El amor y el afecto más allá de las etiquetas - LJA Aguascalientes
20/03/2025

“Los humanos amaríamos mejor si, en vez del sustantivo «amor», empleáramos el verbo «amar»”

Bell Hooks

Más allá de los vínculos con etiquetas —pareja, amigos, compañeros— se trata de tener amores y afectos. En una era donde todo debe ser categorizado, nombrado y empaquetado para su consumo, el amor resiste y desborda cualquier intento de contención, como una fuerza indomable. Vivir enamorados y transitar el amor con cautela, pero sin frenos, esa es la batalla contra el amor romántico contemporáneo.

Las personas se asustan cuando decimos amar y que estamos enamorados de ellos cuando no hay una relación de pareja monogamia y normativa. Cuando amamos se piensa, invariablemente, que nos referimos al amor romántico. Roland Barthes, filósofo y escritor francés, decía que el lenguaje del amor es imposible, inadecuado, inmediatamente alusivo cuando queremos aferrarlo. Entonces, ¿cómo podríamos encasillar algo tan fluido, tan personal, tan múltiple como el amor y el afecto humano?

En el amor no hay categorías. Nos queda remoldear las etiquetas: amor fraternal, amor amistoso, amor parental, amor maternal, amor propio. Es absurdo pensar el amor como burbujas con condiciones. Para Eva Illouz, socióloga y escritora contemporánea, el sistema capitalista ha convertido nuestras emociones en mercancías para ser gestionadas y optimizadas. “En el amor propio, la persona aprende a quererse tal y como es”, nos dicen, mientras la industria del bienestar nos vende infinitas formas de “mejorar” quienes somos, como si fuéramos productos en un estante. “El amor romántico lo puede todo”, dicen, mientras nos ahogamos en expectativas imposibles y narrativas “instagrameables” de relaciones perfectas.

Al sistema le conviene categorizar y capitalizar las (in)formas de amar. Erich Fromm nos advirtió que en una cultura en la que prevalece la orientación mercantil, las relaciones amorosas siguen el mismo patrón de intercambio que gobierna el mercado. Etiquetar las circunstancias de amar le permite al sistema vender el amor romántico, deshumanizando y jerarquizando los vínculos: la pareja por encima de la amistad, lo romántico sobre lo platónico, lo normativo sobre lo alternativo.

En el “amor propio” nos hacen creer que hay una meta alcanzable, pero exhaustiva, de estar bien con nosotros mismos, cuando el sistema es quien pone el objetivo final y al mismo tiempo alarga el camino a través de tendencias, modas, nuevas inseguridades. Zygmunt Bauman, sociólogo, filósofo y ensayista, en sus teorías sobre el “amor líquido” y la “sociedad líquida” dice que vivimos en una “modernidad líquida” donde incluso nuestros vínculos se han vuelto frágiles y consumibles. Pero, ¿no es esa fragilidad también una invitación a la libertad?

Bell Hooks, en “El deseo de cambiar: hombres, masculinidad y amor”, expone la paradoja del amor parental y maternal: el sistema patriarcal nos hace dar por hecho que amamos a la figura paterna a pesar de su distancia, mientras que el amor maternal se mide por acciones y disponibilidades. Esta doble moral también desvela cómo las categorías del amor son dispositivos de control social.

Aunque Aristóteles denominaba que las amistades se sostenían por intereses (utilidad, carácter y placer), hoy reescribimos esas líneas. Al ser humano nos mueven muchos intereses, pero también nos puede mover el amor y el afecto en sí mismo, sin necesidad de justificación o categoría.


No hablamos de las personas como recipientes de tipos específicos de amor, sino como seres con quienes construimos vínculos únicos y multifacéticos. Judith Butler, filósofa feminista contemporánea, dice que el amor no es un estado, sino un intercambio, desigual, cargado de tensiones, éxtasis y diferencias.

En un mundo obsesionado con etiquetar y categorizar, quizás la verdadera revolución sea la ternura. Amar libremente, permitirnos sentir sin necesidad de nombrar, construir vínculos que desafíen las categorías tradicionales.

El amor, en su expresión más auténtica, trasciende cualquier intento de clasificación y se manifiesta en la libertad de ser simplemente lo que es: una cartografía de la vinculación.

Vía Tercera Vía


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