Propuse ocuparnos en construir una plataforma noética, o del conocimiento, por un cambio societal y político que permita dar forma y sentido a nuestra sociedad mexicana del futuro, y hacerlo dentro de una atmósfera de convivencia personal y dialogal; que es el requisito sine qua non de nuestras posibilidades de coexistencia en tanto que colectivo social, unido, capaz de comprometer la obtención de un destino común coloreado del valor bioético de beneficencia para todos. Un primer eslabón de cadena discursiva, desde la óptica de “esferas” que estamos adoptando como horizonte teórico-crítico para sentar los fundamentos de políticas públicas coherentes con esta visión del mundo.
La enunciación anterior nos conecta inmediatamente con el concepto de “ideología”, en el sentido más auténtico del término, del que más vale pronto que tarde asumir su profundo significado y, sobre todo su conexión directísima con la acción y la práctica política a la que conduce su razón de ser. Ante todo, su función de articular, cohesionar y dar sentido a un impulso dinámico del ser y modo de estar en el Estado Nación al que pertenecemos. En efecto, la ideología no es necesariamente un aparato conceptual tramposo, lleno de falacias e ideado por líderes ambiciosos de poder, para capturar la voluntad de individuos, grupos o incluso colectivos que resultan a la postre sujetos prisioneros de su acaparamiento del poder público, que luego endereza ventajosamente a su interés vital de dominio.
Si nos atenemos a definiciones clásicas de una formación ideológica, evaluaremos como positiva su existencia; una como la de Benedetto Croce (Italia, 25 de febrero de 1866- Nápoles, 20 de noviembre de 1952), quien expuso los fundamentos del análisis lingüístico u ‘OTL’, “On The Line”, que estudia antropológicamente las redes sociales, y conoce cómo la tecnósfera se hace logósfera y ésta ethósfera. Términos que de manera muy pertinente confluyen con los que venimos retomando de la propuesta de “las esferas” de Peter Sloterdijk. Tecnósfera que es ámbito de los usos, costumbres y prácticas como medios materiales de producción; logósfera, como red de conceptos atribuidos y aplicados a esos instrumentos referentes para darles sentido cognoscitivo; y ethósfera en tanto elementos constitutivos de un Éthos o Ética viviente, reconocible. De lo cual inferimos que “ideología” no es otra cosa que una cosmovisión, una “visión del mundo”; y nos ayuda para comprender el mundo en que vivimos.
Hemos dado ya un paso sustantivo en la tarea de levantar la construcción de un modo de ver nuestro mundo, de reconocer nuestro entorno, ese ‘horizonte esférico’ dentro del cual estamos de hecho, coexistiendo. Ese primer paso ha consistido en afirmar nuestra esencial coexistencia “en pares”, si hay un hombre creado del barro de la Tierra, es una imagen de su creador-artesano; pero más aún, si ese ser Creador es capaz de “insuflar” un soplo de vida en él, y lo hace a su “imagen y semejanza”, entonces, es el Espíritu (Ruah/Hebreo) que sopla en su creatura/vasija de barro, un auténtico ‘espíritu’ (Nephesh/aliento, Hebreo) para hacerlo así, un “viviente” como Él, porque le otorga “el alma”/ la animación, que genuinamente lo hace semejante a Sí. Esta fuente impensable del Mito de los Orígenes, da fundamento a la bipolaridad original(no al aislamiento individualista); si hay Creador, hay creatura; si existe un “padre”- existe “el hijo”; si hay un “engendrado”, hay un vientre materno que lo acoge y, entonces, hay “madre-hijo”.
De manera que, desde la cosmovisión de “Esferas” de Peter Sloterdijk (Esferas I-II-III, 1998. Español, Siruela, 2003), avanzamos un primer paso al afirmar nuestra esencial coexistencia “en pares”; y por ello nos resulta irrespirable habitar en una atmósfera cuyo fundamento es la exclusión de un colectivo social total, bajo su relativización como adversario, enemigo de un supuesto proyecto de cambio social, abiertamente dicotómico, maniqueo, autoritario y, en suma, excluyente, por mero afán de dominio: los neoliberales/conservadores versus “el Pueblo”.
En Esferas I, el autor citado, construye con largo aliento su teoría de base; en efecto, se trata de una magna obra que honra su cometido y lo hace con un gran aparato noético, del que aquí sólo abrevaremos algunos puntos muy destacados, ello para comprender mejor el largo alcance interpretativo que Sloterdijk impregna en su docto constructo. Destaco de su muy comprehensiva cosmovisión “esferológica”, los conceptos centrales siguientes:
1.- La operación del corazón. En realidad, por este concepto, pone en primer término la idea de “interioridad” que inhabita al ser humano, aclarando que en el Oriente, Japón, por ejemplo, “corazón” como sede vital, también se extiende a la “entraña” (Hara). El hombre busca el encuentro con la mujer, para ser “una misma cosa”, corazón del otro. El autor se adentra en un denso espacio en que investiga cómo la comunión de corazones, se puede convertir en una “comunión caníbal”, literalmente hacerse con el corazón del otro, y le llama “eucaristía salvaje”. De ahí hace un excurso histórico por los siglo XVI- XVII- XVIII, en el descubrimiento de la circulación sanguínea, que alimenta el corazón y el cuerpo todo; proceso que desarrollan prolijamente los “fisiócratas”. Hasta llegar al concepto de “máquina” cuyo concepto base es el de “ressorts”/ resorte -literalmente- que funda la ideología mecanicista del hombre, pero que tiene como efecto el de su “expulsión del espacio cordial de la vida común”.
