Los zombis lejos de comer cerebros, bailaban cada uno en su mundo, como si nada importara en ese sótano oscuro apenas ambientado con unas barras de neón rojas que prendían y apagaban al ritmo de los beats y los loops del músico en turno; todos de frente hacía él, en una especie de fila, atrapados por el trance hipnótico de su punchis punchis. Yo, que hacía dos años me había retirado de andar de antro, estaba de regreso: a pesar de mi anquilosado peso, mis piernas comenzaron a moverse, la cadencia repetitiva es sumamente contagiosa; me resistía hasta que, cuatro cubas después, ya estaba imitando la coreografía de todos esos cuerpos moribundos, una mordida musical que me puso a copiar todos esos pasos que en realidad no tienen orden, solo la delicia de sentir y seguir la sinfonía, y que por eso mismo, parecen uniformes.
Pero ¿Cómo llegamos aquí, un tugurio de mala muerte con personas extrañas en la entrada y olores de cigarro más extraños aún? Todo comenzó en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara: como cada año decidimos ir, pero en esta ocasión había un par de estímulos extras a la compra de libros: nos acompañaban algunos alumnos de derecho de la EBC, y además estábamos invitados, su servidor y la doctora Marcela Leticia López Serna a un foro sobre el combate a la corrupción.
En esta feria, que el invitado fue la Unión Europa, ha decepcionado un poco o un mucho la instalación de la entrada, el pabellón principal, desde mi perspectiva muy sencillo y sin una clara personalidad a diferencia de otros años donde el anfitrión en turno se lucía con la forma en que las instalaciones recibían al visitante. Lo maravilloso es que prácticamente ha retomado todo el esplendor de antes de la pandemia, ya pudimos ver prácticamente a todos los expositores y todos los salones a tope.
Nosotros llegamos y nos dirigimos a los stands de la revista Derecho Global, estudios sobre derecho y justicia: en conmemoración de los veinticinco números de esta publicación de gran nivel académico, dirigida de forma brillante doctora Silvia Patricia López González, se organizaron una serie de mesas con temas de vanguardia, nosotros estuvimos discutiendo en torno al Combate internacional a la corrupción. La revista es muy buena, de verdad la recomiendo http://www.derechoglobal.cucsh.udg.mx/index.php/DG.
Leo en El Clarín: “Los japoneses fueron los primeros en ponerlo en palabras: llaman ‘Tsundoku’ a quien compra libros y, por falta de tiempo, por fetiche por el objeto o por simple postergación, los apila”. Así que renuncio a comprar más, solo el premio anual Alfaguara (que este año fue entregado al peruano Gustavo Rodríguez por Cien cuyes). Sin embargo, todos sabemos que los vicios son eso, malos hábitos incontrolables, y a la primera de cambio ya estábamos adquiriendo decenas de textos que terminaron llenando la maleta de mano que siempre traigo en la FIL.
Total, cansados de tanta FIL (obvio caminamos un montón) nos fuimos al hotel cerca de la famosa avenida Chapultepec, una vez descansados caminamos para cenar en algún lugar de esta calle llena de vida y de fiesta. Y pues ya estando ahí, alguien propuso ir a un famoso antro Bar Americas; un sótano maravilloso con dos áreas de baile, la música a un nivel perfecto; el dj una maravilla. Ahora me entero que para muchos este es el mejor lugar de música electrónica del país; y vaya que está padrísimo. Con esta idea de que solo se va a escuchar música, de que solo se va a bailar, sin necesidad de nada más, ni pareja, ni grupos, ni amigos, solo bailar maravillosamente.
En suma, el cierre brillante de una experiencia fenomenal en la FIL 2023, gracias a mis alumnos tan asombrosos que la hicieron posible: Samantha, Paniagua, Rodolfo, Valeria, Andrea, Bruno y Ezequiel. Gracias a mi amada esposa Marcela Leticia López Serna y a mi amigo y hermano de vida, Robert Ahumada. Gracias a los libros por darnos letras y vida. Nos vemos en la FIL 2024, por cierto, desde ya están todos invitados.