Verás a un anciano que te hará alguna indicación.
No le hagas caso; ello supondría un grave error.
Y sobre tu cabeza siguen dando vueltas gaviotas que te guiarán.
Atraviesa el callejón. ¿Es que no oyes mi voz?
La Plaza de la Soledá – Nacho Vegas
El ejercicio del poder político puede entenderse -de manera simple y llana- como la acción autoritativa mediante la cual las estructuras sociales y los colectivos organizan recursos, ejecutan actos, y buscan alcanzar objetivos. Este ejercicio del poder está fundamentado en distintos argumentos (estudiados abundantemente desde la Ciencia Política) que explican por qué unas personas tienen acceso al mando y a la toma de decisiones, mientras que otras quedan del lado de la obediencia y el cumplimiento de las disposiciones autoritativas.
De entre los diversos argumentos que explican estos actos autoritativos, destacan los planteados por el sociólogo alemán Max Weber, quien en su obra Economía y Sociedad (publicada en 1922) estableció la tipología clásica de los liderazgos dentro de una clasificación tripartita ideal. Esto quiere decir que los tres tipos de autoridad que plantea Weber son teóricamente puros, aunque en la práctica pueden combinarse dentro del ejercicio de la realpolitik, o sucederse uno a otro de acuerdo a la maduración social.
Así, el primer tipo weberiano de autoridad, el más primitivo, es el llamado Carismático. Su ejercicio se basa en el carisma de quien manda. Este carisma tiene que ver con un culto a la personalidad, con un sentido de infalibilidad personal, con delirios mesiánicos, y con un arrastre popular motivado por el carisma del líder. Este tipo de poder suele ser abolido al término de la vida del líder, al ser sucedido por alguien que no posee ese carisma.
De ahí pasamos al tipo de poder llamado Tradicional. En éste, la autoridad y el liderazgo se fundan en la costumbre: el poder lo ejerce la casta, el linaje, la familia, o la línea sucesoria que históricamente y por costumbre se ha utilizado para la designación de quien ejerce el poder. Aquí caben los estamentos eclesiásticos, los señoríos feudales, las monarquías, o los sistemas de castas. Este tipo de poder tiende a ser abolido por movimientos revolucionarios o sublevaciones sociales.
El tercer tipo de poder, el más evolucionado según Weber, es el llamado Racional-Legal. En éste, la relación mando obediencia no está determinada ni por el carisma personal ni por la tradición; sino por las instituciones, los arreglos normativos, y el marco legal basado en el derecho positivo. Aquí la obediencia no se da a las personas ni a las costumbres, sino a las investiduras legales del encargo político, y este poder se pierde al terminar su plazo legal establecido.
Estos son tipos ideales que en la práctica rara vez se encuentran en un estado puro, y que más bien se van mezclando en la historia de las sociedades. También se da el proceso sucesorio en el que, de un líder carismático se funda una tradición, que es reemplazada por un gobierno institucional regulado por leyes. Sin embargo, cuando este tipo de gobierno falla, puede dar entrada a otro liderazgo carismático cuyo arrastre popular mande al diablo a las instituciones.
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