Hay muchos tipos de viajero, pero creo que hay una cualidad que distingue en general a todos: procuran ahorrar, salvo aquellos millonarios que no tienen preocupaciones, incluso, a veces, creo que estos también. La generalidad de quienes nos gusta andar de pata de perro es que, entre más dinero ahorremos, más viajes realizaremos. Por ello, en mi caso, mi familia que se distingue por tratar de salir aunque sea a lugares cercanos de Aguascalientes, sacrifica algunas cosas, o ahorra en algunos puntos, con tal de maximizar otras saliditas el resto del año. Por ejemplo, en nuestro caso, prácticamente solo usamos airbnb básicos, y si bien, dado la retención de impuestos, es casi igual el precio que un hotel, nos permite ahorrar haciendo desayunos y cenas como en casa, lo que es una ventaja en muchos sentidos, por un lado en materia de salud, por el otro porque es complicado dar de comer a los niños en restaurantes, los que son padres me comprenderán.
Cuando de niño salíamos con mis papás, era muy común que en todos los lugares turísticos quisieran estafar o abusar de ti, inflando los precios, engañándote con ardides de palabras, y un sinnúmero de tetras que provocan la guardia del turista y el necesario regateo. En la actualidad, me había tocado una forma distinta de hacer turismo, con precios establecidos y los comerciantes-artesanos queriendo vender, sin abusar, como marca la regla. En este sentido, debo confesar que ahí sí gastamos un poco más y somos el viajero ideal: compramos de todo, souvenirs, productos, comida; esto es importante para generar economía, en especial compramos a los puestitos y artesanos y por regla general no regateamos. Pero hay excepciones, a veces, en ciertos lugares, aún permanece la idea de joder al turista y entonces uno tiene que ponerse en guardia.
Justo esta semana santa, aprovechamos la buena voluntad de nuestros compadres David Junco y Ariadna León, que nos dieron posada para ir a la Ciudad de México (el que tiene amigos y compadres no es pobre ¡Pobres de los compadres a los que explotamos!). Y, pues una de las visitas obligadas, para que los niños conocieran fue el tradicional Xochimilco. Y aquí sí hay que irse con cuidado, porque en cualquier lugar, están buscando abusar de ti. De entrada nos ofrecieron un paseo “completo” por dos horas en cuatro mil pesos, por supuesto que no accedimos y terminaron dejándolo en tres mil, luego supe que costaba mil doscientos. Ya pagado y negociado, al subir a la trajinera anunciaba que la propina era a fuerza de trescientos cincuenta pesos. Hace mucho que no me sentía estafado, y tal vez lo que causa inconformidad es esta idea que aún persiste de que el turista es la gallina de los huevos de oro que hay que explotar. Aún los de provincia creemos que en CDMX nos quieren estafar; el colmo fue que, en la noche, compré dos tradicionales gorditas doradas de chicharrón (cosa más deliciosa, aunque sé que la nutrióloga se infartaría si leyera esto) y el muchacho (los papás cocinaban el cobraba en un puestito afuera del metro) me cobró setenta y cinco, le di cien y me regreso solo quince. Error o intención, no lo sé, no dije nada y me comí mis deliciosas y grasosas obesas con una salsa verde cruda es-pec-ta-cu-lar.
Otra forma en que tratamos de ahorrar cuando salimos, es tomar algunos tramos de carretera libre, en especial aquellos que conocemos y que sabemos no nos implicarán más que algunos minutos extras. Prácticamente no vamos a restaurantes de lujo, ni compramos en centros comerciales, este fin fuimos a Mitikah, solo por conocer, el nivel de consumismo es impresionante. Lo único que trajimos de recuerdo de Xochimilco fueron plantas, muchas, y ahí sí debo confesar que es muy barato, con mil quinientos pesos venimos con un montón de especies, yo soy feliz con dos cactus injertados bellísimos. En fin, que el turismo es la quinta actividad más importante de México, representa el 8.5% del PIB, así que, no deje de viajar.
Coda. Extorsión en Tlalnepantla. Como ya dije viajamos lo más que podemos, casi siempre por carretera. Hasta hoy no habíamos tenido problemas con la policía, al contrario, nos había tocado buenas experiencias de auxilio al turista. Ya escrito el artículo y de regreso, nos detuvo en el periférico una patrulla municipal, alegando pretextos menores. Dijeron que llevarían el auto al corralón, contesté: proceda. Hicieron como que estaban levantando acta y llamando grúa, no sin cierto nerviosismo, pasó por mi mente la idea de sobornar. Pero me quedé en mi auto. Pasaron unos minutos se acercó otro oficial a insinuarme que si les daba el dinero del valor de la multa, que según ellos tendrían que pagar, me dejaban ir. Insistí, proceda. Me entregó mis documentos y me dijo, circule “lo hago por humanidad”. Me da mucho coraje, yo no caí, pero me pregunto cuántos fueron extorsionados ese día por ese par de corruptos.