Ya llega la Semana Santa, para unos motivo de encogimiento de hombros y/o vacaciones; unos días de descanso del trajín cotidiano, en tanto para otros se abre un periodo de silencio y reflexión, de penitencia, de cara a lo que se conmemora en estos días.
Por todas partes se alistan los trajes para la representación del viacrucis, se repasan los parlamentos, se preparan el cuerpo y el espíritu para la jornada.
¿Qué aflige a la mujer de negro, que llora ante el maltrato infringido al nazareno en Calvillo, en donde tomé esta fotografía? ¿Y qué me dice de la expresión de la mujer al lado del árbol, en la orilla de la imagen? ¿Y la que está a la derecha de la que solloza; la de la niña delante de esta, y la del joven de atrás de la que gime? Aun el soldado romano pareciera a punto de aventar los trastos y correr a rescatar al mártir del Calvario, a despecho de lo que cuentan los evangelistas sobre estos rufianes, que se refocilaban en su maldad, y que tan bien plasmaron en estas tierras los pintores virreinales.
Tengo la impresión de que representaciones como esta actúan como una especie de catalizador de las emociones -esto tendría que propiciar siempre el buen teatro, la literatura; las artes en general-. No tengo que decirle lo que significa vivir… En todo caso el drama de la pasión de Cristo agudiza las sensibilidades de muchos y da pie a expresiones como estas. Dudo que estas personas crean en la verdad del maltrato, la culpabilidad de quien representa al pastor que desafió al poder judío, pero aquí procede señalar que cada quien sabe de qué tamaño es el costal que carga; las penas y preocupaciones de esta vida, y en todo caso en este momento, gracias a la maravilla de la evocación teatral, se abre una compuerta, se estimula el desahogo, que fluye en las expresiones de dolor y compasión.
Entre tanto uno de los verdugos moja su látigo en un vaso con líquido intensamente rojo, presumiblemente polvo de bebida industrial de fresa; muy concentrado, apenas diluido, para luego azotar al condenado a muerte más y mejor y magnificar el castigo. Felicitaciones, ampliaciones para esta columna, sugerencias y hasta quejas, diríjalas a carlos.cronista.aguascalientes@gmail.com.




