Si el comercio internacional fuera un bar, este sería el momento en el que Canadá tira el vaso al suelo y dice: “¡No más bourbon!”. En una maniobra que podría describirse como la versión diplomática de bloquear a un ex en redes sociales, Ontario decidió eliminar de sus estantes todas las bebidas alcohólicas estadounidenses, incluyendo el famoso whisky Jack Daniel’s. ¿La razón? Una represalia directa contra los aranceles del 25% impuestos por la administración Trump sobre productos canadienses.
Doug Ford, el primer ministro de Ontario, defendió la decisión con la convicción de quien lanza una granada y luego dice que no es nada personal. Según él, esto no es contra los estadounidenses de a pie, sino contra una política comercial que afecta la economía canadiense. Sin embargo, el CEO de Brown-Forman, Lawson Whiting, no lo ve así y califica la medida como “peor que un arancel” porque elimina sus productos por completo del mercado ontariano. Básicamente, Jack Daniel’s pasó de pagar impuestos a ser declarado persona non grata en Canadá.
Pero la represalia no se detiene ahí. Como si estuvieran tachando nombres de una lista negra, Ontario también anunció un impuesto del 25% a la electricidad exportada a EE.UU. y la rescisión del contrato con Starlink, el servicio de internet satelital de Elon Musk. Es decir, los canadienses han decidido que si van a sufrir económicamente, al menos lo harán con una copa de whisky local en la mano.
La movida ha causado indignación en el sector empresarial estadounidense, pero, curiosamente, no parece haber sido el golpe mortal para Jack Daniel’s. Whiting reconoce que Canadá representa apenas el 1% de las ventas de la compañía, por lo que pueden “aguantar el golpe”, aunque todavía están a la expectativa de lo que haga México, que representa un 7% de sus ventas y también ha sido afectado por los aranceles de Trump. Es decir, mientras el gobierno canadiense echa a perder la fiesta, Jack Daniel’s ya está viendo en qué otro país puede seguir sirviendo tragos.
Mientras tanto, el primer ministro Justin Trudeau no se anda con rodeos y dejó en claro que no permitirá que Canadá se convierta en el estado 51 de EE.UU. En un tono que podría ser digno de una película de resistencia, Trudeau declaró que Trump “está apaciguando a Rusia mientras inicia una guerra comercial contra Canadá”. ¿Exageración política o una estrategia de marketing para incentivar el patriotismo canadiense? Difícil de decir, pero lo cierto es que el boicot ha llegado más allá del whisky: los canadienses están evitando viajar a EE.UU., comprar productos estadounidenses e incluso han sugerido abuchear el himno estadounidense. Todo esto en un esfuerzo por demostrar que pueden prescindir de Jack Daniel’s… y de Florida.
Sin embargo, más allá del espectáculo diplomático, la medida también parece responder a un contexto de consumo cambiante. Brown-Forman ha venido enfrentando una disminución en la demanda de sus productos, lo que los ha llevado a despidos y cierres de instalaciones en EE.UU. Así que, aunque el gobierno canadiense le haya dado la patada a su whisky, la compañía ya venía tambaleándose de antes.
En conclusión, este no es solo un pleito comercial, sino un recordatorio de que las relaciones internacionales a veces se parecen demasiado a una mala resaca: cada decisión tiene sus efectos secundarios, y en este caso, parece que Canadá ha decidido cambiar de bebida para curárselos.




