Entender la vía negociadora | Opciones y decisiones por: Francisco Javier Chávez Santillán - LJA Aguascalientes
20/03/2025

Opciones y decisiones

Entender la vía negociadora

¿En dónde comienza el proceso negociador? Resulta innecesario afirmar que se remonta al inicio de la civilización. Probablemente una de las primeras luchas entre sapiens tuvo lugar en la primitiva guerra por el fuego, que los etnólogos y antropólogos resuelven pragmáticamente marcando un antes y un después: la era de la carne cruda como comida y la era de la carne cocinada al fuego. El asunto de importancia es el aprendizaje del uso del fuego; el siguiente, manipular esta tecnología, y el que continúa consiste en aprender a intercambiar este hallazgo. Este proceso, en el tiempo de la evolución, supuso trancos centenarios o aun milenarios para transitar de un estadio a otro.

Sin embargo, la más poderosa herramienta del sapiens es su capacidad de entender, es decir, ver más allá, de ver a lo profundo. La palabra latina originaria se compone de dos términos: intus, ‘lo profundo’, legere, ‘leer’, ‘entender’. Ante todas las pretensiones de fuerza bruta, de “mayor autoridad”, de gran acopio de poder sobre otros, siempre prevalece la capacidad de ver con la inteligencia. El español acuñó desde la indagación filosófica la palabra intelección, que el inglés produjo como insight, ‘vista-dentro’. En realidad, dos palabras que dan crédito absoluto al poder del pensamiento. Por cierto, una expresión humana que va más allá del tiempo y el espacio, los trasciende. No es material, aunque se exprese bajo estas dos coordenadas universales, pero se libera de ellas. Subsiste como fenómeno de la conciencia. Y esta intuye la naturaleza de las cosas.

Esta distinción primordial describe la diferenciación de planos en los que podemos graficar cualquier esquema de fuerzas o energías que se entrecruzan en el mundo, las físicas y las mentales. Las primeras son fácilmente demostrables según la dirección en la que son aplicadas (a favor o en contra), o bien, en fuga, evitándose. Las segundas, se comportan igualmente bajo el peso o la gravedad con los que operan, e igualmente evaden, se fugan, evitan el encuentro.

Ese campo en el que actúan las energías se describe como diálogo, intercambio y ya más formalmente como negociación. En donde la razón evidente para introducirla es que ni la violencia ni la presión unilateral del más fuerte ni la reducción forzosa del más débil son las mediaciones adecuadas para su completa resolución. Eventualmente, las cosas inertes o vivas de la naturaleza pueden chocar o colisionar, en la búsqueda de un nuevo equilibrio natural, cuyo resultado es meramente fortuito, pero una colisión o desacuerdo entre personas humanas no se resuelve satisfactoriamente, a no ser por el diálogo explicativo, esclarecedor y convincente de cómo y por qué las cosas suceden como finalmente terminan por ocurrir. A este estado problemático o de conflicto se aplican como medios adecuados los de una persuasión inteligente; este proceso racional y emocionalmente cargado es llamado negociación. Por ahora, bastaría comprender el punto donde comienza el proceso negociador y las razones fundamentales para invocar y aceptar su mediación. Por ello, encuentro útil la siguiente pregunta: ¿en dónde comienza el proceso negociador?

¿Y de cuándo a acá la venimos utilizando? La era Industrial, para el mundo contemporáneo, marca un hito decisivo: en efecto, el arranque de la Revolución Industrial, primero a nivel insular en Inglaterra, y luego a nivel continental en Europa, hacen imperioso el recurso al intercambio inteligente. No se trata de confrontarse animosamente contra un enemigo desconocido o, peor aún, superior en fuerza y poder de alcance. El nuevo sistema de medios de producción mercantil descubierto impone un escenario de fuerzas totalmente de diversa índole, y para entenderlo se involucraron los más perspicaces pensadores del tiempo.

Entre ellos, el economista y pensador alemán Karl Marx dio visos de grandes alcances y profundidad de conceptos. Para iniciar, redactó sus primeros grandes escritos hacia 1857-1858, que intituló Grundrisse, ‘borradores’, en los que sembró los conceptos fundamentales que posteriormente desarrollaría en su magna obra El Capital, cuyo primer tomo se publicó en 1859, bajo el título de Contribución a la crítica de la economía política. Y es precisamente debido a la generación del concepto axial -para la economía- de valor, y describir su base cosificada como mercancía capitalista, que se aventura en explicar las leyes de la producción, inicialmente del trabajo vivo (sujeto a seres humanos), de la circulación mercantil (cuya función principal es la del intercambio con otras), del mercado del capital (no hay apropiación de valor sin un pago relativo por el trabajo), en sus diversas formas: ya sea primariamente mercantil, luego dineraria, luego bancaria o de acumulación (leyes que no quedan al arbitrio del poseedor del capital, sino al poder material de comparación entre valores determinados, por eso es un sistema); más evolucionada aún como capital financiero, y más sofisticadamente aún como capital global -representante universal de la riqueza nacional y mundial-, para describirlo en una gran instantánea, casi de caricatura. 

