Ante la onda de choque del huracán IAN, a su paso por la parte occidental de Cuba, vimos la estela de destrozos, inundaciones y cortes eléctricos masivos y un apagón total de la corriente. El pasado martes por la tarde la isla se quedó sin luz, que se prolongó a lo largo de la madrugada del miércoles. Para entonces había recuperado 224 MW, según comunicado de la Unión Eléctrica (UNE), una fracción menor de la demanda de electricidad de Cuba que suele oscilar entre 2,000 y 3,000 MW. (BBC News Mundo, 27 septiembre 2022. https://bbc.in/3ClLnAw ). Otro tanto ocurrió en la península de Florida, a cuya costa oeste llegó el miércoles como un huracán de categoría 4 y con vientos de 240 km/h, -extremadamente peligroso- tocando tierra cerca de Cayo Costa al sur de la península, a las 15:05 hora local, según informó el Centro Nacional de Huracanes de EE.UU. (NHC), provocando inundaciones calificadas de catastróficas en varias localidades. (BBC.COM https://bbc.in/3Cm4Tgo ).
Presenciar así tan impresionante fenómeno de la naturaleza, dispara nuestra capacidad de asombro, al tiempo que nos impone la presencia irrefrenable de su poderosa fuerza destructiva. Ante la cual sólo podemos constatar la desolación que deja su apabullante tránsito. Una magnitud de esta naturaleza es también comparable, en otro orden de fuerzas que salen del control humano, tanto en su dimensión individual como social, y que son las ejercidas por fenómenos económicos que se acrecientan en la medida de su expansión por todo el globo terráqueo. Me refiero al fenómeno imparable que hoy vivimos de una “estanflación” de dimensión mundializada.
Se trata de un fenómeno que rompe la contención de las fuerzas del mercado, en su normal funcionamiento, para imponer efectos indeseables y aun temidos, por quienes se supone son los moduladores de su dinámica armoniosa y estable, entiéndase los gabinetes económicos y autoridades de los estados libres y soberanos que existimos como naciones independientes en el planeta Tierra. Ante su caprichosa dinámica y difícilmente controlables efectos sobre la población de países y continentes enteros, presenciamos con azoro y, otra vez, capacidad de asombro su impredecible trayectoria y duración. Entender un fenómeno macroeconómico de tal magnitud implica, sin duda, la explicación de expertos y una sofisticada ingeniería macroeconómica capaz de mitigar y, finalmente, controlar sus devastadores efectos.
Gracias a uno de ellos, tenemos hoy, ante la primera estanflación rampante del siglo XXI, una explicación plausible y con gran sentido pedagógico, o mejor dicho “andragógico” (del Gr.Aner-andrós= hombre) por ser dirigida a jóvenes, adultos y mayores. Retomemos algunas de sus ideas centrales. (Fuente: El País Financiero. Actualidad. Análisis de mercado. Jesús Carrillo. Estanflación: ¿Por qué debería preocuparte y cómo combatirla? 31/5/2022). Expone el autor Jesús Carrillo.
- Definición. La “estanflación” es un término acuñado en la década de 1970 y se refiere a la combinación de estancamiento económico con alta inflación.
- Efecto económico. El estancamiento económico produce desempleo y hasta entonces se pensaba que no era plausible una combinación de elevada inflación con elevado desempleo. Más bien, los datos parecían sugerir que podía haber un cierto intercambio entre inflación y desempleo.
- Primeras hipótesis para su corrección. Aplicando las políticas de ajuste fiscal y monetario apropiadas, la economía podría mantenerse para siempre en la senda del crecimiento constante, libre de inflación y con bajo desempleo.
- Falsación de dicho supuesto. Cuando las autoridades aplicaron esta receta, cada ronda de políticas expansivas redujo el desempleo solo por un corto espacio de tiempo. Además, cuando el efecto del estímulo pasaba, el nivel de desempleo resultaba más alto que antes.
