Estados Unidos ha confirmado la reaparición de la gripe aviar H7N9 en una granja avícola en Mississippi, el primer caso de esta cepa desde 2017. En un guion que parece sacado de una serie interminable de desastres epidemiológicos, el país ya estaba batallando con la gripe H5N1 cuando este nuevo brote decidió sumarse a la fiesta. Y no es un invitado cualquiera: con una tasa de mortalidad cercana al 40 % en humanos, el H7N9 es, según la OMS, una de las cepas más letales detectadas hasta ahora.
El brote fue identificado en una granja comercial con más de 47,600 pollos en el condado de Noxubee, Mississippi. Como es protocolo en estos casos, la solución inmediata fue sacrificar a todas las aves afectadas. Un sacrificio que, más allá del impacto sanitario, vuelve a golpear a la industria avícola en un contexto de precios de alimentos por las nubes. Con la inflación ya haciendo estragos en los bolsillos estadounidenses, esto solo agrega leña al fuego.
Un virus con historial y un gobierno con amnesia selectiva
Para quienes aún no tienen el álbum completo de la gripe aviar, la cepa H7N9 no es nueva. Detectada por primera vez en humanos en 2013, ha infectado a más de 1,600 personas y ha cobrado la vida de más de 600, según la FAO. Su potencial pandémico no es un chiste, pero lo que sí resulta una ironía es que mientras el virus sigue evolucionando, la respuesta gubernamental parece estar atrapada en un loop de improvisaciones.
No ayuda que desde la administración de Donald Trump se hayan suspendido diversos informes epidemiológicos. Porque, claro, si no se habla de un problema, este mágicamente desaparece, ¿verdad? La falta de transparencia ha sido señalada como un factor que aumenta el riesgo de una crisis sanitaria mayor. Expertos en salud pública han advertido que sin un monitoreo riguroso y una comunicación clara, el H7N9 podría convertirse en una amenaza mayor de lo que ya es.
No solo pollos: los bovinos también están en la ecuación
Si la presencia del virus en aves ya era preocupante, su salto a los mamíferos ha puesto en alerta a la comunidad científica. En EE.UU., la gripe aviar H5N1 ya se ha detectado en ganado bovino, con casos confirmados de transmisión a humanos. Aunque, por ahora, todas las infecciones humanas registradas han sido resultado del contacto directo con animales enfermos, el temor de que el virus mute y logre transmitirse de persona a persona sigue latente.
Para sumar más drama a la ecuación, Naciones Unidas ha advertido sobre el impacto económico de estos brotes. Desde 2022, más de 2,900 focos de gripe aviar han sido reportados en EE.UU., afectando tanto a aves domésticas como a mamíferos. Las consecuencias van más allá de la salud pública: el sector avícola enfrenta pérdidas millonarias, la seguridad alimentaria se ve comprometida y los consumidores terminan pagando el precio con alimentos más caros.
¿Hay un plan o seguimos esperando lo peor?
Frente a este panorama, la FAO y la OMS han instado a reforzar la vigilancia epidemiológica, mejorar la bioseguridad en granjas y considerar la vacunación como estrategia de mitigación. Sin embargo, la historia nos dice que las medidas suelen llegar tarde y con parches insuficientes.
El H7N9 y el H5N1 están aquí, y no parecen tener prisa por irse. Mientras tanto, los consumidores siguen viendo cómo los precios de los alimentos suben, los científicos cruzan los dedos esperando que el virus no logre mutar en algo peor y los gobiernos siguen debatiendo cuándo es el mejor momento para tomar en serio una crisis sanitaria. Porque, al parecer, la memoria es corta cuando se trata de pandemias.




