Opciones y decisiones
Intercambio de valores solo si satisface necesidades
Es un hecho de vida que cada país busca su principio de identidad, México eligió continuar con el populismo de Morena, centralista y autoritario, antidemocrático; Estados Unidos de Norteamérica acaba de pronunciarse con Trump por un populismo xenófobo, proteccionista y de supremacía clasista; Canadá manifiesta fuerte inclinación a una inclusión bilateral con EE.UU.AA., más la exclusión continental del resto de América, que comienza con México.
- Nuestra torre de Babel. En este contexto, la relación multilateral de países se ve atorada en las arenas movedizas de ideologías anti-wock. Término que se explica como: La palabra “woke” se convirtió en un movimiento que terminó polarizando -aún más- a los dos principales partidos políticos de Estados Unidos. Su interpretación varía de manera drástica, dependiendo si se mira con los ojos de unrepublicano o de un demócrata. (Fuente: El Colombiano. Miércoles 27 de noviembre, 2024).
Y profundiza: Originalmente, “woke” significaba estar “despierto” o “consciente” ante las injusticias relacionadas con el racismo en la década de 1960. Sin embargo, con el tiempo y especialmente en los últimos años, el término sirvió para referirse a la conciencia social o política sobre los demás temas de justicia social, como la igualdad de género, los derechos LGBTQ+ o la identidad racial, ideas ampliamente defendidas por los demócratas.
Pero para los republicanos, se volvió una palabra para criticar a los demócratas en lo que consideran una imposición excesiva de valores progresistas en la sociedad.
Hasta aquí vemos la contradicción principal en que están enfrascadas dos ideologías partidistas que inducen una polarización social de alta densidad para la población general.
Término que, por cierto, no gusta para nada a Trump… Es solo un término que usan, la mitad de la gente ni siquiera pueden definirlo, no saben lo que es, había dicho el ahora presidente electo a mediados de 2023. De aquí deriva su postura y la de sus seguidores: ”anti-woke” para describir lo que consideran una influencia excesiva de “la izquierda progresista”.
A lo que se suma un elocuente corolario: Según Pew Research Center, la campaña presidencial de 2024 estuvo marcada por los intensos debates en torno a la “inmigración, la creciente diversidad racial y étnica en Estados Unidos, la cambiante familia estadounidense, la delincuencia y las cuestiones reproductivas”.
Bueno, pues estas “ideas divisivas” están a la base de las nuevas alineaciones sociales que parecen -por ahora- reemplazar aquello de “las izquierdas y las derechas”, que cada vez se convierten en conceptos más ambiguos y, por tanto, equívocos. Asunto que nos enfrenta con la centralidad y pertinencia de la democracia, y por ello nos remonta a la aportación crítico-política de los grandes maestros Bobbio y Sartori como pensadores de la democracia (Cfr. Fuente: Pasquino, Gianfranco. Bobbio y Sartori: comprender y cambiar la política. Buenos Aires, Eudeba, 2021, 214 páginas).
Lo que nos recuerda aquella frase terminal: “Si no hay izquierdas, entonces tampoco hay derechas”, célebre expresión originada en Bobbio, para evidenciar que evacuar el sentido de un término –izquierda-, equivale a hacer exactamente lo mismo con su opuesto –la derecha-. Y ambos dejan de ser significativos para definir un proceso político. De manera que puesto en términos llanos, el concepto esencial de “democracia”, debe ser recuperado por su capacidad identitaria original, no distorsionada, demos-pueblo/kratos-poder. Y de aquí la importancia de la aportación de sus dos ya clásicos exponentes.
En donde el corazón de su identidad reposa en que: Cada uno de los ciudadanos y ciudadanas tomaría parte en la distribución del poder; la representación política velaría por el interés general; el poder oligárquico sería suprimido, así como también la distinción entre gobernantes y gobernados; aumentarían los espacios de elección, maximizando la participación ciudadana; se terminaría con el poder invisible a partir de la publicidad de todos los actos de gobierno; por último, surgirían ciudadanas y ciudadanos comprometidos y activos con la vida política. Estas son las promesas que toda democracia debería cumplir (Ref. El poder. Revista Argentina de Ciencia Política Vol. 1, Núm. 28, pp. 212-221, Carello, L. 216).
Muestra patente de lo que en México estamos viviendo: “lejos de dejar atrás la jerarquía entre gobernantes y gobernados, se otorga la representación a oligarquías incipientes; en vez de aflorar la participación en espacios de poder, ella se ve cada vez más limitada; por doquier persiste la tendencia a un poder invisible que está lejos de tornarse transparente; y, por si faltaba algo más, el ideal del ciudadano comprometido y activo se ve obstaculizado por la apatía generalizada”. Difícilmente podemos hoy enunciar algo más elocuente.