- Campo de fuerzas dispares. Bajo crecimiento económico, contra alto desempleo; baja de utilidades corporativas versus incremento de la inflación (alza de precios).
- Ciclo económico de origen. Década de 1970. Las autoridades no tenían respuesta para ella (la estanflación), dentro de la idea económica dominante: Acabar con el desempleo requeriría políticas expansivas, pero la lucha contra la inflación necesitaría medidas contractivas. Un contrasentido total. // Consecuencia: – Frente a la estanflación, la política fiscal se volvió inoperante porque el alto desempleo y el estancamiento del crecimiento significaron mayores déficits presupuestarios y, en consecuencia, una deuda pública creciente.
- La aparición de la estanflación no es ni súbita ni mágica. -Ella se venía preparando el terreno con una elevada inflación producto de grandes perturbaciones monetarias y fiscales previas. (¡Atención! El tipo de políticas fiscales al uso puede ser determinante para que se detone este fenómeno… Aunque se diga que es de origen externo. ¿Le dice algo de México?).
- El antecedente de la crisis de los años 70 ‘s fue marcado por los elevados precios del petróleo. La estanflación tuvo sus bases en una mala gestión de la política monetaria de los bancos centrales y de la política fiscal de los gobiernos durante la década de 1960. En el caso de los EE.UU. ignoró su obligación respecto a los Acuerdos de Bretton Woods de limitar la emisión de dólares al tamaño de su stock de oro, y la Reserva Federal no frenó un mayor crecimiento de la oferta monetaria. La sobreoferta de dólares puso fin al sistema monetario imperante desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Los bancos centrales de Europa y Japón se convirtieron en los compradores de última instancia del debilitado dólar.
- Efectos globales. El mundo experimentó un aumento masivo de la liquidez originado por el exceso de oferta de dólares, que se extendió a las otras monedas principales. Cuando los bancos centrales de Europa y Japón compraron dólares con sus propias monedas para estabilizar el tipo de cambio, ampliaron su base monetaria interna.
Después de un breve impulso empujado por la liquidez, la economía mundial cayó en la estanflación de la década de 1970.
- Aterrizaje económico, hoy. – En 2022, la actual coyuntura del mercado energético producto de las condiciones del sector, así como de la invasión a Ucrania y las sanciones económicas a Rusia, nos hacen preguntarnos si no se están dando las condiciones para una recesión económica con elevada inflación en los EE.UU. y Europa. La causa principal de la elevada inflación que padece el mundo, aunque no la única, son las políticas fiscales y monetarias expansivas que se aplicaron para afrontar la Crisis del Covid-19. Notemos que en México, aunque no siguió esta tendencia mundial dominante, sí había venido aplicando un esquema Fiscal heterodoxo, con voluminosos Presupuestos de Egresos y recaudaciones fiscales débiles, con exclusión explícita mayoritaria del sector de inversión de la economía, y una -que yo he llamado- canibalización de recursos alojados en fondos de fideicomisos y propios de organismos autónomos del Estado; más, el uso discrecional del Ejecutivo para redireccionar el gasto gubernamental, al arbitrio.
El caso es que hoy confrontamos estos “contrasentidos”, de nuestro autor en cita, como fenómenos atípicos provenientes de la Política Económica al uso, que se torna relevante y aún crítica cuando provienen de países centrales y dirigentes del Capital (Estado Unidos, Unión Europea, Reino Unido incluido, y Japón, principalmente). Este comportamiento, visto desde la Teoría Económica, especialmente de Karl Marx, lo hace remontar a la naturaleza misma del Capital. Recordemos su tesis fundante sobre el concepto científico del Valor. Dicho muy sucintamente: las mercancías no van solas al Mercado, tienen que ser llevadas por sus respectivos “portadores” /Träger. Pero, una vez allí, apenas entran al mercado, las mercancías se enajenan de sus propietarios originales; para de inmediato representarse a sí mismas ante otras mercancías, y así comparar su valor relativo frente a las demás. Puesto en una gran síntesis, las mercancías en el mercado se personifican a sí mismas, al tiempo que despersonifican a sus portadores/träger, y lo hacen para establecer su propio “valor de cambio” frente a otras. Básicamente dicho, el único elemento capaz de “valorizar” un producto o bien intercambiable es el “trabajo vivo” que el trabajador puso en su creación, manufactura o transformación, y ese trabajo vivo se mide en Tiempo invertido para producirlo; los materiales con los que se hace también importan, pero el único que revaloriza económicamente cualquier objeto mercantil es el “trabajo vivo invertido en él, y el tiempo gastado”.