2.- Entre Rostros.- En que funda la “emergencia de la esferología interfacial”, para lo cual se remonta al diálogo platónico entre Lisias y Fedro, cuyo encuentro “cara a cara”, los lleva a una auténtica fascinación de unión, del uno en el otro; proceso en el que “la mirada”- como irradiación- entrambos es el factor desencadenante de este impulso de aproximación genuinamente erótico. Más tarde, el teólogo Emmanuel Levinas destaca que el encuentro humano causa el que su mutuo descubrimiento los mantenga “despiertos”/ alertas, frente a la incógnita del “otro”. Más modernamente esta fascinación frente al rostro del otro-a, implica todo ese ideal “fitness”, para ser atractivo, de modo que pudiera crearse el lema: “la supervivencia (no del más fuerte, sino) del más atractivo”. El mayor contraste de la visión “interfacial”, lo tenemos en la expresión y representación para las culturas del Oriente, en donde el rostro de Buda es absolutamente icónico, sus ojos cerrados, su semblante sereno y su sonreír enigmático, todo habla de felicidad pacífica, en el silencio y en la quietud. En cambio, para el Occidente, desde los grandes imperios, tenemos la representación característica de rostros, en este caso de Emperadores, en cuya numismática se representan en pares, tal es el caso del emperador Octavio y su hijo Octaviano, cuyos rostros expresan fuerza y decisión. La fase histórica siguiente, sólo asume el rostro femenino de La Señora, la Madre de Jesús que prolifera en toda la iconografía occidental cristiana. Posteriormente, en el siglo XVI, a partir de 1500, principalmente en Venecia aparece el espejo, como parte del mobiliario hogareño, lo que da inicio al narcisismo consistente en la contemplación de sí mismo, mi propio rostro reflejado y, por tanto, la mirada de mí mismo, no del otro; en donde el individuo como tal es “lo primero sustancial” antes que la relación con otro, que es “lo segundo accidental”. Hecho societal que nos conduce a la Esfera íntima: yo mismo. Lo cual implanta la noción de auto-complementariedad, una visión egoísta.
3.- Seres Humanos en el Círculo Mágico. – Fenómeno que nos lleva al concepto de proximidad, y que se impulsa desde las ideas de la “fascinación”, cuyo fundamento mítico reside en Platón, bajo su concepto de “las dos mitades que se añoran la una a la otra”, y que parte de aquel pasado de “dúplice-unicidad obscurecido”. El autor hace un largo recorrido por las teorías del “mesmerismo” o magnetismo animal y cósmico, para concluir con la gran categorización de Mesmer que realiza Karl Christian Wolfort (Berlin, 1914), del que podemos sintetizar con su afirmación: “Para que dos seres humanos se influyan uno al otro al máximo tienen que colocarse rostro contra rostro (Cfr. Esferas I, Loc. Digital 2954).
- La Psicología Profunda. – P. Sloterdijk, escudriña prolijamente los orígenes de la psicología profunda, que remonta a la segunda mitad del siglo XV, con el Neoplatonismo Florentino que indaga el ver como capacidad visual de proyectar desde los ojos, rayos luminosos visuales, que son activos, no meramente pasivos o receptores de la luz allí afuera. Y que Emmanuel Levinas destaca la relación fuerte que se da entre el ser humano y su prójimo, así como entre el padre y el hijo. Pero, luego sobreviene una era diferente, que es afirmada y descrita por el propio Shakespeare, en su universo dramático descubre: “una naciente sociedad burguesa imperialista de competencia”, cuya energía de base es la envidia. Y a cuyo interior, evidencia que un tipo de “encuentro de proximidad” se da entre el dirigente y la masa.
– También se hacen presentes “seres geniales que han conseguido la unidad de autodeterminación ética más libre y de coproductividad técnico-inventora con la naturaleza” (Op. Cit. Esferas I, Loc. 3076).
– Y en una progresión más destacada, se descubre la afirmación: -“El hombre es el ser más espontáneo; es a la vez el más independiente y el más abierto al llamado de la libertad”.
– Y Peter Sloterdijk anticipa que, su Segundo libro, desarrolla: – En la descripción del paso de la forma-burbuja bipersonal a la forma global política, mostramos cómo se realiza a lo grande la proyección y qué fallas de formato y de categorías se introducen cuando se reproducen en sociodramas relaciones de cobijo y su crisis. (Ibidem, op.cit., Loc. 3363).
Elementos, estos últimos, que tienen una gran significación para el tema que nos ocupa, sea, el fenómeno de implantación, arraigo y desarraigo de la llamada Cuarta Transformación que transcurre ya en el inicio de su quinto año de aplicación, proceso al que podemos observar bajo “la mirada” de estos casi clarividentes conceptos, desde cuyo horizonte podremos ser capaces de proponer una relación fundante distinta, a una descarnada enajenación de conciencia de “la masa”, amén de la destrucción sistemática de sus posibilidades y factores de desarrollo. En ello continuaremos nuestra siguiente exploración, mirando hacia políticas públicas tan vitales como sostenibles.