuestra institución de estudios superiores, sino el Instituto Literario de Ciencias y Artes inaugurado por Jesús Terán en 1849, Instituto que se vio obligado a suspender sus actividades en 1863 por la ocupación de nuestra ciudad por las fuerzas invasoras de Napoleón III que ocuparon su edificio con el hospital militar; y cuando esas tropas se retiraron por considerarse incapaces de conquistar a México en 1866, el edificio continuó ocupado cuando al asumir la gubernatura del Estado Jesús Gómez Portugal, Agustín R. González -su secretario- lo manipuló con la argucia de fundar una Escuela de Agricultura que vivió en penuria durante solo 4 años, para desaparecer sin dejar rastro alguno junto con Gómez Portugal, cuando fue desterrado por el pueblo por su pésimo comportamiento.

Omito ocho párrafos -del 4 al 11- en los que el redactor de la historia oficial de la UAA plasmó, completo, el texto insulso del discurso que en el estilo ditirámbico del siglo XIX pronunciaban los políticos de pacotilla, por medio del cual Gómez Portugal declaró inaugurada la Escuela de Agricultura, cuya etapa concluye en 1871 sin dejar más huella que la insistencia de los “liberales moderados”, término con el que se autodenominaban los conservadores que habían encontrado la forma de regresar al poder.

Fuera de ellos, el tema de la Escuela de Agricultura no se volvió a tocar sino hasta 1942, cuando un heredero mental de Agustín R. González la resucita con el mismo propósito: ocultar la memoria de Jesús Terán que tanto molesta a quienes se sienten dueños de la verdad absoluta; pero eso lo veremos en su momento.

PÁRRAFO 12. Este párrafo es una síntesis biográfica del Dr. Ignacio T. Chávez a quien ya citamos en el capítulo 3 de esta serie, titulado “Instituto restablecido”.

PÁRRAFOS 13 a 18. Esta etapa, que es la del porfirismo y la revolución es, francamente, una revoltura lamentable que el rector de la UAA debería preocuparse por disponer que se ponga en orden.

Solo voy a mencionar los dos subtítulos en el orden en que aparecen, para dar una idea de su pobreza:

“Cambios de nombre de la Institución” y “El Instituto Científico y Literario durante el Porfiriato”

Pero no se crea que se hace mención alguna de la política educativa del porfiriato, que es de gran importancia, para comprender adecuadamente la evolución del Estado y del papel que en ello jugó el Instituto desde que Jesús Terán inició una verdadera revolución cultural desde la creación de la primera revista literaria “El crepúsculo” y de los primeros libros impresos localmente, lo cual estimuló el trabajo editorial; la primera y bellísima biblioteca de finos muebles de caoba especialmente diseñados para el espacio que ocupaban y valiosos incunables que obsequió el rico e ilustrado hacendado liberal Manuel Rul, así como colecciones como la del National Gegraphic completa desde el primer número de Enero de 1900, etc. en que practicamos el inglés -y el francés en los libros adquiridos en París- que fue la del Instituto, que destruyeron los modernizadores ¿? de la segunda mitad del siglo XX al transformarla en oficinas de la rectoría; lo poco que quedó -amontonado en un aula convertida en bodega para materiales de construcción- se rescató, limpió y ocultó en un cuartito de la azotea del segundo patio en un trabajo que le encomendé a la bibliotecaria Ma. Guadalupe Acevedo y dos trabajadores manuales con el entusiasta apoyo del rector Álvaro de León Botello, esperando mejores tiempos, que llegaron unos treinta años después, al ser encontrados y ubicados adecuadamente, como uno de sus tesoros, en la nueva biblioteca de la UAA.

Jesús Terán también dio nuevo impulso a la Academia de Dibujo, Pintura y Escultura del maestro Francisco Semería, que incluyó un curso vespertino de “geometría y mecánica aplicada a las artes” para trabajadores, que cuando la empresa ferroviaria llegó para construir las vías, la estación y los talleres de reparación contrató de inmediato ahorrándose tener que traerlos del extranjero porque su calidad era satisfactorias para su nivel de exigencia técnica.


Y si alguna mención se hace de esa política educativa del porfiriato, que heredó y perfeccionó la política educativa juarista, es solo para expresarse de ella despectivamente, sin entender que la labor de construir el andamiaje político-educativo del México independiente no podía hacerse de la noche a la mañana y que era necesario afirmar en primer término el nivel de enseñanza primaria para continuar luego con la secundaria y lo que llamamos bachillerato integrados en las escuelas preparatorias que afortunadamente estaba avanzado por el esfuerzo realizado con los institutos científicos y literarios de los estados de la República a los que el grupo de liberales dirigidos por Terán sumó el de Aguascalientes, para terminar con el nivel que coronaría todos los esfuerzos con la creación de carreras profesionales que irían integrando escuelas, facultades y finalmente institutos de investigación que harían realidad las soñadas universidades. Es decir, el sistema establecido en sus inicios por Jesús Terán desde 1849 y que muchos académicos de pacotilla -tanto del siglo XIX como del XX y quién sabe si hasta del XXI nunca han logrado entender.

Por eso la historia oficial de la UAA ni siquiera hace la menor referencia al hecho de que Aguascalientes llegó a considerarse todo un reflector cultural de México que llegó a proyectarse incluso a nivel mundial con personajes que se formaron en el ambiente privilegiado de nuestra tierra -nacidos o no aquí- en la segunda mitad del siglo XIX y primera parte del XX y descollaron de manera extraordinaria en el terreno literario (como el poeta zacatecano Ramón López Velarde, José F. Elizondo o los hermanos Fernández Ledesma; en el musical como Manuel M. Ponce o Esparza Oteo; en el plástico como José Guadalupe Posada, Jesús Contreras y Saturnino Herrán, el precursor del muralismo mexicano; y qué decir de Ezequiel A. Chávez -hijo del Dr. Ignacio T. Chávez- quien fue el forjador de la Escuela Nacional de Altos Estudios, el cerebro técnico que apoyó a Justo Sierra en la creación de la Universidad Nacional de México en 1910, nacida todavía en pleno porfiriato positivista y colaborador de Vasconcelos en la creación de la Secretaría de Educación Pública, ya en plena consolidación revolucionaria, cuando el positivismo había pasado a la historia.

 

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