Para comprender mejor este fenómeno, Marx hace recurso de un pícaro ejemplo. Supongamos que un vendedor de Biblias va al mercado, con su parco vestido negro y un pesado portafolio lleno de Biblias. Él necesita satisfacer su hambre biológica, pero obviamente no puede comer libros. Con esta idea en mente, ofrece la venta de una Biblia por algo de grano o un alimento que pueda llevar a su boca y satisfaga su hambre. Se presenta como “tráger” ante otro correspondiente de productos alimentarios. En ese momento, deja de ser importante “su persona”, y la que se torna relevante es la propia Biblia que debe encontrar su valor relativo (de cambio) frente a un costal de granos o alguna hogaza de pan. Paradójicamente, la persona se despersonaliza y la cosa se personifica. Encontrado y pactado su “valor de cambio”, sobreviene el intercambio de mercancías y ¡Eureka! La biblia se ha convertido en pan o en un quintal de grano, para comida y satisfacción de su portador.
En el caso de fenómenos económicos más complejos como es el caso que hemos venido reseñando, ascendemos a la escala superior del Capital, propiamente dicho, el que primariamente debió adquirir una forma dineraria, y éste recordemos con Marx, es la forma más endiabladamente mítica de entender, porque la moneda/el dinero se convierte en el “representante universal” de las mercancías. En donde, ya no importa ni la forma ni el tamaño de la mercancía, lo que importa es su valor de cambio que, ahora, por conveniencia social y razón práctica de intercambio es representado por “una moneda” (Chelín, maravedí o Libra); huelga decir que esta transformación es endiabladamente compleja y Marx la denomina, pasando por el “fetichismo mercantil” a “la metamorfosis de las mercancías”; en valor de cambio, y ésta bajo la representación dineraria, concluye el proceso de intercambio en el mercado.
Hasta aquí ya podemos vislumbrar que la acumulación del dinero, conforma tesoros y éstos se convierten en Capital, incluso hasta representar en la Hacienda Pública o en el Tesoro de las Naciones, la riqueza del país respectivo. Estadio en el que las cosas se transforman más endiabladamente aún, pues habiendo estipulado que fuera el Oro el representante universal de la riqueza con que concurren las naciones al mercado mundial, como se acordó en Bretton Woods, los EE..UU rompieron ese pacto y liberalizó la impresión de papel-moneda a su real entender, inundando al mercado financiero mundial con “su representante universal de valor”, el Dólar. A partir de ahí, la fantasmagórica creación de los Derechos Especiales de Giro, los Bonos del Tesoro, Los Bonos de la Deuda y otras denominaciones no menos imaginativas, aún hoy de naturaleza “digital”, son las que rigen el intercambio financiero mundial de capitales.
A bote pronto, podemos inferir, que el precio o valor de cambio de una commodity como es el petróleo, puede manipularse según el interés de quien la produce, como es el actual caso de Rusia, que en situación de guerra de ocupación en Ucrania, está imponiendo al mundo su escasez y un alto valor sobre su divisa, ocasionando un verdadero universal desarreglo no tan solo en el propio mercado petrolero, sino en otros mercados como el de productos alimentarios mismos; y con él una inflación disparada por todo el orbe, economías enteras en recesión… Y vuelta al evento generalizado del circuito regresivo de los “ciclos del Capital”, otra manera de llamar a las crisis económicas de nivel mundial y que hoy se traducen en un estadio de “estanflación”