El uso y consumo del cannabis en México se remonta a la época de la Nueva España, cuando los españoles lo introdujeron durante la conquista. En sus inicios, la planta se utilizaba principalmente para la producción de textiles a partir de sus semillas. Sin embargo, con el tiempo, se descubrieron sus propiedades medicinales.
Durante el periodo virreinal, el cannabis se popularizó y no estaba penalizado. De hecho, los médicos lo recetaban para tratar diversas enfermedades.
Sin embargo, en el siglo XIX, la percepción médica sobre el uso del cannabis comenzó a cambiar. En algunos estados de México, su venta y producción empezaron a ser restringidas. Para 1892, el Código de Salubridad estableció que su uso debía ser exclusivamente medicinal.
A partir de 1900, el consumo no medicinal de la marihuana comenzó a ser estigmatizado y castigado como lo que hoy se conoce como un “delito contra la salud”. En 1916, se emitió un dictamen para regular la venta y fabricación de narcóticos en México. Posteriormente, el 15 de marzo de 1920, se publicó el decreto “Disposición sobre el comercio de productos que pueden ser utilizados para fomentar vicios que degeneren la raza, y el cultivo de plantas que pueden ser empleadas con el mismo fin”, marcando el inicio de una era de criminalización del cannabis en el país.
Desde entonces, el consumo de cannabis en México ha sido objeto de políticas prohibicionistas que lo han asociado con la criminalidad y el estigma social. Para muchos, su uso no solo ha sido una actividad recreativa o medicinal, sino también un acto de resistencia frente a un sistema legal que restringe su acceso.
El Activismo Cannábico en México
Detrás de esta resistencia ha surgido un fuerte movimiento activista que busca transformar tanto la percepción pública como las políticas legales en torno al cannabis. Diversos colectivos y organizaciones han desempeñado un papel clave en la lucha por su legalización, impulsando reformas legislativas y promoviendo el debate en la sociedad.
El activismo en favor de la legalización del cannabis en México cobró fuerza en la década de los 2000. A lo largo de los años, grupos como el Movimiento Cannábico Mexicano, México Unido Contra la Delincuencia y Mujeres de Ojos Rojos han cuestionado las políticas de prohibición y han abogado por un enfoque más progresista, basado en la salud pública y los derechos.
Uno de los principales argumentos de estos colectivos es que la prohibición ha fomentado un mercado negro violento, estrechamente vinculado al narcotráfico y el crimen organizado. Según sus defensores, la despenalización y regulación del cannabis permitirían reducir estos problemas, brindar acceso seguro y controlado a los usuarios, y disminuir las tasas de criminalización. Además, resaltan los beneficios terapéuticos de la planta en el tratamiento de diversas enfermedades.
El activismo ha estado acompañado de numerosas protestas, marchas, foros y campañas informativas. En 2019, por ejemplo, se organizó la Marcha Cannábica en varias ciudades, donde miles de personas exigieron la legalización. Además, durante sesiones del Senado y la Cámara de Diputados, colectivos han llevado a cabo plantones para presionar por avances legislativos en la materia.
O incluso destacando el movimiento 420, en el que cada 4 de abril miles de personas se manifiestan en las calles a favor de la legalización de esta planta.
Gracias al esfuerzo de diversas organizaciones, en 2021 la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) declaró inconstitucional penalizar la posesión de más de cinco gramos de marihuana para uso personal. No obstante, el Congreso de la Unión ha avanzado muy poco en la regulación de su producción y comercialización.
A pesar de algunos avances legislativos, la legalización del cannabis sigue siendo un tema polémico en la sociedad mexicana. Sus opositores argumentan que su regulación podría incentivar el consumo entre los jóvenes y generar problemas de salud pública.
En este contexto, los colectivos activistas no solo luchan por la legalización, sino también por un cambio cultural. Han promovido la educación sobre el consumo responsable.
El futuro del cannabis en México dependerá de la capacidad del activismo para seguir impulsando una regulación integral que contemple tanto la libertad individual como la salud pública y la seguridad.




