¿Acelerar o perecer? El desafío de la “Gran Aceleración” global/ Rompecabezas urbano  - LJA Aguascalientes
18/05/2025

Nuestra sociedad global se encuentra en un proceso de cambio acelerado. Hace algunos años investigadores de varios países se unieron para trabajar en el “Programa Internacional de Geósfera-Biósfera” (IGBP, por sus siglas en inglés) cuya principal tarea era analizar la tendencia de los cambios globales en términos de la interacción entre los sistemas naturales y humanos. Las tendencias analizadas se centraron en los cambios que ocurrieron en dos grandes conjuntos de variables entre los años 1750 y 2010. El primer conjunto de dichas variables, definido como el ámbito socioeconómico, analiza el ritmo de crecimiento de la población humana, el proceso de urbanización, el uso de energéticos, el consumo de agua y la producción de basura. El segundo conjunto, el sistema natural, incluye el estudio de la tendencia de la acidificación de océanos, la pérdida de bosques, las emisiones de gases, la temperatura de la superficie terrestre y la expansión de la frontera agrícola, entre otras variables.

Uno de los principales resultados a los que arriba el IGBP es que desde la década de 1950 la actividad humana global se encuentra en una fase de crecimiento exponencial, lo cual ha sido definido como la “Gran Aceleración”. Los hallazgos de ese grupo de expertos indican que desde dicho año el crecimiento de la población, el desarrollado de las ciudades, el uso de recursos naturales, la emisión de gases a la atmósfera, la extracción de vida marina y el desarrollo tecnológico, por mencionar algunos ejemplos, se hace a una velocidad y volumen cada vez mayor. Las gráficas que muestran los resultados del trabajo del IGBP son ilustrativas de dicho fenómeno (para verlas consulte el enlace al final del texto).

Un ejemplo concreto de lo anterior es el crecimiento de la población humana. Entre 1750 y 2010 la población mundial pasó de 0.7 a 6.9 billones de individuos. Este crecimiento, sin embargo, no ha sido constante a lo largo del periodo que se analiza. Entre 1750 y 1950 (es decir, en un periodo de 200 años) la población triplicó su tamaño con un ritmo de crecimiento relativamente constante siendo los cambios más significativos aquellos generados por guerras o catástrofes naturales. Entre 1950 y 2010 (tan solo 70 años) la población se ha triplicado nuevamente al pasar de 2.5 a 6.9 billones. Es decir, en los últimos años la población ha crecido exponencialmente con una tendencia que no se ha detenido, ya que ahora somos cerca de 7.75 billones de seres humanos. Sorprendentemente, el estudio del IGBP muestra variables con tasas de crecimiento aún más aceleradas que la misma población, tal es el caso del consumo energético.

De acuerdo con, Peter H. Diamandis y Steven Kotler, autores del libro El futuro va más rápido de lo que crees: Cómo la convergencia tecnológica está transformando las empresas, la economía y nuestras vidas, una de las variables centrales para entender este proceso de aceleración global es el actual desarrollo tecnológico. Diamandis y Kotler, explican que hoy en día asistimos a un periodo en el cual la tecnología que utilizamos diariamente ha permitido incrementar en dimensiones jamás antes imaginadas la velocidad y el alcance de los intercambios globales de información, bienes y servicios. Este desarrollo tecnológico está detrás, por ejemplo, del comercio internacional, el cual ahora nos permite acceder y consumir productos de prácticamente cualquier parte del mundo y casi de forma inmediata. Para dimensionar lo anterior, basta con recordar como la compra de cualquier producto por internet ha ido reduciendo paulatinamente el tiempo de espera para que el consumidor lo reciba, por más alejado que sea el origen de dicho producto.

 

Quienes siguen el trabajo del IGBP se han cuestionado si esta etapa de gran aceleración continuará su tendencia de manera infinita o existe la posibilidad de una futura fase de desaceleración. La evidencia apunta a que la tendencia exponencial de muchas de las variables que analizó el IGBP muy probablemente comience a disminuir su ritmo de crecimiento para el año 2050. Sin embargo, todavía no son claros los motivos por los cuales podría ocurrir tal fenómeno. Hay dos hipótesis sobre esto último. La primera, indica que la desaceleración será producto del mismo proceso de degradación del sistema natural. Es decir, el mismo agotamiento de los recursos naturales obligará a reducir la velocidad de crecimiento de las variables indicadas previamente. La segunda, tiene que ver con el desarrollo de una singularidad tecnológica, Inteligencia Artificial, la cual ofrezca la solución a los problemas que enfrenta la humanidad. Por su puesto, ambas posibilidades hasta el momento son sólo hipótesis, pero ninguna de las dos está muy alejada de ser concretadas. Todos los días hay esfuerzos significativos por hacerlas realidad y sus implicaciones presentan claroscuros que todavía no sabemos cómo resolver.

Lo anteriormente descrito, nos permite entender que nuestra percepción cotidiana de que la vida es cada vez más rápida no solo es producto de nuestra imaginación. El cambio acelerado de las “cosas” es real. Pero también pone en entredicho nuestro actual y futuro estilo de vida. La llamada Gran Aceleración implica desafíos que nos obligan a replantear las estrategias que hasta ahora se han seguido para dar solución a los problemas socioambientales. De entrada, la velocidad con la que están ocurriendo los cambios exige preguntarnos: ¿cuál es la capacidad de respuesta de gobiernos, sociedades e individuos frente a lo vertiginoso de los cambios? y ¿hay posibilidades reales de reducir la velocidad y el impacto que estamos generando en el planeta frente a la tendencia (¿insalvable?) en la que nos encontramos inmersos? En otras palabras, ¿podremos como sociedad acelerar nuestra respuesta frente a los actuales desafíos medioambientales? En estas circunstancias el contexto en el que vivimos nos condiciona y nos exige valorar nuestra capacidad de respuesta no solo en términos de los recursos que disponemos, sino que también es necesario considerar el tiempo que nos llevará ponerlos en marcha. Esto último es clave en el futuro inmediato de la humanidad pues el tiempo no solo se agota, sino que lo hace cada vez más rápido.

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