El verano de la serpiente, de Cecilia Eudave - LJA Aguascalientes
02/12/2023

Dedicado a Laura Sharaí Reyes Vázquez, estudiante de noveno semestre de la Lic. en Letras Hispánicas, de la UAA, y extraordinaria narradora que en algunos años, en un mundo posible, seguramente estaría en un evento similar a este, presentando su primer libro de cuentos.

Si en toda presentación de libro, el fin es engolosinar al público, endulzarle la oreja para que ceda a los encantos de la obra, en la presentación que hoy nos reúne, seduciremos los oídos y excitaremos las imaginaciones a partir de un movimiento serpenteante alrededor de la novela.

Desde un nivel básico de léxico en el que una desidia se enrosca en el cuerpo, una tesis se retuerce, amenazadora, un verano estremece con su veneno, la estructura de esta novela resulta hipnotizante por una suerte de encantamiento narrativo como podría ser la mirada y el presagio de una mujer-serpiente, o el relato de una mujer-fantasma que crea a una mujer-serpiente, o el hechizo de una mujer-palabra que crea a una mujer-fantasma que crea a una mujer-serpiente.

Por eso resulta todo un reto hablar de El verano de la serpiente, sin descubrir parte del mecanismo de la novela; no porque sea una novela efectista, sino porque, este artefacto lúdico de palabras, va descubriendo sus engranajes a medida que se lee, a través de un finísimo pero sólido sistema de vasos comunicantes que, desde diferentes puntos de vista va construyendo el mundo de la ficción.

La maestría narrativa de Eudave destaca a través de esta muy cuidada estructura en la que sobresalen dos aspectos: el dominio de la polifonía y la estructura falsamente circular. En el primero, las diferentes voces a las que recurre la autora van presentando sutilezas del mundo ficcional a través de, al menos, cuatro niveles: el tipo de narrador, el personaje en el que se focaliza o al que encarna ese narrador, los acontecimientos que cada narrador elige contar y a quién se dirige esa narración, por lo que se construye, en la mente lectora, una mirada poliédrica sobre el verano de 1977, como en un juego en el que se van mostrando algunas pistas o anzuelos para ir construyendo, junto con la autora, esta novela. En el segundo aspecto, a través de lo que yo llamo una estructura falsamente circular, el primero y último capítulos dialogan entre ellos a partir de la coincidencia no casual, por supuesto, entre algunos elementos retóricos y discursivos que parecen generar un círculo narrativo; sin embargo, gracias al peculiar narrador, narradora en realidad, de ambos capítulos, esta aparente circularidad se rompe, no diré en qué momento, y es entonces cuando toda la novela se ilumina con otra luz y se consolida una dimensión insólita del tiempo y, con ello, de la realidad.

Por ambos aspectos, identifico homenajes a la tradición literaria mexicana, específicamente, a dos autores que Eudave conoce muy bien: José Emilio Pacheco en Las batallas en el desierto -parte de la estructura circular, el engarce entre memoria histórica y personal- y Agustín Yáñez en Al filo del agua -no nada más por la referencia literal en el texto, sino por la técnica de los múltiples narradores-.

La novela se lee con agilidad, gozosamente, pues logra un equilibrio perfecto entre esa estructura compleja, las diferentes temáticas (diversas formas de violencia, el concepto de utilidad aplicado en seres humanos o animales, la crueldad, las ausencias o existencias disimuladas…) y los entrañables personajes pues, además de los principales, dos hermanas (quizá podríamos debatir sobre ese protagonismo), incluso los que podrían parecer secundarios, como un Capi (Capitán) de la basura, o incidentales, como una vecina acumuladora, resultan conmovedores y profundamente humanos.

(Antes de terminar, quiero comentar que Eudave continuamente hace referencia a acontecimientos insólitos que le ocurren y me parece que es algo que contagia a sus lectores: hace unos años, cuando la presenté en una conferencia sobre el fantasma, el día amaneció con una neblina impresionante muy propia de los escenarios góticos -en medio de una primavera muy soleada y calurosa, como suelen ser en Aguascalientes- que duró la mañana de su conferencia y nada más; hace unos días que estaba preparando este texto, al llegar a casa, por la noche, dos víboras -familiares de las serpientes- estaban trenzadas, no sé si de amor o de odio, y generaban una danza de sombras completamente inusual en ese espacio y contexto).

Por todas estas razones, El verano de la serpiente es una novela abierta para todo público: si bien puede ser analizada desde múltiples miradas de especialistas, es un texto cuya sinuosidad narrativa encanta y hechiza a casi cualquier lector o lectora. El conocimiento de la tradición literaria, el dominio de la técnica y las formas literarias y la sensibilidad para plasmar a la humanidad en la literatura, hacen de Cecilia Eudave una narradora inusual, insólita y, por supuesto, fantástica.



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