Las palabras hacen ecos en el universo; la frase “perspectiva de género” proyecta la idea de rechazo a estereotipos sociales que asignan características o roles a partir de las diferencias sexuales. Estas palabras difunden una idea para analizar todas las visiones, contextos, cuerpos, desarrollo de personalidades y demandas de satisfacción de necesidades para adecuar las prácticas sociales y jurídicas vigentes en entornos patriarcales, donde regularmente se trata en forma diferente a las y los que deben ser tratados como iguales. Estos signos combaten la discriminación generada por el ejercicio del poder desequilibrante y humillante, y buscan identificar las relaciones sociales desproporcionadas y estructuralmente desiguales, por simples “razones sospechosas” de incapacidad o inseguridad. Estas palabras hacen ecos en el universo.
Cuando en mis discursos hablo de la interacción simbólica para explicar que la realidad se construye socialmente, entre otros ejemplos, pregunto ¿por qué a algunos partidos políticos se les dice “de izquierda” y a otros “de derecha”? Entre varias respuestas, están que los de derecha son conservadores y los de izquierda lo contrario; porque así se sentaban en el Congreso; que en el parlamento inglés o francés, los representantes de la aristocracia se ubicaban a la derecha del monarca, mientras a su izquierda los del pueblo, etc., pero son pocos los que van más allá, en el sentido de por qué unos a la izquierda y otros a la derecha, y no al contrario. Luego de explicarles una de las teorías, comienzan a caer en cuenta de cómo en la actualidad nuestro lenguaje sigue cargado de machismo, lo repetimos constantemente, y con ello nuestro cerebro sigue construyendo maneras de pensar etiquetantes y discriminatorias, actuando en consecuencia.
Antes de que las religiones y el pensamiento monoteísta patriarcal ingresaran a descomponer el mundo, el cosmos tenía un origen, proyección, conformación y visión basado en lo femenino. Lo femenino es creación, es razón, es habilidad, es construcción, es fuerza, es lo que hace ecos en el universo y, sobre todo, lo crea. El origen religioso de “la virgen que concibe vida”, no es más que la humanización de una realidad en donde el espacio o “virgen negra”, se contrae y crea vida o “universos” a través de la luz. El origen de todo es femenino y el equilibrio de todo es femenino.
En esa cosmovisión originaria donde el uno, o espacio, genera un big bang y crea un dos, la luz que se proyecta al cosmos, surge la dualidad y el equilibrio: el lado izquierdo y el lado derecho del todo. El lado izquierdo se relaciona con lo femenino al ser lo que en acción se proyecta en lo creativo, emocional, intuitivo y con mayor visión para equilibrar al lado derecho, que se vincula a lo masculino, lo racional y conservador. Así, originalmente las sociedades y religiones eran matriarcales, con múltiples deidades femeninas y masculinas, donde se idolatraban más a las primeras, pues la mujer era el líder natural tanto en el plano objetivo como en el subjetivo, y todo se basaba en la feminidad. Inclusive el sol y la luna originariamente eran “la sol” y “el luna” (en el idioma alemán se mantiene ese género), pues la reina Sol era la creadora y por ella existía la vida y el equilibrio, mientras el luna, era lo pasivo, lo inerte. La mujer era la creadora y equilibradora de todo.
Pero, como lo comenté hace un momento, las ideas monoteístas masculinas patriarcales, al darse cuenta de su falta de relevancia cósmica, natural y social, comenzaron a pugnar por tomar fuerza, al grado de lograr apoderarse de la palabra, la visión y la construcción social. Lo anterior lo lograron a base de negar lo femenino y ocultar su poder a través de la construcción de una realidad misógina, principalmente con violencia y, después, con base en la palabra. Lo derecho o masculino se volvió lo diestro, lo recto, lo adecuado; mientras que lo izquierdo o femenino se volvió lo siniestro, lo torcido, lo histérico, la maldad. A las mujeres fuertes, científicas y líderes, las convirtieron en brujas, mientras que, a los hombres débiles, poco pensantes y prejuiciosos, los volvieron gobernantes, dirigentes y representantes del dios único y masculino. La matria (matriz) dejó de serla, para transformarse en patria (padre); los recursos se transformaron en “patrimonio” y, en lugar de evolucionar, volvimos al oscurantismo, pues no se quería equilibrar, sino dominar: “dominus”, domingo, día de “el” sol, o día de “el” dios; el mundo se olvidó que era femenino.
