¿Y la música sacra? Primera de dos partes |El Banquete de los Pordioseros por: Rodolfo Popoca Perches - LJA Aguascalientes
21/01/2025

“Téngase en gran estima en la iglesia latina el órgano de tubos, como instrumento musical tradicional”.

Tengo el privilegio de ser docente en la Escuela Diocesana de Música Sacra impartiendo la materia de Historia y Apreciación de la Música, orgulloso estoy también de ser parte del personal docente del Seminario Diocesano de Aguascalientes en la academia de cultura musical, justamente con esa misma materia, sólo que en el caso del seminario, con un enfoque diferente, evidentemente los seminaristas no son estudiantes de música, aunque la cultura musical debe ser, per se, parte integral de la formación de un futuro sacerdote, y es que si tú, amigo lector, eres fiel de la Iglesia Católica, estarás de acuerdo conmigo en que no se puede concebir la liturgia sin música, es parte de este ejercicio y lo ha sido a lo largo de toda la historia y no tengo duda al afirmar que así seguirá In saecula saeculorum.

Pues bien, lo que me mueve a compartir contigo mi opinión, -ya lo he hecho un par de ocasiones anteriormente-, es la preocupación, y quizás debo decir, tristeza y decepción que me provoca ir al templo, especialmente participar de la misa, y encontrarme con que la música que se toca en la celebración no tiene absolutamente nada qué ver con toda la dignidad que debe tener la liturgia, no son cantos litúrgicos, sino canciones populares a las que les cambian la letra adaptándolas a las condiciones litúrgicas haciendo una verdadera masa amorfa de sonidos que están muy lejos de lograr el objetivo del canto sagrado, que es el recogimiento espiritual necesario para disponerme a un encuentro cercano con Dios, y lo más triste es que muchas veces el cantor o el director del coro en cuestión, saben que esto no se debe hacer, y sin embargo proceden irresponsablemente, irresponsable porque existe un conocimiento de causa, y peor incluso, contando con la complicidad del sacerdote celebrante, me queda claro que el sacerdote no debería permitir este tipo de atropellos en contra de la dignidad de la música sagrada, con el pretexto, porque definitivamente no es más que un pretexto, de lograr la participación de la asamblea, cosa que, por supuesto, no sucede. 

Seguramente tú ya sabes qué canciones populares suelen adaptarse para ser cantadas en la misa, el caso, por ejemplo, de una de las más grandes e influyentes canciones en toda la historia del rock, la compuso Bob Dylan en 1962, aunque primero fue conocida en la interpretación del trío folk de Peter, Paul & Mary, se llama Blowin’ in the wind, tiene una letra preciosa que cuestiona e invita a la reflexión, son una serie de preguntas, como por ejemplo: ¿cuántas balas de cañón tienen que volar antes de que sean prohibidas para siempre?, o ¿cuántas veces es necesario voltear hacia arriba antes de poder ver el cielo?, ¿cuántos oídos son necesarios para escuchar a la gente llorar?,  ¿cuántos años puede alguien existir, antes de conocer la libertad?, y ¿cuántas muertes son necesarias para entender que mucha gente ha muerto ya?, a cada una de las preguntas, el compositor contesta lo mismo: “la respuesta, mi amigo, está soplando en el viento”. 

Como sabemos, Bob Dylan es el único músico que ha ganado un premio nobel de literatura por el valioso contenido de sus letras, no sólo ésta, sus canciones son profundas y reflexivas, pero muy lejos del contexto litúrgico, son hermosas, pero no es música sagrada, y créeme, a mí me fascina la obra de Dylan, y tengo casi todos sus discos y los escucho sin cansancio, pero no me gusta escuchar su música en el templo, en el templo voy a otra cosa, busco música que favorezca mi recogimiento espiritual y me acerque a Dios, eso es lo que busco en el canto sacro. 

Son muchas las canciones populares que se han adaptado, indebidamente, a la liturgia, hablaba de esto con los seminaristas, por lo que la semana pasada uno de mis alumnos de Filosofía del Seminario Diocesano llevó una grabación del Padre Nuestro con la melodía de la canción de Simon & Garfunkel llamada Sound of silence, el Sonido del silencio, hermosa canción, pero nada tiene que estar haciendo en misa, me mostró la grabación a propósito de lo que habíamos estado platicando en clases, por Dios, ¿cómo es posible que suceda esto? Y hay cosas peores, un presunto himno mariano, que evidentemente no lo es, con la melodía de una canción de Juan Gabriel, esto es más de lo que yo, como creyente de la Iglesia Católica, puedo soportar. Posiblemente el fiel no tiene conocimiento de causa de cómo debe ser el canto sagrado, pero los cantores y coros parroquiales, claro que saben qué está bien y qué no se debe de hacer, no se diga el sacerdote celebrante, e incluso sabiendo que no se debe de hacer y seguirlo haciendo, eso es lo triste y decepcionante, tenemos el latín, idioma oficial de la Iglesia y la irremplazable efectividad del Canto Gregoriano además de la polifonía, ¿qué necesidad tenemos de pedirle prestadas canciones a la música popular?, aunque no sepamos latín, el Canto Gregoriano, tristemente desterrado de los templos, gracias a la belleza y bondad de sus formas, logra el objetivo, es decir, la disposición de mi espíritu para un encuentro cercano con Dios,  y para que los fieles tengan conocimiento de causa, está la Escuela Diocesana de Música Sacra, esa es su razón de ser, para eso existe, para conservar la dignidad del canto sagrado.


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