Cuando la justicia calla, la lucha se alza
“El feminismo no busca venganza, busca justicia. Pero si la justicia no llega, seremos la tormenta que derrumbe su impunidad.”
En el momento es la foto y en el momento es el tema, ¿pero realmente observamos un cambio? Once mujeres desaparecen, 63 son violadas y 18 son asesinadas diariamente en México. Esos son solo los casos que llegan a ser registrados. Pongámonos a pensar un minuto: si esos son los que se registran, ¿cuántos realmente ocurren?
México es un país violento y corrupto en el que cada caso se convierte en una cifra más: “Cincuenta muertes son una estadística; una sola muerte es una persona”. Generalizamos tanto la violencia que nuestro país esconde y acepta, que solo nos damos cuenta de un caso, en vez de todos los que se viven día a día.
El 8 de marzo se conmemora la lucha en la que millones de mujeres han participado a lo largo de los años. Se conmemora la resistencia para que se haga un cambio y esas cifras desaparezcan. Al ser un país machista y opresor, tendemos a ver lo que sucede como algo “normal”, sin darnos cuenta de que solo nuestro país lo permite.
¿Cuántas veces hemos escuchado a una madre quejarse de la pensión que no recibe, a nuestra abuela hablar de los golpes que le dio el hombre que amaba, a nuestras amigas contarnos cómo su novio las maltrataba? Y, sobre todo, ¿cuántas historias no hemos escuchado porque fueron silenciadas por miedo al patriarcado y a la sociedad?
Al hablar con una mujer de 60 años y con una de 16, te das cuenta de que ambas afirman que se sienten inseguras en las calles. Ambas te contarán historias de cuando eran pequeñas y las acosaron. La diferencia es que una, hoy, puede escribirlo; la otra, tuvo que callarlo.
Antes, en México, el 8 de marzo sí se celebraba, pero no existía visibilización sobre los problemas que enfrentamos. No fue sino hasta la década de los 2000 cuando se empezó a alzar la voz y a protestar contra todo lo que vivimos.
El choque generacional que proyecta el feminismo es inmenso. El pueblo asocia a las mujeres que marchan con la locura. Creen que todo lo que ven en las noticias es real. Se preocupan más por la pintura en una pared que por la violencia que sufrió la mujer que la pintó. Le dan más valor a un monumento que a la vida de las mujeres.
Nos damos cuenta de que, para la sociedad y el gobierno, un muro significa más que las vidas arrebatadas, ¿cómo quieren que protestemos “pacíficamente” si, cuando lo hacemos, y llegamos a la fiscalía, nos dicen que no pueden atender nuestro caso porque el encargado “salió a desayunar”? Si cada vez que una mujer alza la voz, la callan y le arrojan la palabra “feminazi” a la cara.
Parece que solo cuando se les plantea una situación hipotética, usando como ejemplo a su hija o su madre, logran mostrar un mínimo de empatía; sin embargo, no consideran que, si nada cambia, ellas también podrían convertirse en parte de la estadística.
Los medios se encargan de mostrar el movimiento como puro caos y destrucción; no obstante, quienes marchamos año tras año sabemos que no es así. En la marcha, se construye un espacio seguro para que las mujeres expresen lo que la sociedad no quiere ver.
El 75% de la cobertura mediática nos presenta como violentas. El 60% del discurso gubernamental utiliza la lucha como propaganda. El 85% de quienes asisten afirman que las marchas son pacíficas, pero el 70% reporta represión o minimización por parte de las autoridades.
Es fundamental analizar críticamente la información y visibilizar el verdadero propósito de estas manifestaciones: exigir derechos y justicia para las mujeres en México.
Hoy no escribo esto para que cambies tu ideología ni para que modifiques tu criterio, sino para que empatices y entiendas por qué es importante que esta lucha siga en pie. Recordemos que “la lucha feminista no es contra los hombres, es contra un sistema que nos hace menos a todos”.




