El gobierno de Estados Unidos ha decidido que la mejor forma de “proteger” su frontera sur es desplegando tropas, muchas tropas. En un movimiento que parece más digno de una operación militar en el Medio Oriente que de una gestión fronteriza, el Pentágono ha ordenado el envío de 3,000 soldados adicionales para reforzar la frontera con México, elevando la cifra total de efectivos a unos 9,000. Todo esto, claro, en cumplimiento del mandato del presidente Donald Trump, quien ha dejado claro que la migración irregular es un asunto de seguridad nacional y, por qué no, una “invasión” que amerita una respuesta bélica.
El secretario de Defensa, Pete Hegseth, siguiendo la línea de su comandante en jefe, anunció la incorporación de una Brigada Stryker, unidades de aviación de apoyo y soldados especializados en ingeniería, inteligencia y asuntos públicos. Y sí, porque nada dice “gestión migratoria” como vehículos blindados de 20 toneladas, equipados con ametralladoras y lanzagranadas, que han probado su eficacia en combates en Irak y Afganistán.
Los efectivos desplegados no se limitarán a patrullar la frontera, sino que asumirán funciones de apoyo a la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) en tareas como detección de migrantes y mantenimiento de la seguridad en los puntos de entrada. Eso sí, se ha insistido en que no participarán en operativos de deportación, aunque la frontera ya luce más como una zona de guerra que como un punto de cruce internacional.
Unilateralismo en su máxima expresión
Pero el ímpetu militarista de la Administración Trump no se queda en el simple despliegue de tropas. En una llamada con funcionarios de seguridad mexicanos, Hegseth dejó caer la posibilidad de acciones militares unilaterales en caso de que México no hiciera lo suficiente para frenar a los cárteles de la droga. Un gesto diplomático de lo más sutil que, como era de esperarse, provocó sorpresa e indignación en los altos mandos del país vecino. Porque, claro, nada como una amenaza de intervención para reforzar la relación bilateral.
Las declaraciones de Hegseth, reportadas por The Wall Street Journal, sugieren que el gobierno estadounidense está dispuesto a tomar medidas por su cuenta si considera que México no hace lo suficiente. Y aunque el Departamento de Defensa ha evitado hacer comentarios al respecto, el mensaje quedó claro: si no cooperan, actuarán.
El sello de la Administración Trump
Este despliegue militar en la frontera no es un hecho aislado, sino una pieza clave en la estrategia de Trump de diferenciarse de sus predecesores. A diferencia de administraciones anteriores, que optaban por medidas más limitadas o el uso de reservistas, esta Casa Blanca ha preferido la vía de la militarización completa, incluso cuando la situación en la frontera no presenta un aumento alarmante en el número de cruces.
El mensaje detrás de esta estrategia es evidente: la seguridad fronteriza ya no es solo un asunto de vigilancia civil, sino un frente de batalla que requiere tropas, blindados y aviación militar. Y si en el camino se tensan las relaciones con México o se socavan los principios diplomáticos, bueno, son daños colaterales.
Así, mientras Washington refuerza su frontera con un despliegue militar sin precedentes, las preguntas persisten: ¿Es realmente necesario tratar la migración como una amenaza bélica? ¿Qué efectos tendrá esta política en la relación con México? Y, sobre todo, ¿hasta dónde está dispuesto a llegar el gobierno estadounidense en su afán de convertir su frontera sur en un campo de operaciones militares?




