Lideremos a nuestra manera, y no como hombres
¿Por qué hay frases tan recurrentes que solo las mujeres recibimos cuando hablamos de éxito profesional? “Deja las emociones fuera de la mesa”, “Sé más asertiva”, “Deberías mostrar más carácter” o “Por algo son el sexo débil”. Y es que continuamente estamos expuestas a un sinfín de medios que quieren hacernos pensar que efectivamente necesitamos sus consejos baratos sobre cómo podemos ganar terreno en lo profesional, si aprendemos a hablar más fuerte o perfeccionamos nuestra postura. Pero no, lo siento. Esa no es la forma. La responsabilidad de cerrar la brecha de género en el éxito profesional es nuestra, de las mujeres.
A las mujeres no nos distingue un estilo de liderazgo, ni una personalidad concreta. Ni tampoco necesitamos apropiarnos de un estilo masculino para ser exitosas. Y aunque los retos a los que nos enfrentamos en puestos de liderazgo son precisamente la falta de confianza en nuestra capacidad, la construcción de alianzas y el síndrome del impostor, estos aspectos pasan por alto las estructuras patriarcales que restringen y nos estereotipan, heredándonos las culpas de las deficiencias de la sociedad en que vivimos.
No es nuestra responsabilidad que la sociedad nos trate igual que a los hombres: es responsabilidad de las empresas y de quienes ocupan posiciones de liderazgo y tienen poder de decisión para tratarnos como tal; son quienes pueden romper con las suposiciones y borrar los prejuicios que las mantienen.
Cuando escuchamos el término liderazgo, en nuestra mente surgen palabras como decisión, autoridad, seguridad, determinación, racionalidad, independencia y competitividad. Del mismo modo, al añadirle el adjetivo femenino, es posible que aparezcan otras como empatía, asertividad, comunicación y emociones.
Y esto gracias a que gran parte de la publicidad sigue siendo de género, y debilita nuestra imagen al utilizar solo calma, felicidad y colores pasteles en los anuncios. Mientras que en la de los hombres se muestran todos serios, oscuros y eficientes. Que nos describan como comfort, breeze primaveral y suave, mientras que ellos sean todo turbo, power y the King.
Este tipo de mensajes me causan ansiedad en más de un sentido, ya que genera ciertas expectativas y características que la sociedad espera que los hombres cumplan. Y ya que vivimos bombardeados por estos mensajes, no nos extraña que los estereotipos de género sigan siendo tan frecuentes en las posiciones de liderazgo.
En la industria publicitaria, la mayoría de los directores creativos son hombres y claro, esto tiene consecuencia en todos los niveles. Si el único género representado es el masculino, se pierde la visión real de los estereotipos de género, no se perciben los matices y por lo tanto no se erradican. Además de que se alimenta la discriminación, nuestras normas sociales cambian y nos será muy, pero muy difícil acceder a esos puestos de opinión y decisión para romper los círculos viciosos.
No está por demás decir que todo esto provoca que nos vean como líderes menos asertivas o más inseguras. Nos hablan desde una perspectiva masculina e intentan explicarnos en cada anuncio, comercial, reel o tiktok lo que somos y nos dicen siempre lo que “tenemos que ser”. Somos dulces y empáticas. Pero deberíamos ser valientes, seguras y atrevidas para convertirnos en lo que esperan de nosotras: líderes más parecidas a los hombres.
Es como si el único tipo de liderazgo que las empresas necesitan o requieren sea aquel con rasgos masculinos: agresivo, duro, autoritario, pero cuando las mujeres somos así, en automático pasamos a ser las mandonas y difíciles.
Creo que lo que debe cambiar es la percepción de las cosas: no todos los hombres tienen una capacidad innata de liderazgo, ni todas las mujeres son el prototipo de líder ideal. El liderazgo y el éxito pueden tomar muchas formas.
Solo cuando los sectores privilegiados entiendan de dónde proviene su privilegio y qué efecto tiene en la sociedad, podremos lograr el cambio. Por eso, a cada mujer que se sienta en una silla de poder en una empresa en este país le digo: dense la oportunidad de contratar a más mujeres. Ampliemos nuestros alcances, rompamos prejuicios, una mujer con voz es una mujer fuerte, pero la búsqueda para encontrarla puede ser difícil, hagamos que nuestros propios procesos de éxitos sean tan demoledores que a nadie le quede duda de lo que somos.




