Mucho se ha destacado la cabeza fría que mantiene Claudia Sheinbaum ante las amenazas de la administración de Donald Trump, el gobierno mexicano no ha cedido ante las presiones que todos los días demandan que México responda de una manera más agresiva a las exigencias del presidente estadounidense, sin esperar los resultados, esas mismas voces señalan la debilidad de la presidenta, la acusan de haberse doblado y mantienen las críticas en un ámbito personal, sin relación alguna con el desempeño del gobierno.
Las críticas de los adversarios recalcitrantes del oficialismo no han hecho mella alguna en la aprobación de Shainbaum Pardo entre la población, que es incluso mayor a la que había conseguido Andrés Manuel López Obrador. En poco tiempo, el entorno político y social permite a la presidenta desarrollar su personalísimo estilo personal de gobernar, en los hechos con diferencias cada vez mayores del proyecto del expresidente y sin necesidad del partido Movimiento de Regeneración Nacional.
Claudia Sheinbaum fue la elegida por López Obrador, la presidenta lo sabe y está aprovechando el momento para desarrollar un gobierno propio. Cada vez que puede reitera su lealtad y defensa al expresidente, con un discurso elaborado para que quienes aprueban su gestión no olviden por quién fue respaldada, mientras que en las giras de fin de semana y en las conferencias matutinas se gana al pueblo haciendo uso del sentimentalismo patriotero, cada vez que puede destaca las virtudes de los mexicanos, fomenta la idea de que nadie nos puede ver de arriba para abajo y que somos el mejor país del mundo.
No importa cuál sea el anuncio, iniciativas de ley, reestructuración de PEMEX, entrega de apoyos… La presidenta siempre aprovecha algún momento para exacerbar el nacionalismo y, así, granjearse más seguidores. El ejercicio del poder de Claudia Sheinbaum cada vez depende menos de la estructura partidista; en poco tiempo la presidenta no necesitará de Morena y, sobre todo, la dejarán de afectar los escándalos del morenaje.
En ese contexto, las diversas facciones que buscan disputarle el poder a la presidenta han elegido dos rutas, la lisonja, como en el caso de Ricardo Monreal y Marcelo Ebrard, o bien unirse en torno a la figura de López Obrador para, por intermediación del hijo, lavar sus pecados y conformar un partido profundamente tradicional.
De facto, el proyecto de nación que tanto presume Morena ya está dividido, entre lo que realiza la presidenta y lo que el morenaje promete a sus seguidores. Morena no tiene visión de futuro, aunque tiene la oportunidad de conformar algo distinto no se atreve porque sigue ligado a las viejas formas de hacer política, su proyecto no se guía por ideales democráticos sino por usar el carisma de un líder para mantenerse en el poder, sus objetivos son cortoplacistas y pragmáticos.
Mientras que desde Palacio Nacional la presidenta desarrolla su estilo personal de gobernar y se deslinda de las herencias del expresidente, en Morena, a la sombra del hijo de López Obrador comienza un proceso de purificación para reunirse en torno a un proyecto próximo.
Morena está en manos de Luisa María Alcalde y Andrés López Beltrán, tienen la tarea de registrar a 10 millones de militantes, ese compromiso no es para con la presidenta Sheinbaum Pardo, que no requiere de esa militancia, es con miras a forjar un partido fuerte que pueda controlar a los múltiples caudillos locales con miras en las siguientes elecciones.
Antes que unirse en torno a un proyecto, el morenaje emplea al hijo de López Obrador para otorgar certificados de pureza. No por nada en las últimas semanas figuras políticas en problemas se han reunido con Andrés López Beltrán para recibir de sus manos la credencial que los acredita como morenistas.
Junto a López Beltrán han aparecido diversos personajes que se sienten obligados a demostrarle al pueblo bueno que son morenistas, desde fundadores del partido hasta nuevas adquisiciones de chapulines partidistas.
La credencialización de Morena no tiene como propósito respaldar al gobierno de la República sino demostrar que los afiliados siguen siendo fieles al movimiento lopezobradorista, porque este proceso se hace colocando en el centro a Andrés López Beltrán, ¿por qué un fundador de Morena, como insistió en presentarse Ricardo Monreal, tendría que renovar su filiación?, se entiende que expriistas como Alejandro Murat quieran presumir su afiliación justo cuando se encuentra en el ojo del huracán por los presuntos casos de corrupción durante su gestión en el Infonavit, ¿pero qué mensaje manda el diputado federal zacatecano?
El problema de esta campaña de credencialización es que, en el afán de conseguir fieles, el mecanismo propuesto por el hijo de López Obrador no tiene filtro alguno, basta la intención de presentarse como lopezobradoristas para ser purificados, lo que están aprovechando políticos como Cuauhtémoc Blanco, el exgobernador de Morelos múltiplemente demandado o el indefendible Rubén Rocha Moya, mientras que Omar García Harfuch y el general Ricardo Trevilla supervisan el despliegue de la Guardia Nacional en Sinaloa, el gobernador de Sinaloa se aferra a la tabla de salvación que le ofrece Andrés López Beltran.
Lo que está en duda no es si Morena conseguirá los 10 millones de militantes, sino las razones por las que el partido cree que el carisma es hereditario y para qué usarán ese supuesto poder.
Coda. En Aguascalientes no le va mejor a esa campaña de credencialización, las diferencias entre las cabezas de las tribus locales morenitas están ocupadas en la lisonja y el encubrimiento, como siempre, lo que menos les importa es la militancia.
@aldan