Sin destino aparente: el embate contra la verdad
En más de una ocasión he pensado que el mayor articulador de desinformación en el mundo es Steve Bannon. Sin embargo, aunque su influencia es innegable en el mundo, pues ha sido vinculado con candidatos y campañas en Europa y América Latina, Bannon parece una especie de villano de proporciones hollywoodescas, con la capacidad de hacer que todo mundo cambie opinión con tocar un botón, la realidad de cómo operan es mucho más compleja.
Quienes propagan la desinformación en la vida real, lo hacen como un ejército: de manera disciplinada y sistemática, y se enfocan en diversos sectores de la población a través de estrategias bien coordinadas. Uno de los sectores más afectados es el académico, como lo demuestra un artículo de The Guardian. Pero un objetivo menos evidente, aunque igualmente vulnerado, es el de los meteorólogos, según expone Rolling Stone.
Vivimos en la era de la posverdad, una etapa en la que los hechos objetivos tienen menos influencia en la opinión pública que las apelaciones emocionales y las creencias personales, y esto se suma al fenómeno de la desinformación que hoy no es el resultado de la acción de uno, dos o tres actores domésticos o internacionales. Se trata de estrategias altamente disciplinadas, estructuradas y sofisticadas, diseñadas desde distintos sectores: gobiernos, sociedad civil, medios de comunicación y actores extranjeros.
Las batallas por la verdad parecen cada vez más difíciles en un mundo donde la información se consume de manera fragmentada y la carga cognitiva se delega, en muchas ocasiones, a generadores de contenido impulsados por inteligencia artificial. Un estudio de la Universidad de Cambridge señala que esta “pereza cognitiva” puede debilitar nuestras habilidades de pensamiento crítico. Con la sobreabundancia de información, encontrar la verdad se ha convertido en una tarea tan extenuante y complicada como hallar una aguja en un pajar, más si consideramos que todo el día estamos siendo bombardeados con información.
Ante este panorama, diversas organizaciones han desarrollado estrategias para mitigar el impacto de la desinformación. El Research Consortium, por ejemplo, ha publicado manuales para ayudar a instituciones a enfrentar situaciones donde académicos sufren acoso, mientras que la Agencia de Contingencias Civiles de Suecia ha elaborado guías dirigidas a comunicadores para enfrentar la desinformación promovida por agentes extranjeros.
Una de las preguntas clave es: ¿por qué los populistas de derecha en todo el mundo buscan controlar el ecosistema informativo? ¿Por qué atacan toda clase de fuentes de información, ya sea medios o académicos? La respuesta es sencilla: al controlar la verdad, se controla la percepción de la realidad, y así, imponiendo la visión de un mundo, donde ellos definen quienes son los buenos y los malos, pueden concentrar más poder.
En la ciencia política existe un debate sobre si el populismo es una estrategia de gobierno o una ideología con un corpus filosófico y político definido. Sin importar de qué lado se esté, lo que está claro es que: en el manual del populista, la eliminación de contrapesos es una prioridad. Ya sea a través de reformas legislativas, la erosión de la independencia del poder judicial, el debilitamiento de partidos opositores, la cooptación de los medios de comunicación, o todos los anteriores, su objetivo es perpetuarse en el poder y para ello deben eliminar todo obstáculo posible. Esto incluso lleva a los populistas a convertirse en tiranos.
A veces, parece que vivimos en una película de James Bond, donde los villanos están a punto de dominar el mundo. Pero la realidad es que no existe un héroe solitario que salvará el día. En su lugar, hay un ejército global de personas luchando por la libertad de información y la defensa de la verdad. Cualquier persona puede sumarse a este esfuerzo simplemente detectando la desinformación, evitando difundir desinformación, desmintiendo y denunciándola activamente. Si bien hoy, más personas tienen acceso a un altavoz digital gracias a las redes sociales, esto también significa que tenemos la oportunidad y la responsabilidad de enfrentar la manipulación informativa.
Por ello, el llamado al pensamiento crítico y a la defensa de la democracia es más urgente que nunca, pues la imposición de una forma de ver la verdad y la destrucción de la tolerancia hacia formas diversas de ver y entender la realidad están en juego. Las narrativas populistas pueden resultar seductoras, pero lo que muchas veces no comprendemos es que, en la lucha entre supuestos “buenos” y “malos”, quien define a qué lado pertenecemos es el propio populista. Y nunca sabremos cuándo su dedo flamígero apuntará en nuestra dirección. Cuando eso suceda, será mejor contar con los contrapesos de una democracia liberal que nos permitan enfrentar el abuso de poder con justicia, y para vivir en una sociedad donde quepamos todas y todos y no solo existan las personas a quienes ostentan el poder les den el “derecho” de existir.
*Alfredo Suárez es coordinador de comunicación para América Latina de la Fundación Friedrich Naumann para la Libertad. Politólogo por el Tec de Monterrey y candidato a maestro en comunicación política por la Universidad Panamericana. Esta columna representa su punto de vista personal.




