El Clausura 2008 marcó un capítulo oscuro en la historia del Club América, uno de los equipos más laureados del fútbol mexicano. Ese torneo, las Águilas tocaron fondo, terminando en el último lugar de la tabla general, un hecho que conmocionó a sus aficionados y al mundo del fútbol.
Los números de esa campaña fueron desastrosos: apenas 11 puntos en 17 partidos, producto de 3 victorias, 2 empates y 12 derrotas. La fragilidad defensiva fue evidente, con 27 goles en contra, mientras que la ofensiva apenas logró marcar 12 tantos. El equipo se mostró carente de ideas y solidez, incapaz de revertir la situación.
La debacle del Clausura 2008 fue el resultado de una serie de factores, incluyendo la inestabilidad en el banquillo. Daniel Brailovsky inició el torneo como director técnico, pero fue destituido ante los malos resultados. Su lugar fue ocupado por Rubén Omar Romano, quien tampoco pudo enderezar el rumbo del equipo por lo que finalizó el certamen Juan Antonio Luna.
A pesar del desastroso desempeño en la Liga MX, el América sorprendió en la Copa Libertadores de ese año. El equipo logró avanzar hasta las semifinales, dejando en el camino a rivales de la talla de Flamengo y Santos. Esta dualidad entre el rendimiento en la liga local y el torneo continental generó un contraste desconcertante.
En las semifinales de la Copa Libertadores, el América se enfrentó a Liga Deportiva de Quito, que a la postre se coronaría campeón del torneo. Las Águilas cayeron eliminadas, pero dejaron una grata impresión en el torneo continental, demostrando que tenían el potencial para competir a nivel internacional.
El Clausura 2008 quedó grabado en la memoria de los aficionados del América como un recordatorio de que incluso los equipos más grandes pueden atravesar momentos difíciles. Sin embargo, también sirvió como un punto de inflexión, impulsando al club a realizar cambios profundos y a recuperar su grandeza en los torneos siguientes.
