
Creí que nada más las personas sufrían de estrés, pero ahora veo que también lo padece el agua. Entiendo a que se refiere la expresión, al ominoso agotamiento de los mantos acuíferos, la insuficiente recarga, el desperdicio, etc., pero me parece que es incorrecta, porque según el diccionario de la Real Academia Española, el estrés es la “Tensión provocada por situaciones agobiantes que originan reacciones psicosomáticas o trastornos psicológicos a veces graves”, es decir, que sólo los animales pueden sufrirlo. Aunque quién sabe… Ya ve lo que opinaba el científico japonés Masaru Emoto, que pensaba que el agua era sensible y tenía memoria, aparte de ser capaz de reaccionar ante la belleza, los buenos sentimientos y la armonía, cosa que me siento tentado a creer, en seguimiento de los adoradores de Poseidón, Tlaloc y cuanto dios del agua, de la lluvia y el mar haya en esta vida.
Estrés hídrico… Se trata de una expresión relativamente nueva, que por desgracia tiende a popularizarse; a utilizarse cada vez más. Mucho hemos oído hablar en los últimos días sobre el tema del agua, lo que costará operar el servicio ahora que termine la concesión, y si mejor dejamos a los que están, pero en otras condiciones, o traemos a otros, etc., esto siempre y cuando haya agua que distribuir, porque resulta que el futuro nos alcanzó, y no precisamente en las mejores condiciones posibles: basta escuchar en los noticieros los reportes cotidianos sobre la falta de agua en infinidad de colonias, las escuelas que están batallando para reiniciar actividades por esta razón, etc.
¿Cuánto faltará para que Aguascalientes se convierta en una ciudad fantasma; una ciudad que tengamos que abandonar en busca de agua en otra parte? ¿Con quién tendríamos que pelear para obtenerla? Muchas inversiones, mucho de esto y de lo otro. A ver de qué nos sirve todo eso y más sin agua.
¿Qué se necesitará para que reaccionemos de manera pertinente? Por ejemplo, en mi inútil opinión, una de las cosas que tendrían que cambiar es nuestra visión de las áreas verdes, a fin de evitar lo que se observa en la imagen: pastos secos, arbustos que agonizan. El objetivo tendría que ser, sí, contar con áreas verdes, pero dotadas de especies que necesitan poca agua.
Según la página de SEMARNAT, existen en el mundo 1,400 especies de cactáceas, de las cuales 669 son mexicanas y 518 endémicas. Entonces, las áreas verdes de esta región del semi desierto en que vivimos tendrían que llenarse de nopales, cactus, garambullos, biznagas y otras bellezas como abundan en esta gran familia vegetal, que sean ahorradoras de la prodigiosa fusión de hidrógeno y oxígeno, y no pastos, que requieren de ingentes cantidades de agua, por muy tratada que sea.
La imagen corresponde al crucero de las avenidas Independencia y Aguascalientes. Felicitaciones, ampliaciones para esta columna, sugerencias y hasta quejas, diríjalas a [email protected].