Un potente sismo de magnitud 7.7 sacudió el centro de Myanmar y se extendió con fuerza hacia Tailandia, India, China y Vietnam. Las consecuencias han sido severas: más de 150 personas fallecidas y más de 730 heridas, una cifra que continúa en aumento a medida que avanzan los trabajos de rescate y se obtiene mayor información de las zonas afectadas.
El epicentro del terremoto se ubicó a escasa profundidad, lo que intensificó su efecto destructivo. Fue el más fuerte registrado en Myanmar en al menos un siglo y provocó réplicas de hasta 6.6 grados de magnitud. Las ondas sísmicas llegaron hasta la capital tailandesa, Bangkok, ubicada a más de 1,000 kilómetros de distancia, donde un rascacielos en construcción colapsó parcialmente.
Escenas de caos y solidaridad en Myanmar
En Naypyidaw, capital de Myanmar, la situación fue particularmente crítica. Las imágenes difundidas muestran edificios agrietados, carreteras abiertas por grietas profundas y personas atendidas en exteriores por falta de espacio o condiciones adecuadas en los hospitales. La entrada del principal hospital colapsó, y médicos, voluntarios y civiles con conocimientos en primeros auxilios trabajaron sin descanso para estabilizar a los heridos.
Un funcionario del hospital describió la zona como una “escena de víctimas en masa”. A lo largo del fin de semana, cientos de personas llegaron con heridas de diversa gravedad, obligando al personal médico a improvisar espacios de atención y utilizar recursos limitados para salvar vidas. Varios médicos relataron no haber enfrentado una situación similar antes. A pesar del agotamiento, se mantuvieron firmes en sus labores, asistidos también por ciudadanos voluntarios.
En Mandalay, una de las regiones más golpeadas, los daños estructurales incluyen el colapso parcial de edificios históricos, como pagodas milenarias, y puentes en zonas rurales. Las labores de rescate continúan mientras se reportan comunidades incomunicadas debido al colapso de infraestructura básica.
Tailandia: una respuesta inmediata ante una tragedia compartida
En Bangkok, la sacudida provocó el derrumbe de un rascacielos de 23 pisos en construcción, donde al menos nueve personas perdieron la vida y más de 100 quedaron atrapadas bajo los escombros. Testigos relataron escenas de pánico cuando, en cuestión de segundos, el edificio colapsó. Sobrevivientes hablaron de polvo, oscuridad y estructuras retorcidas bloqueando las salidas.
Las autoridades tailandesas movilizaron de inmediato equipos de rescate especializados, incluidos escuadrones militares, perros entrenados y maquinaria pesada. Hasta el momento, al menos 12 personas han sido rescatadas con vida. Las labores continuaron durante toda la noche, en un esfuerzo contrarreloj por salvar a los que aún podrían estar atrapados.
Según las autoridades sanitarias, más de 400 trabajadores se encontraban en el edificio al momento del derrumbe. La mayoría eran obreros tailandeses y birmanos. En hospitales de la ciudad, decenas de heridos fueron trasladados de urgencia, mientras otros fueron estabilizados en unidades móviles instaladas cerca del lugar del accidente.
Evacuaciones y réplicas en toda la región
La fuerza del sismo provocó evacuaciones preventivas en varias ciudades del sudeste asiático. En Vietnam y en algunas regiones del sur de China, residentes abandonaron edificios ante el movimiento telúrico. En la ciudad china de Ruili, en la frontera con Myanmar, se reportaron daños menores, pero la sensación de alarma fue compartida en varias localidades del continente.
En Bangkok, las imágenes de piscinas desbordándose desde los pisos altos de rascacielos y el vaivén de estructuras metálicas causaron temor entre la población. Oficinas y escuelas evacuaron sus instalaciones, y se suspendieron temporalmente actividades en varias zonas urbanas.
Una respuesta humanitaria en marcha
A pesar de los obstáculos logísticos, los esfuerzos humanitarios han comenzado a desplegarse. Organizaciones civiles y agencias internacionales han ofrecido asistencia, y varios países vecinos han anunciado el envío de ayuda. Se han establecido centros de acopio, mientras que hospitales y refugios han sido habilitados para atender a los desplazados.
Equipos médicos, personal de emergencia y voluntarios locales se han coordinado para proveer alimentos, agua y atención médica básica en las regiones más afectadas. Las comunidades han respondido con solidaridad, organizando cadenas de ayuda, campañas de donación y redes de apoyo para las víctimas.
En Naypyidaw, las imágenes de ciudadanos trabajando codo a codo con los equipos de rescate se han convertido en símbolo de una población dispuesta a apoyar, más allá de sus limitaciones.
Un desafío que apenas comienza
Los expertos advierten que el impacto total del terremoto tomará semanas, si no meses, en conocerse. Muchas de las zonas afectadas son rurales y de difícil acceso, lo que ralentiza los censos de daños y el reparto de asistencia. Además, la posibilidad de nuevas réplicas mantiene en alerta tanto a los servicios de emergencia como a la población.
Los esfuerzos de rescate siguen activos, mientras se siguen identificando las zonas prioritarias para el envío de ayuda. La tragedia ha puesto a prueba la resiliencia de las comunidades del sudeste asiático, pero también ha demostrado la capacidad de respuesta colectiva ante una crisis de gran escala.
Reconstrucción y esperanza
El terremoto que golpeó Myanmar y Tailandia ha dejado un rastro profundo de destrucción y pérdida. Sin embargo, también ha desatado una ola de solidaridad, organización y acción inmediata por parte de ciudadanos, profesionales de la salud, rescatistas y voluntarios.
A medida que las tareas de rescate avanzan y la ayuda internacional comienza a llegar, el reto ahora será doble: atender las necesidades urgentes y sentar las bases para la recuperación. Porque si algo ha quedado claro es que, incluso cuando la tierra tiembla, la respuesta humana puede ser firme.




