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viernes, diciembre 5, 2025

Jesús María, Culiacán, el poblado que sigue sangrando tras la recaptura de Ovidio 

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“No fue una bala perdida, el Ejército nos disparó”, denuncia el señor Luis Peña, habitante de Jesús María, cuyo hijo de 14 años fue herido el jueves 5 en el operativo de recaptura de Ovidio Guzmán, hijo del Chapo Guzmán. Proceso realizó un recorrido por la sindicatura donde se refugiaba el capo, poblado cuyos habitantes se sienten maltratados y abandonados por las autoridades. De hecho, la Comisión de Derechos Humanos del estado se alista para apoyar a las víctimas colaterales de este operativo. 

“Ayer me entregaron los estudios… Dicen que mi hijo no volverá a caminar”, lamenta el señor José Luis Peña mientras suelta el llanto que trató de contener. “¡Ya ni me dan ganas ni de vivir! ¡Me quiero morir! ¡Qué dolor!”, murmura y se cubre el rostro con las manos, intentando ocultar las lágrimas. Solloza. Estamos en la recepción del hospital. 

Luis, su hijo de 14 años, perdió un brazo y un riñón; fue herido por un proyectil disparado directamente contra ellos por elementos del Ejército el jueves 5, cuando las fuerzas federales irrumpieron en el poblado de Jesús María, Culiacán, para recapturar a Ovidio Guzmán López, hijo de Joaquín el Chapo Guzmán. “Él está en tercero de secundaria, tiene toda la vida por delante”, añade sobre su hijo, con quien no sólo comparte el nombre de pila, sino también el sustento de una familia de cuatro integrantes, porque cuando el joven está de vacaciones lo ayuda a trabajar. 

Don Luis relata el ataque sufrido por él y su hijo, tras 10 horas de mantenerse agazapados en su casa para mantenerse a salvo del fuego cruzado… 

“Eran como las dos de la tarde, y ya teníamos rato de no escuchar disparos. Mi hijo me dijo que tenía hambre, le dije que fuéramos a buscar algo de comida. Al salir, el patio de mi casa estaba cubierto de casquillos de las armas que disparaban desde las aeronaves. Saqué mi moto y nos salimos mi hijo y yo. Fuimos a la tortillería, pero seguía cerrada; le pedí que fuéramos a comer con mi mamá, a ver si nos dejaban pasar. Para llegar con ella tomamos un camino –él no lo dice, pero pasa por atrás de la casa de Ovidio y los llanos a los que llegaban los helicópteros para sacarlo del pueblo–”. 

“Estaban los militares, vimos de un lado a varios muertos y del otro a un grupo de hombres que tenían hincados, estaban detenidos. Cruzamos mi hijo y yo en la moto, pero al avanzar empezaron a dispararnos por un costado, eran unos tres soldados que estaban tirados en los llanos, otro estaba como recostado en un tinaco. Cuando mi hijo cayó de la moto les grité que no dispararan…” 

“Me bajo, y veo que él está sangrando; sigo gritando que no disparen, que lo hirieron. Les pido ayuda, pero no me hacen caso. Levanté a mi hijo en brazos y me fui corriendo como para mi casa en busca de ayuda, luego me voy al camino principal, allí me ve un chaval de Jesús María, me dice que lo suba a su carro y nos vamos”. 

Don Luis narra que batalló para que lo dejaran pasar, dice que había mucho carro quemado y que al salir a la carretera que viene de Badiraguato estaba un retén militar; y la que viene para Culiacán estaba bien golpeada, por eso agarró para El Perico, pero también estaban los militares y le dijeron que para allá no, que no era seguro pasar. “Entonces me regresé porque no me quedaba de otra y conozco una brecha que va entre ranchos, por ahí nos venimos, mi hijo ya había perdido mucha sangre cuando alcancé a llegar”. 

Relata que en el Hospital del Niño “no nos quisieron atender; dijeron que no había doctor. De ahí nos fuimos al Hospital General, pero para entonces mi hijo había perdido más sangre, luego decidí traerlo para acá porque en la zona donde lo tenían puede agarrar una bacteria”. 

“Un primo que vive en el otro lado y gente del pueblo me están ayudando con dinero. Todo es muy caro y yo quiero la salud de mi hijo. La (bala) que hirió a mi hijo no fue un disparo perdido. No fueron los sicarios. No es justo lo que nos está pasando. No es justo que mi hijo no pueda caminar. No es justo que nos hayan disparado si ya había acabado todo. A mí y a mi hijo nos dispararon. No fue una bala perdida. La Guardia Nacional y el Ejército ya tenían a todos los que habían agarrado y los otros estaban muertos”. 

El joven Luis, dice su padre, ya está reaccionando; una noche antes de esta entrevista intentó abrir los ojos. Él quisiera que a su hijo se lo llevaran a Estados Unidos para que recupere el andar. Del gobierno, denuncia, nadie se ha acercado. Menos recibido alguna ayuda. 

 

Para el presidente de la Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa (CDDHS), Leonel Aguirre Meza, el exceso en el uso de la fuerza no tuvo razón de ser si ya habían logrado el objetivo de recapturar a Ovidio Guzmán. 

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