Plaza Pública
La diplomacia de los aranceles
Con atinada visión el historiador Lorenzo Meyer compara la coyuntura internacional actual con la historia de la irrupción violenta en China de las potencias occidentales encabezadas por el Reino Unido durante el siglo XIX para humillarla, ¡obligarla a comprar opio! (no una, sino dos Guerras del Opio: 1839-1842 y 1856-1860) y forzar su apertura comercial. Época a la que se recuerda como “la diplomacia de las cañoneras”. Fue esa misma diplomacia la que también conoció el Puerto de Veracruz (al final tres o cuatro veces heroico por su defensa ante la invasión extranjera) a manos de las flotas de guerra de Francia, Reino Unido, España y Estados Unidos en repetidos momentos de la historia durante el siglo XIX e inicios del XX. Solo que además de los cañones, cuya amenaza nunca terminó del todo, la cosa va también en 2024 de aranceles dada la nueva amenaza del presidente electo de Estados Unidos de imponerlos no solo en contra de “sus socios” México y Canadá, sino también contra los países BRICs (9 países más otros tantos aun candidatos) por hacer o no hacer lo que a este señor le parece bien.
Como si en verdad se pudiera gobernar al mundo, ni el más radical crítico antiestadounidense hubiese pronosticado que el normal proceso de declive de una potencia más en la historia humana, iba a tener rasgos tan… porque la nueva amenaza del citado Trump desvela al menos una gran ignorancia. Esto porque los países BRICs lógicamente buscan alternativas al dólar no porque sean antiimperialistas ni antiestadounidenses (y en estos tiempos de estupidez ultra, vale decir que mucho menos rojos o comunistas), sino porque vivimos en un mundo multipolar. Así, lo que están haciendo esos países es adaptarse a la nueva globalidad para no perder posiciones en el comercio internacional, que ya no es controlado desde un solo polo. Pero hay que remarcar que precisamente una de las causas que ha impulsado la necesidad de des dolarizarse, ha sido la imposición de sanciones comerciales arbitrarias desde Estados Unidos, que podrían convertirse en costumbre si el proceso de descomposición interna de ese país se acelera en el futuro. Con lo cual, muchos países intentan desanclarse del dólar para evitar sanciones que no contemplan ni entienden sus dinámicas ni su historia. Y la enseñanza es clara. Es decir, en suma, que, para poder ser un líder político creíble tanto en el plano interno como externo hay que dominar, pero no solo por la fuerza bruta. Sobre todo, hay que mostrarse comprensivo de las dinámicas de adversarios y socios. Diríamos tolerante. Y con el nuevo gobierno imperial se rompe eso y viene un país con aspiraciones de dominio mundial en franco declive, que se rige sobre todo por la fuerza pero que en los hechos no puede imponerse solo por la fuerza.
Y sabemos ya que la anterior presidencia de Trump fue antimexicana, anti-árabe anti china, anti inmigrantes, racista, negacionista, anti derechos, anti feminista y claro: imperialista. “Sleepy Joe” y el llamado deep state que gobierna en su nombre (mientras este se cae, habla con su amigo imaginario o se duerme); fueron aún más allá, porque no solo han sido el firme soporte político y militar de la guerras proxy en Ucrania o ahora de nuevo en Siria, como también del genocidio (el adjetivo es de la Relatora Especial de Naciones Unidas) en Gaza, sino que ponen antes de irse al basurero de la historia a la humanidad entera en el camino de una apuesta violenta e irracional y al borde de la escalada y la guerra nuclear. Entonces, al parecer la democracia occidental al estilo made in America, está en abierta crisis como producto de exportación porque Biden-Harris o ahora Trump, son las únicas opciones que ofrece “el país de las libertades”. Aunque es claro que el liderazgo y la llamada “excepcionalidad estadounidense” están en una grave crisis porque cualquiera de esas opciones nos llevará al desastre planetario. Así, presenciamos en tiempo real, pero en cámara lenta si se piensa en los ciclos de la historia, un claro final de dicha hegemonía como la conocimos. Y el problema es que el final de una época puede ser también el final de un derecho internacional “basado en reglas” y el hundimiento de la humanidad en tiempos aún más oscuros que los actuales. Y si no, ahí esta el ejemplo del cotidiano genocidio sionista en Palestina.
