El tatarabuelo de Edipo | A lomo de palabra por Germán Castro - LJA Aguascalientes
04/11/2024

Toda tragedia tiene anticipaciones,

amenazas que ponen en los cielos,

con los fugaces días del relámpago,

gruñidos pavorosos.

Enrique González Rojo Arthur, Los colmillos del dragón.

En lecturas precedentes y más ingenuas del periplo de Ulises no había yo reparado en la relevancia de uno de los personajes con quien se encuentra el héroe aqueo en su descenso al Hades, la desgraciada Epicasta (Yocasta). Así que hace muy poco caí en la cuenta de cuál es la referencia escrita más antigua que tenemos del mito de Edipo -siguiéndole la pista a Empédocles, llegué a ella fortuitamente-: se trata de un verso homérico (Odisea; Canto XI, 271-280). Dado que “… los cantos que llegarían a ser los poemas homéricos son reunidos y organizados por uno o dos poetas monumentales…hacia finales del siglo VIII antes de nuestra era” (Cornelius Castoriadis, Lo que hace a Grecia), resulta, pues, que el testimonio tiene poco más de dos mil setecientos años de antigüedad.

Edipo, se sabe, no pudo salvarse de ser rey de Tebas, la vetusta ciudad griega situada unos cincuenta kilómetros al noroeste de Atenas. La fecha de la fundación histórica de Tebas es incierta, pero la arqueología muestra que ya existía como un asentamiento humano importante hacia el tercer milenio a. C., y que alcanzó un gran desarrollo durante la época micénica (siglos XV-XIII a. C.). Luego, no es extraño que Homero también se refiera a Tebas: “lejos de los aqueos fue de mensajero a Tebas en medio de numerosas cadmeidas” (Ilíada; V, 803-804). ¿Cadmeidas? El término alude a los descendientes de Cadmo, el fundador mítico de la ciudad, el tatarabuelo de Edipo…

¿Quién era el tal Cadmo? Es posible trazar su rastro desde el mismísimo Caos, pasando por las deidades primordiales, Gea y Urano, y luego por dos de sus hijos, Océano y Tetis, titanes acuosos e incestuosos, pero no exageremos… Iniciemos cinco generaciones más adelante: comencemos por Ío, la sacerdotisa heráfora que fue transformada en ternera por Zeus para ocultar su relación con ella de los celos letales de Hera. Claro, Zeus se salió con la suya y resulta que con Ío -quien era su nieta- procreó a Épafo -o Apis, según Heródoto-. Épafo se haría del reinado de Egipto y, con Menfis, la náyade hija del río Nilo, traería al mundo a Libia. Pues Libia tendrá un nieto, que será Cadmo, porque Cadmo era hijo de Telefasa y del rey de Tiro, Agénor, y él, Agénor, era vástago de Libia y del poderoso dios de los mares, Poseidón. Así que Cadmo era descendiente directo tanto de Poseidón -nieto- como de Zeus -tataranieto-.

Según la Biblioteca mitológica (III, 1), Cadmo nació en Fenicia, al igual que su hermana Europa y sus hermanos Fénix y Cílix -aunque según Homero, Europa era hija de Fénix, “el famoso en remotos confines” (Ilíada; IX, 438)-. El caso es que Zeus, cautivado por la belleza de Europa, su tataranieta, decidió raptarla. Para seducirla, Zeus Olímpico se transformó en un majestuoso toro blanco:


… su color es el de la nieve que no han pisado las huellas ni ha derretido el lluvioso Austro; su cuello rebosa de músculos, sobre los brazuelos le cuelga la papada, los cuernos son pequeños ciertamente, pero de los que podrías afirmar que habían sido hechos a mano y más resplandecientes que una piedra preciosa sin mancha; ninguna amenaza en su frente y ninguna mirada que aterre: su rostro respira paz (Ovidio, Metamorfosis; II).

Mientras Europa recogía flores cerca de la playa, el animal se acercó mansamente y ella lo acarició; la bestia le ofreció la grupa…

Ella, arrebatada, abrió los muslos

y encaramándose al animal,

añadió a la cordillera del espinazo

 taurino

su pequeño, pero húmedo y ardiente,

montículo de Venus.

(Enrique González Rojo Arthur, Los colmillos del dragón)

… lo cual el toro-Zeus aprovechó para lanzarse al mar y llevársela sobre las olas hasta Creta.

Según Mosco de Siracusa (s. II a. C.), la noche previa Europa había soñado

… que dos tierras, cercanas y lejanas, competían entre sí por poseerla. Su apariencia era la de mujeres; una tenía el aspecto de una extranjera, mientras que la otra se parecía a las damas de su propio país. Esta última se aferraba vehementemente a la doncella, diciendo que era la madre que la había dado a luz y criado, pero la mujer extranjera le echó violentas manos encima y la llevó lejos…

Ya en la isla de Creta, Zeus reveló su verdadera identidad y por fin se amancebó con la princesa fenicia.

En Las bodas de Cadmo y Harmonía, el erudito florentino Roberto Calasso (1941-2021) ofrece dos versiones del mito, si no más históricas, sí más historiográficas. Una:

Fueron los ‘lobos mercaderes’ desembarcados de Fenicia quienes raptaron en Argos la tauropárthenos, la virgen dedicada al toro, llamada Io… Esto encendió la hoguera del odio entre los dos continentes. A partir de entonces Europa y Asia luchan… Así, los cretenses… arrebataron a Asia a la joven Europa. Regresaron a su patria en su nave con forma de toro.