Después de explicar esto, las y los estudiantes perciben que el concepto de izquierda y derecha en partidos políticos no se trata de una simple denominación de que unos son representantes del pueblo y otros de los económicamente poderosos; se dan cuenta, que tiene una carga simbólica de hacer menos a lo femenino para que lo masculino predomine. Se dan cuenta del machismo con el que aún nos desenvolvemos, y cómo todo eso crea civilizaciones que de civilizados tienen poco y de discriminadores mucho.
Los “hombres” de la actualidad difícilmente hemos vivido el miedo que siente todo ser que se identifica como femenina en una sociedad carente de empatía, llena de odios e intolerancia. No podemos decir que “sabemos lo que sienten” ya que nunca lo hemos sentido, pero debemos ser empáticos y tratar de comprender cómo estamos aportando a ese mundo de terror para dejar de hacerlo y construir un entorno de amor, respeto, tolerancia y empatía, donde lo femenino vuelva a tomar su lugar, pues es evidente que el mundo se está yendo a lo profundo cada vez más y más, porque los hombres lo hemos llevado hacia allá. Lo femenino debe retomar su papel creador, dirigente y equilibrante.
Si no fuera así, ¿por qué la mayoría de los hombres están en puestos directivos en la sociedad?, ¿por ser mejores?… ¡No! porque somos tan inferiores que necesitamos que las mujeres se hagan cargo de todo, de su vida, de la vida de otros y de lo que eso implica en los entornos familiares, educativos, culturales y sociales y, para que, gracias al poder de la mujer, esos hombres puedan salir y ocupar esos lugares. Los hombres no podemos sin las mujeres; el mundo no vive sin lo femenino; el cosmos colapsa ante estas ausencias. La palabra y su eco nos dice que la mujer es la que realmente gobierna y debe retomar ese papel que se le ha robado a base de engaños, violencia y desinformación.
El “caso algodonero”, los procesos de Jacinta, Alberta y Teresa, el enjuiciamiento de Yakiri, el evento que sufrió Daphne y todos aquellos en los que día a día los grupos más vulnerables de este país exigen ser reconocidos y defendidos, provocan la unión de muchos de los que estamos conscientes de que vivimos en un mundo donde juzgamos a los otros por la ilusión de lo físico; pero, que también nos damos cuenta de que antes de que la cara sea un problema, debemos ver si su esencia es la solución.
Seguimos teniendo una oportunidad histórica para ver, escuchar y decir la palabra que haga ecos en el universo y que ayude a entender que la violencia y la discriminación sólo generan más de eso; por el contrario, la empatía y el reconocimiento de la y el otro como uno mismo, será el generador para transformar la realidad y no acomodarnos a la actual.
Todas y todos somos femenino y masculino a la vez; todas y todos somos un único todo creador; todas y todos fuimos en distintas vidas mujer u hombre, y a la fecha lo seguimos siendo. Tú eres otro yo, yo soy otro tú, y todos somos todo (en maya In Lak Ech, Hala Ken), y los Beatles lo repitieron en “I am the walrus”. Nos acercaremos a una verdadera civilización el día que haya menos gente y más humanos. ¡Despertemos, acabemos con la violencia, la indiferencia y el desprecio!, pues hay una gran diferencia entre ser humano y ser un humano, y muy pocos la entienden. Sigamos en lucha hasta que lo esencial se haga visible y deje de ser invisible a los ojos…