Bienvenidos entonces a la nueva edad oscura, donde gobiernan Milei o Bolsonaro, donde la tierra es plana, el capitalismo y el neoliberalismo son la panacea y no hay crisis ambiental ni cambio climático. Aunque la nueva Edad Media reloaded no será gobernada por feroces señores feudales de horca y cuchillo ni por monjes supersticiosos, sino por el tecno-feudalismo de las grandes corporaciones multinacionales y los magnates anarco-capitalistas. Despeinados, anaranjados o condenados penalmente, da igual. Gestores del mansplaining, del negado y renegado calentamiento global y del machismo misógino y patriarcal. Ricos y famosos que se disfrazan de antisistema mientras se comen a la democracia a mordidas, con eructos que huelen a Big Mac y a Coke y Starbucks. Así que mientras Hillary, Barack, Sleepy Joe y Kamala se preguntan qué pasa en Beijing, Moscú o Teherán; Trump se despacha con tremendo cucharón y designa a placer un gabinete de cuates, pero diseñado sobre todo para imponer aranceles, recortar impuestos (a los ricos, claro) y terminar con el estado benefactor. O ya puestos, con cualquier tipo de estado, porque se sabe que el estado estorba con su apuesta fundacional y caduca de derechos para todas las personas, su protección social y sus límites a las ganancias del capital. Y allá van las hordas de votantes, en su mayoría de clase trabajadora, los llamados WASP y Rednecks en EUA, eligiendo adalides de la libertad sin freno, con tanto éxito que el fenómeno está en auge y se exporta: lo mismo en la Londres de Sunak o Starmer que en la Francia del “Petit Roi”, en la Madrid de la alucinante Ayuso, o en la Buenos Aires de un loco de atar. Futuros engendros de la democracia y el libre mercado que quieren, como no, consumir sin fin, como hacen los ricos, y compran en el mercado de la política y las redes sociales los algoritmos y cuentos sobre la libertad y el orden. Pero ya se sabe que el libre mercado es para los monopolios o los oligopolios (como esos tan importantes que hay en México) y no para los changarros ni el populacho, la plebe o la chairiza; que son, si acaso, ciudadanas y ciudadanos de tercera. Gente sin criterio, que no piensa y que se dejó comprar (y barato) por la 4T y su segundo piso. Y para los que no quieran lo que se viene, avisados quedan de que solo hay una receta: garrote, mano dura y represión. O en el caso extremo: desaparición, como en Ayotzinapa y tantos otros lugares en todo el mundo. En ese discurso tan parecido al fascismo o al nazismo que creíamos extintos o al menos reprimidos y sancionados, hay que condenar a los refugiados, a los migrantes, a los pobres o a los de piel más oscura que la tuya, porque todos esos y otros más sobrarán. Son los “nadies”. Mejor asumirlo de una vez, en vez de andar jugando al “progre buena ondita”, al multilateralismo, la cooperación, el orden internacional, los derechos humanos y a todas esas pérdidas de tiempo que son medidas blandengues e hipócritas. Bienvenidos pues a los tiempos de la humanidad desechable, tal como nos la pinta el cine de Hollywood en muchísimas cintas estrenadas durante los pasados años, donde los violadores, extranjeros, Bad Hombres, Come-gatos o “animales humanos” (como les llama el ente genocida sionista) pueden ser bombardeados, confinados, encarcelados, masacrados, mutilados, reprimidos o deportados mientras occidente y sus parlamentos, todos muy democráticamente elegidos, aplauden cálidamente y sin ningún tipo de mala conciencia.
El autor es jurista. Investigador Nacional (SNII-CONAHCYT).
@efpasillas




