Signo de los tiempos, a un sector de la población le parece que el lenguaje, tal y como muchos lo aprendimos y utilizamos, no es lo suficientemente inclusivo, y no sólo eso, sino que además es discriminatorio, de tal manera que rechaza la idea tradicional de que, por ejemplo, cuando se dice “nosotros” se incluye tanto a hombres como a mujeres. Por el contrario, la “o” vendría a ser masculina, por lo que se asume que dicho así, sólo se refiere a los hombres. Lo mismo ocurre con infinidad de palabras: “todos”, “aceptados”, “maestros”, “compañeros”, la importantísima “amigos”, o la que encabeza estas líneas, etc. En contraposición, si son mujeres heterosexuales y se refieren a su compañero de vida, no dicen “pareja”, sino “parejo”, y el cuerpo ya no es tal, sino “cuerpa”. A propósito de esto, también ocurre que hay palabras que con “a” se asumen como genéricas: “par”, por ejemplo, “proxeneta” “sinvergüenza”, “calavera”, “poeta”, “analista”, “colega”, “periodista”, “ilusionista”, “pediatra”, “cronista” etc., y aunque “papá” se refiere de manera exclusiva al hombre que tiene hijos, va con “a”, porque escribirlo con “o” significa otra cosa, por cierto bastante nauseabunda… Pero quedémonos con algo más amable que esto último: en el caso de la palabra poeta, incluso entendida para ambos géneros, para el femenino específicamente se creó la palabra “poetisa”. Para este caso seguir la lógica del lenguaje inclusivo el masculino tendría que ser “poeto”, lo cual se escucha, por decir lo menor, extraño.
A propósito de la palabra hombre, con la novedad de que ya fue convertida… Porque a nadie se le ocurre decir que un hombre masculino es un hombro, pero el femenino sería hombra… Y a propósito de esta “e”, también son múltiples las palabras que la tienen, y que se refieren a ambos géneros: presidente, gobernante, tunante, responsable, comerciante, arrogante, Guadalupe, que de este hay para todos los sexos habidos, y quizá por haber. Desde luego hay palabras que vaya usted a saber cómo se transformarán para volverlas inclusivas: institutriz, por ejemplo, capataz… ¿Cuál será el masculino de Beatriz?
En fin, que se asume que esta discriminación se remedia si esa “o” del final se sustituye con una “e”, entonces sí estaremos usando un lenguaje inclusivo, tal y como muestra esta talavera, de la autoría de la artista capitalina Marta Cecilia Miranda Gómez “Sin título (mi casa es tu casa)”, trabajo genial que se presentó al XLI Encuentro Nacional de Arte Joven, de 2021, y que evoca las placas que muchas familias empotran al lado de la puerta de sus casas, en señal de bienvenida a los visitantes.
Por cierto que ahora que tenemos a una mujer en la oficina principal del Palacio de Gobierno, caí en la cuenta de que el término gobernador es neutro, por lo que no hace falta transformarlo, pero ahora decimos gobernadora. ¿Es correcto? ¿No lo es? ¿Trascendente, superfluo? No lo sé, pero sí sé que nunca dijimos gobernadoro para referirnos a los gobernantes hombres.
La verdad… A mí, que soy un joven adulto mayor; que en más de una ocasión he sido discriminado, pero a final de cuentas he salido avante de estas situaciones gracias a que, como Miguelito, aquel personaje entrañable de Mafalda, me he creado mi propio “pastito interior”, situaciones como esta del lenguaje inclusivo o exclusivo, me tienen medio sin cuidado, pero entiendo que para muchos son de la mayor relevancia. De hecho uno de mis santos patronos, Ryszard Kapuściński, fue testigo de una guerra de las lenguas, en la India. En su libro Los viajes de Heródoto escribió lo siguiente: “En defensa de su lengua, eran capaces de entregar la vida, dejarse quemar en la hoguera. Aquella determinación, aquel apasionamiento, se debía a que en su país, la identidad estaba definida por la lengua que usaba cada individuo. La lengua era como un documento de identidad, más aún, era un rostro y un alma. De ahí que conflictos con un fondo del todo diferente -social, religioso, nacional- podían tomar la forma de una guerra de lengua.”
En fin. Mucho podría discutirse sobre este, que es un tema relativamente nuevo, y sin embargo aquí le dejo. Pero hay más; mucho más en esta placa, otro signo de este tiempo que vivimos, incluso más intenso que el anterior y, si me permite, ominoso. El “Id de la sesión” que incluye la pieza evidentemente se refiere a una práctica que la pandemia generalizó, las reuniones a distancia, vía zoom, o con cualquiera otra tecnología, que utilizamos para el trabajo, las clases en línea, etc., y que tristemente se han convertido en un elemento de nuestra convivencia, pero además pareciera que las circunstancias desalientan el contacto personal, con todo lo que ello implica, la ausencia de observación de nuestros interlocutores, sus ojos, sus bocas, sus expresiones.
“Bienvenides. Id de la sesión…” Nuestras relaciones parecen deshumanizarse al transcurrir con la intermediación de los artilugios electrónicos, y hasta nuevo aviso. Esto me recuerda las ocasiones en que he visto personas que están ante la misma mesa, pero cada quien inmerso en su teléfono móvil, todos en silencio.
Nunca hubo tantas posibilidades de comunicación como ahora, pero al mismo tiempo tanta incomunicación…
En fin. Démosle la bienvenida este nuevo año de 2023 con lenguaje inclusivo. Que tenga usted un gran año; el que se haya construido usted y el que la vida le permita tener.
(Felicitaciones, ampliaciones para esta columna, sugerencias y hasta quejas, diríjalas a carlos.cronista.aguascalientes@gmail.com).




