En 1968 Garret Hardin publicó en la revista Science el artículo titulado La tragedia de los comunes, del que quisiera destacar dos ideas; la primera de ellas es que los espacios comunes son sitios sin propietario particular (jardines, parques, camellones, áreas naturales, ríos, lagos, mares, aire, etc.) lo que hace que se vean como lugares de todos, pero sin responsabilidad de ellos. Eso es lo que ha ocurrido con los cauces fluviales (ríos, arroyos), cuerpos de agua (lagunas, estanques, bordos) y el mar, se han empleado como cloacas, ya que, al no ser propiedad privada, son espacios comunes que todos pueden aprovechar o aprovecharse de ellos irresponsablemente. Eso es lo que pasó con el río San Pedro, y ahora vemos el resultado, un espacio insalubre cargado de agua tóxica. Éste es sólo un ejemplo de miles que se replican en todo el mundo del mal aprovechamiento de un bien común. A este tipo de daños se le da el nombre de externalidad, con el que se justifica que es necesario que las empresas externen sus gastos de contaminación, para reducir el costo de producción y abaratamiento de sus productos.
Hoy es más que conocido que los países del denominado primer mundo, desde hace algunas décadas, han optado por mover sus empresas a países subdesarrollados para “apoyar las economías de estos”; sin embargo, la razón de fondo es que en sus países de origen empezó a exigirles un mayor control de sus fuentes de contaminación, de no hacerlo se les sancionaba y penalizaba severamente; entonces comenzaron a mudarse a países sin restricciones ambientales o bastante laxas que, además, ponían a su servicio sus propios recursos naturales y humanos para ser explotados a su conveniencia. Así las externalidades, entiéndase daños ambientales y sociales, pasan a ser asunto de las autoridades locales, no de las empresas. Estas contaminan los sitios en los que se instalan y exprimen la economía de la población obteniendo grandes ganancias y utilidades. Cuando su capital se ve expuesto y en riesgo, migran hacia otro paraíso en el que hacen lo mismo: explotarlo y destruirlo. De ahí que Naomi Klein (2000) en su libro No logo las nombre «empresas golondrinas».
Esto está por suceder con Veolia, empresa transnacional que lleva algunos años controlando el manejo y distribución del agua en nuestra entidad. No me corresponde a mí, y menos en un espacio tan reducido, juzgar si esta empresa ha cumplido o no con sus compromisos, pero debemos recordar que si el servicio del agua se ha concesionado en el territorio nacional es debido a la incapacidad y corrupción de los gobiernos en turno para manejarlo eficaz y honradamente. La propuesta actual es que el gobierno municipal recupere la administración de este preciado bien común, pero la pregunta es ¿cuentan con personal calificado y honrado para ello? Estamos en un momento crítico en el que no se debe experimentar y disculpar los inconvenientes que pueda traer consigo una transición. Si se va a hacer un cambio, éste debe llevarse a cabo con mucho profesionalismo, no por mero revanchismo, capricho o lucro.
Esto último está relacionado con el segundo punto que quiero resaltar del artículo referido. Hardin señala que la tecnología debe verse como un medio de apoyo que puede contribuir en la solución de los problemas ambientales, pero por sí misma es incapaz de resolver estos, es necesaria la participación humana para poder concretar los objetivos tecnológicos. Sirva de ejemplo las plantas tratadoras de agua ¿de qué sirve que se hayan construido si no se les da mantenimiento y no se contrata a personal capacitado que se haga responsable de su buen funcionamiento? Esto mismo pasa con la red de administración y con los pozos. Días atrás el presidente municipal de la capital señaló que la falta de agua domiciliaria en varias partes de la ciudad se debe a que hay tuberías tapadas, no a la falta del líquido, pero que para que éste no falté se perforarán más pozos. No me parece que esto esté tan desatinado, sin embargo, se deben acompañar estos trabajos con otras alternativas menos extractivas y agresivas; por ejemplo, si se está pavimentando tercer anillo deberían colocarse captadores de agua pluvial y conformar con ellos bancos de agua, esto acompañado con aceras que tengan entradas fluviales y se coloque sobre ellas vegetación nativa que favorezca la infiltración y retención de agua, además ofrezca gratuitamente un conjunto de servicios ambientales propios de la región, como los señalados, más aparte mayor captación de CO2, hábitat de polinizadores, amortizadores de temperatura e incluso de ruido, esto en vez de vegetación estética y exótica que no ofrece estos servicios ambientales. Pero lo más importante para que esto funcione es informar a la población de estos trabajos que se realizan y su porqué, de manera que la misma ciudadanía acompañe, monitoree y cuide esto que se está haciendo.
En suma, la tecnología ayuda pero no resuelve los problemas ambientales que nos aquejan, pues el cuidado y mantenimiento de los espacios comunes de nuestras ciudades requieren de la participación de todos los que vivimos en ellas y esto solo puede darse si se cuenta con educación, ética y cultura cívica.