- Lanzados de nuevo “al llano en llamas”. Asumido lo cual, escuchar hoy y presenciar tres monólogos escindidos por lo “woke” y cada uno a su manera parafraseando su ideología antidemocrática, se hace impracticable un diálogo político que restaure el corazón de un auténtico encuentro democrático. Trump amenaza con imponer aranceles del 25% al comercio internacional con México y Canadá, sin importar el pacto vigente del TMEC. Lo que, traducido desde mi punto de vista, en un procedimiento -a todas luces hegemónico- de formación incrementada de Capital-Norteamericano, aun por encima de sus dos socios hemisféricos esenciales, detona su proclama de “Make America great again”. A sabiendas que ambos socios estratégicos, al final, no irán a ninguna otra parte; pero tampoco él.
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, hace gala de una afirmación nacional, respondiendo de inmediato al presidente electo Trump, mediante una carta oficial. Sin embargo, su gesto acomedido no concitará la disuasión del mandatario, debido a que no se coloca aún sobre la mesa de negociación. Puesto que él está emitiendo un mensaje completamente oblicuo, enderezado a su base electoral y público simpatizante, pregonando su anticipación de hacerlo política pública, en su debido momento; pero todavía no.
De manera que Trump puede regodearse al constatar la prontitud de respuesta a su toque de esgrima, pero sin sentirse obligado a tomar posición alguna que desdiga ni matice su dicho. De Canadá, recibió una llamada telefónica personal del primer ministro, Trudeau, que apacigua en parte su ímpetu asertivo. En términos funcionales de negociación, ambos mandatarios sólo han logrado externar su sentir a la invectiva realizada, pero no crean obligación de aquel de tomar postura, en la praxis real. Así, exhibe su egocéntrico desplante como líder trilateral indiscutible. Sólo será cuando se abra la negociación formal, que “las divisas” una vez puestas en juego explícitamente sobre la mesa, serán medidas según sus méritos.
Desde aquí, para nuestro consumo interno, sorprende que el equipo profesional que asesora a Claudia Sheinbaum, siga cayendo en la ingenuidad del anterior círculo rojo del presidente López Obrador que, con retórica nacionalista y autonómica, trataban de neutralizar la petulante presión agresiva de aquel.
Observando el entorno de nuestro gobierno federal, resalta el silencio y bajo perfil del ya secretario de Relaciones Exteriores, Juan Ramón de la Fuente y la acaso imprescindible presencia activa de Marcelo Ebrard, secretario de Economía. En reciprocidad, ambos debieran emitir a la vez mensajes oblicuos -exclusivamente, para atención de la opinión pública de las y los mexicanos-, cuidando celosamente de no hacer sonar el timbre de toques de esgrima, ni del grupo cercano a Donald Trump, ni mucho menos de él en persona. Cosa crítica de la dinámica real de negociación, nada más.
La pesada carga sobre los hombros de México, incluso habiendo mediado una “maravillosa conversación telefónica” de la presidenta Claudia Sheinbaum con el presidente electo, es la de atajar el flujo de migrantes en creciente pluralidad de naciones, con destino fijo a los Estados Unidos de Norteamérica. Trump lo frasea como “cierre de fronteras”, bloqueo migratorio que la presidenta de México define como atemperar el flujo de migraciones con trato y respeto a sus derechos humanos. ¿Y quién paga los costos de su tránsito y estadía por el territorio mexicano? ¿Con qué derecho el coloso del norte se deslinda y al mismo tiempo impone la obligación unilateral de subvencionar el costo de gerenciar a esta población flotante? ¿De verdad, es con la amenaza de imposición de aranceles exorbitantes sobre el intercambio de uno de sus principales socios principales, que se allanará este problema?
Esta absolutización económica de su gravosa divisa de “negociación”, no es equiparable ni proporcional al grave daño social que causaría; o lo que es igual, monetizar la forma de presión a su contraparte (México y Canadá), es cosificar y sobre-simplificar un fenómeno societal cuya naturaleza supera y trasciende una mera divisa mercantil. No hay ni equidad entre partes, ni equidistancia en la naturaleza de los objetos de intercambio, ni proporción de justicia en el orden social que quebranta. Ergo, esta sumamente onerosa divisa debe ser contestada, relativizada a su peso específico, y reducida al absurdo que implica la unilateralidad de su desplante hegemónico. ¿Países socios o subsirvientes? Por eso la negociación se define como un intercambio equitativo, para satisfacer necesidades mutuas, del cual quedamos satisfechos y sin sentirnos culpables.