¿Por qué se impone enajenar algo por otra cosa? Lo central de esta magna contribución económica es enseñarnos que nada en el mundo de hoy existe sin el intercambio como mediación necesaria para distribuir equitativa y satisfactoriamente los bienes, valores y servicios indispensables para la sobrevivencia de la colectividad humana. En efecto, cada mercancía satisface una necesidad vital, personal y/o social del gran colectivo humano, por ello el recurso a su intercambio. Dicho lo cual, nos topamos con una paradoja del Sistema Capitalista. El problema de fondo de este sistema mercantil-capitalista es que no fue concebido ni creado expresamente para satisfacer necesidades sociales o individuales de la humanidad, por mucho que esto pueda llamar a escándalo.

Ejemplo de elocuente ironía del imperativo a satisfacer necesidades, lo expone Marx en su Capital, cuando describe a un austero vendedor de biblias que va al mercado, y se encuentra con la imperiosa necesidad de satisfacer su hambre… ¿comerá una biblia? Obviamente, no. Con toda reverencia y dignidad, la somete a un valor relativo de mercado, y luego la intercambia por un alimento equivalente de su precio. SOlo así, el vendedor de biblias sacia su hambre. La Biblia se comparó ante comestibles, por un precio equivalente.

Y así, mutatis mutandis, los procesos del intercambio se van sucediendo en el mundo, no por libre concesión de sus portadores (träger), sino por las leyes inherentes al sistema mismo del que son elementos fundamentales. El dinamismo del vasto flujo mercantil que hoy abarca el mundo está regido por las normas fundamentales del sistema capitalista de producción. Y, para que este dinamismo fluya sin bloqueos, es preciso que intervenga el segundo plano más allá de lo físico y temporal: el campo de la conciencia humana.


Si no fuera así, el mundo entero sería el escenario de un determinismo económico tan absoluto como inamovible. Existe el poder de la inteligencia, de la libertad, de la voluntad humanas. Así, el mundo adquiere una semblanza de su múltiple y diversa realidad. Al interior de los continentes nos hemos configurado como países “libres y soberanos”, que con toda mesura y modestia nos debemos someter a las reglas económicas del intercambio. A esta nueva dimensión de los actos de enajenación y apropiación que sea inteligente le convenimos en llamar: negociación.

Y es en este punto que cerramos el círculo. Países hegemónicos -como otrora fueron los imperios coloniales, como simple extracción de la riqueza de otras naciones colonizadas-, hoy alcanzan esa hegemonía en razón de su ascenso al clímax de la acumulación del capital sobre muchos otros países, a lo que han añadido no solo dominio socio-político, sino el status de países centrales, por la gran confluencia de energías de capital financiero hacia su interior, y desde esa posición, han generado una dinámica de rectoría sobre los más débiles o menores, de ahí que adquieren la nueva nota de países dirigentes o potencias mundiales.

Estados Unidos de Norteamérica, Canadá y México son ejemplos prototípicos de esta relación internacional. Y aquí estamos en medio de una negociación ineludible cuyas derivas habrán de dibujar nuestro próximo futuro. Por ello, importa tanto elevar el plano de la inteligencia, la intuición, la conciencia por encima de las tramposas reducciones artificiales de conceder unos quid pro quo, que al final salgan más costosas que un simple intercambio mercantil. Allí está sobre la mesa: intercambiar “seguridad” -soldados- para ocluir la frontera sur de los Estados Unidos, por aranceles/impuestos puramente dinerarios o financieros, o la reducción del flujo de tráfico de las drogas hacia EUA contra exactamente la misma divisa dineraria/financiera pura, ¿cuál es el bien a intercambiar para México? Exactamente una neblinosa “no intervención” bajo amenaza. Y todo este esquema como divisa para reducir al interés hegemónico central-dirigente, el vigente tratado de libre comercio (T-MEC). Un tratado pactado para no cumplirse.

[email protected]


Show Full Content
Previous El huachicol creció en 117% en el sexenio anterior | Convicciones por: Rubén Aguilar Valenzuela
Next Estudiantes de Psicología diseñan plan de intervención para adultos mayores
Close

NEXT STORY

Close

La complicidad de la ignorancia / La Purísima… Grilla

28/02/2017
Close