- Con más de 20 años de experiencia, ha atendido a más de 3 mil niñas y niños, muchos de ellos con discapacidad
- Su formación y certificación en la atención a niños con discapacidad la han llevado a trabajar en el CRIT y con asociaciones especializadas
- Aboga por una práctica dental honesta y personalizada, adaptada a las necesidades únicas de cada paciente
Edith Rosalba Martínez Cerecero es odontopediatra con más de dos décadas de experiencia en el cuidado dental infantil. Su camino profesional la ha llevado a atender a miles de niños, especialmente aquellos con discapacidad, quienes enfrentan retos particulares en el ámbito de la salud. Desde hace 20 años, trabaja en el Centro de Rehabilitación e Inclusión Infantil Teletón (CRIT), donde combina su pasión por la odontología con una profunda vocación social.
“Siempre pensé que la niñez no solo es el futuro, sino el presente”, comenta. Su especialización en niños con discapacidad no fue planeada. “La vida me llevó ahí y, por compromiso personal, decidí capacitarme”, explica. Esta decisión implicó un esfuerzo adicional: buscar formación en el Hospital General de México y obtener una certificación de la Asociación Latinoamericana de Odontopediatría (ALOP).
Cerecero destaca que atender a niños con discapacidad representa retos únicos. “No hay dos niños iguales. Cada caso requiere soluciones personalizadas, lo que hace fundamental estar en constante capacitación”, explica. En México, la atención dental para este grupo enfrenta limitaciones significativas, desde la escasez de especialistas certificados hasta la falta de materiales adecuados.
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“Por ejemplo, un simple cepillo de dientes sensorial para un niño con autismo a menudo debe importarse, ya que no se encuentra fácilmente en el país”, detalla. A pesar de los obstáculos, Edith ha aprendido a ser resolutiva y honesta con las familias: “Lo que propongo es alcanzable y práctico, porque sé lo complicado que puede ser para los papás”.
El impacto de su trabajo no solo se mide en números, aunque su trayectoria es impresionante: más de 3 mil pacientes atendidos en el CRIT y en consultas privadas. También se refleja en momentos memorables, como cuando un niño que no podía caminar lo logró después de un largo proceso, o en la satisfacción inmediata de aliviar un dolor de muela.
Una de sus experiencias más difíciles fue atender a un niño con cáncer que enfrentaba múltiples cirugías y pérdida de miembros: “Me quebré. Él me decía: ‘Tú dale, yo aguanto’, y yo no podía dejarme vencer. Fue un momento que marcó mi vocación”.
Para Edith Martínez, la clave para atender a niñas y niños con discapacidad está en el trabajo conjunto entre padres y médicos. Por eso, recomienda a mamás y a papás verificar que su odontopediatra esté certificado y no confiar en tratamientos milagrosos. Además, enfatiza la importancia de identificar problemas dentales a tiempo y buscar soluciones integrales.
La doctora también aboga por sensibilizar a los especialistas en el trato a niños con discapacidad: “Esto no se estudia en un curso online. Hay que practicar, estudiar y aprender de cada paciente”, asegura.
A lo largo de su carrera, Edith ha encontrado en su trabajo lecciones de vida: “Ver la tranquilidad de los papás ante circunstancias difíciles me ha enseñado a valorar lo esencial: la salud y la calma”, reflexiona. Su enfoque en la odontopediatría no solo transforma sonrisas, sino también las dinámicas familiares y las perspectivas hacia la discapacidad en la sociedad.
Con humildad, reconoce que su trabajo es una enseñanza mutua: “Aprendemos todos de todos”, concluye. Lo anterior es una clara muestra de su compromiso con la niñez y su deseo de seguir creando cambios significativos, un niño a la vez.