Comistes, dijistes, trabajastes no son agramaticales | ¿Cómo se dice? por Aldo García Ávila - LJA Aguascalientes
13/12/2024

En la última entrega de esta columna, afirmé que la inserción de una “s” en los verbos de la segunda persona del singular en su forma de pasado (comistes, dijistes, trabajastes, etc.) producía formas gramaticales en nuestra lengua, prueba de ello era su uso por parte de autores como Cervantes, Quevedo o Lope de Vega; sin embargo, el hecho de que estas formas sean gramaticales no depende de que sean utilizadas por reconocidas escritoras o escritores.

La gramaticalidad de las formas verbales de la segunda persona del singular en su forma de pasado tiene que ver con un fenómeno que recibe el nombre de regularidad paradigmática. Si bien el nombre es un tanto rimbombante, en realidad, lo que describe es una práctica lingüística bastante simple. Antes, conviene comprender lo que es un paradigma.

En gramática, un paradigma es un conjunto de formas que mantienen una relación estrecha, pues pertenecen a la misma clase de palabras, poseen el mismo significado y manifiestan las mismas propiedades morfosintácticas. Por ejemplo, la palabra gato forma un paradigma constituido por gato, gata, gatos y gatas; estas cuatro formas de palabras pertenecen a la misma clase (sustantivo), todas ellas expresan el mismo significado (mamífero doméstico de la familia de los félidos) y poseen las mismas propiedades morfosintácticas (género y número). Cualquier modificación en alguno de estos parámetros provocará que se formen nuevos paradigmas, incluso ante las modificaciones aparentemente más sutiles. Así, la palabra gatito forma un nuevo paradigma, en virtud de que el diminutivo cambia el significado de la palabra base gato, en el entendido de que no es lo mismo un gato que un gatito, tanto si se lo concibe como diminutivo (‘gato pequeño’) o apreciativo (‘gato al que le guardo especial cariño’). Y lo mismo para aquellas palabras en las que el significado cambia notoriamente, como gatazo, gaterío, gatada, entre otras.

A diferencia de los sustantivos o los adjetivos, los verbos forman paradigmas muy grandes, porque todas las conjugaciones son parte del paradigma. Para ilustrar lo anterior, sirva el verbo amar, cuyo paradigma está conformado por todas las conjugaciones del presente (yo amo, tú amas, él ama…), del pasado (yo amé, tú amaste, él amó…), del futuro (yo amaré, tú amarás, él amará), antepresente (he amado, has amado, ha amado…) y el resto de los tiempos verbales: copretérito, pospretérito, antepretérito, etc. Una vez más, se cumplen los parámetros: todas estas palabras pertenecen a la misma clase (verbo), expresan el mismo significado (muestra de afecto o de cariño) y poseen las mismas propiedades morfosintácticas (número, persona, tiempo, aspecto y modo). Por otro lado, no caigamos en la tentación de concebir las derivaciones como parte del mismo paradigma, pues las palabras derivadas constituyen nuevos paradigmas, porque hay un cambio de significado, que muchas veces coincide con un cambio de clase de palabra: amado, amante, desamar, reamar, etc.

Ahora bien, decíamos que dijistes, comistes, trabajastes, etc., son formas gramaticales, es decir, que respetan las reglas de la gramática, pero ¿en qué se sustenta esta afirmación? Si observamos todas las formas de la segunda persona de los paradigmas verbales de cada tiempo, veremos que todas ellas exhiben una “s”: tú amas (presente); tú amarás (futuro); tú amarías (pospretérito), tú amabas (copretérito), tú habías amado (antecopretérito), etc. Por el contrario, la única forma que pierde la “s” es la del pasado (pretérito): tú amaste, pero no tú amastes. Dicho de otro modo, lo raro no es ponerle esa “s” (amastes), sino quitársela (amaste), porque todas las formas verbales de la segunda persona la exhiben, mismas que estaban presentes en el español antiguo y que, de una u otra manera, prevalecen hasta nuestros días. Cuando una persona añade inconscientemente una “s” a las formas del pretérito en segunda persona, está tratando de hacer que una palabra que se volvió irregular vuelva a ser regular, de ahí el nombre de regularidad paradigmática, es decir, intentamos regularizar un patrón ligeramente irregular al añadir esa “s” a final de palabra.

Claro está, las formas dijistes, comistes, trabajastes, etc., pueden no gustarnos, pero el gusto personal o de las masas no necesariamente determinan la gramaticalidad o agramaticalidad de una palabra o de una frase. Aunque para la mayoría de las personas estas formas sean incorrectas, esta percepción no las convierte en formas agramaticales. Como mencionaba en la entrega anterior de esta columna, los parámetros correcto vs incorrecto y gramatical vs agramatical, nos permiten identificar que hay fenómenos lingüísticos que los hablantes consideran incorrectos, pero que son gramaticales, justo como el que acabo de describir, al igual que existen fenómenos que son agramaticales, pero que las personas consideran correctos. Mañana abordaremos estos aspectos.

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