- A sus 26 años, Francisco Javier Ramírez Barrientos, originario de Aguascalientes, ha vivido una transformación que no solo le devolvió su vida, sino que le brindó la oportunidad de construir un nuevo futuro. Su historia es un testimonio de lucha, resiliencia y segundas oportunidades, gracias al apoyo del Programa Reintegra, impulsado por la gobernadora Tere Jiménez.
Francisco comenzó a consumir sustancias a los 16 años, motivado por el deseo de encajar en un grupo. Lo que empezó como algo aparentemente inofensivo, terminó por arrastrarlo a un mundo donde poco a poco fue perdiéndolo todo.
“Al principio, las drogas parecían darme mucho. Trabajaba bien, incluso doblaba turnos. Pero con el tiempo, me fueron quitando más de lo que me daban”, recordó. Su vida personal se fracturó, perdió relaciones importantes y, en un punto, gastaba todo su sueldo en su adicción.
La situación se agravó al punto de alejarse de su familia y perder la conexión con su pareja. “Vivía para drogarme y me drogaba para vivir. Mi comportamiento cambió drásticamente: me aislé, tuve problemas con mi familia y terminé en lugares y situaciones que nunca imaginé”, confesó.
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Francisco reconoció que, en un inicio, no era consciente de que necesitaba ayuda. “Este es mi cuarto internamiento. Nunca me cansé de drogarme, pero sí me cansé de la forma en la que vivía. Me cansé de ser humillado, de sufrir y de hacerle daño a mi familia”.
Fue dentro del Programa Reintegra donde realmente comprendió la magnitud de su problema y tomó la decisión de cambiar. “Yo no conocía el programa, fueron mis papás quienes pidieron apoyo para mí. Al principio fue difícil, pero cuando uno está dispuesto a cambiar, está dispuesto a todo”.
Su proceso no ha sido sencillo, pero lo ha llevado a descubrir su fortaleza interior. “Me forjé un carácter, aprendí disciplina. Como todo, se sufre, pero le tomé aprecio a lo que estaba viviendo. Hoy valoro cada experiencia, porque me recuerda de dónde vengo y hacia dónde quiero ir”.
Después de 10 meses sobrio, Francisco se enfrenta a nuevos desafíos, pero con herramientas diferentes. Ahora, en lugar de recurrir a las drogas ante los problemas, busca refugio en el trabajo y en actividades que le ayuden a mantenerse enfocado.
“Antes, si tenía problemas, me drogaba. Si algo bueno me pasaba, también lo celebraba drogándome. Hoy, cuando tengo dificultades, busco una alternativa: me pongo a trabajar”.
El impacto del programa en su vida va más allá de su recuperación personal, pues ha reconstruido los lazos con su familia. “Antes peleaba mucho con mi papá, hoy lo considero mi mejor amigo. Me ha regresado la confianza que había perdido”.
Hoy, Francisco tiene metas y sueños que antes parecían inalcanzables. “Cuando estaba en malos pasos, quería ser alguien temido. Hoy, simplemente quiero seguir viviendo. Tengo sueños, metas a corto, mediano y largo plazo, y cada día hago méritos para alcanzarlas”.
Recomendó el Programa Reintegra a quienes están en una situación similar a la que él vivió. “Es un cambio drástico, pero posible. Me ha cambiado la vida, y estoy seguro de que puede cambiar la vida de muchas personas más”.
Francisco deja un mensaje para aquellos que aún dudan si pueden salir adelante: “Nunca es tarde para cambiar. Hay que luchar por lo que uno quiere”.