La otra:

Llegados a la Argólide, los mercaderes fenicios pasaron… días vendiendo sus mercancías, procedentes del mar Rojo, de Egipto y de Siria. La nave estaba anclada… Las últimas mercancías estaban todavía por vender cuando llegó un grupo de mujeres, y entre ellas lo, la hija del rey. Siguieron comerciando. De repente los marineros mercaderes se arrojaron sobre ellas… lo y otras fueron raptadas. Éste es el rapto al cual respondieron luego los cretenses cuando raptaron en Fenicia a la hija del rey, Europa.

La joven Europa se convertiría en madre de varios hijos, entre ellos el rey Minos.

Zeus primero engendró a Minos, bastión para Creta;

Minos, a su vez, tuvo un hijo, el intachable Deucalión,

y Deucalión me engendró a mí, soberano de muchos hombres

en la ancha Creta. Y ahora las naves me han traído aquí

para tu desgracia, la de tu padre y la de los demás troyanos.

-le diría Idomeneo a Eneas en medio de la guerra de Troya (Ilíada, XIII, 445-454).

En resumidas cuentas, según la mitología griega, Europa era asiática, oriunda de Fenicia, región situada en la costa oriental del mar Mediterráneo, en lo que hoy corresponde principalmente al Líbano, así como partes de Siria e Israel. También vale recordar que la primera civilización europea fue precisamente la cretense o minoica -abarcó más de un milenio, c. 2700 – 1450 a. C.-. Y recalco: Europa era nieta de Libia, la mujer africana por antonomasia para los griegos.

Enterado del secuestro, el padre de Europa ordenó tanto a su mujer Telefasa como a sus hijos que partieran en búsqueda de la joven. Emprendieron el viaje, pero nadie pudo encontrarla… Por fin se resignaron a que Europa jamás regresaría a casa. Fénix volvió a Fenicia, mientras que Cílix estableció su dominio cerca del río Píramo, en tanto que Cadmo y su madre se quedaron en Tracia. Transcurrió algún tiempo, y un mal día Telefasa falleció. Después de enterrar a su madre, Cadmo se dirigió a Delfos para consultar al oráculo cómo debía continuar la búsqueda de su hermana Europa. “El dios le contestó que no se ocupase de ella, sino que, con una vaca como guía, fundase una ciudad allí donde el animal cayera agotado”. Cadmo tomó pues camino, cruzó Fócide, “y habiendo hallado la vaca en los rebaños de Pelagonte, la siguió. Ésta, tras recorrer Beocia, se tendió en el actual emplazamiento de Tebas” (Biblioteca mitológica; III, 4). Ahí fundó Cadmo una fortaleza, Cadmea, la cual a la postre se convertiría en Tebas.

Cadmo es un típico héroe cultural. En una apropiación racionalista de la mitología, Heródoto (c. 484 – 425 a. C.) informa:

… esos fenicios que llegaron con Cadmo… introdujeron en Grecia muy diversos conocimientos, entre los que hay que destacar el alfabeto, ya que, en mi opinión, los griegos hasta entonces no disponían de él. (Historia; V, 58)

Después de que Cadmo pagara a Ares -“el más veloz de los dioses que poseen el Olimpo” (Odisea, VIII, 330)- cierta deuda -el fenicio había matado a un dragón del dios y luego provocado el casi total exterminio de los descendientes dientes-espartos del fantástico ser-, Atenea le otorgó el reino de Tebas, y Zeus le daría una esposa: Harmonía. Para los antiguos griegos, la dialéctica era un juego de niños: Harmonía era hija de Afrodita y Ares, es decir, las deidades del amor erótico y de la violencia extrema, la guerra -Venus y Marte, en la mitología romana-: la pulsión de vida y la pulsión de muerte engendraron una madre que terminaría convertida en serpiente. 

Harmonía y Cadmo procrearán un hijo, Polidoro, y cuatro hijas, Autónoe, Ino, Sémele y Ágave. Sémele, fecundada por Zeus, se convertiría en madre de Dionisio; Ino sería vuelta loca por la fúrica Hera y luego, por compasión divina, convertida en la nereida Leucótea, mientras que Polidoro heredará el trono de Tebas, y con Nicteide tendrá un hijo.

El hijo de Polidoro y Nicteide llevará por nombre Lábdaco, y llegará al trono de Tebas. Su reinado fue breve, ya que murió joven en una guerra contra Atenas. Layo, su hijo, fue dejado al cuidado de un regente hasta que alcanzó la mayoría de edad. Y, finalmente, Layo tendría la mala fortuna de procrear, con su consorte Yocasta, al pobre Edipo.

De la tragedia que el destino condena a Edipo todos y todas estamos al tanto, desde Homero, pero sobre todo por Sófocles. En su descargo, quede al menos claro que en materia de incesto, el célebre tebano educado en Corinto por Pólibo y Mérope no fue el primero en transgredir el tabú: por lo menos uno de sus ancestros, el más importante de todos, fue un incestuoso consuetudinario: Zeus, el padre de los dioses.

Así, en la tragedia de Edipo, se despliega no sólo la fatalidad del destino, sino también un eco ancestral de una moral quebrantada. En una cosmovisión en la cual el destino juega tanto con los mortales como con los dioses, el incesto no sólo es un crimen, sino un reflejo de la naturaleza humana.

@gcastroibarra


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