La política mexicana nunca decepciona cuando se trata de espectáculos dignos de una telenovela. Esta vez, el protagonista es Silvano Aureoles, exgobernador de Michoacán, cuya administración ha terminado con varios de sus más cercanos colaboradores tras las rejas, mientras él, como todo buen villano de película, se encuentra prófugo de la justicia.
La Fiscalía Especializada en Materia de Combate a la Corrupción ha armado un caso digno de un manual de fraude gubernamental: peculado, operaciones con recursos de procedencia ilícita, asociación delictuosa y administración fraudulenta. Nada mal para un grupo que hace unos años ocupaba altos cargos en el gobierno estatal.
Entre los detenidos se encuentran figuras clave de la administración de Aureoles: Carlos Maldonado Mendoza, ex secretario de Finanzas; Mario Delgado Murillo, ex delegado de Finanzas de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP); Elizabeth Villegas Pineda, ex delegada administrativa de la SSP; y Antonio Bernal Bustamante, ex secretario de Seguridad Pública. Todos enfrentan acusaciones por un daño patrimonial que supera los 3,400 millones de pesos.
El modus operandi de esta red de desvío de recursos resulta casi una obra maestra de la ingeniería financiera gubernamental. La estrategia: rentar propiedades inexistentes para luego comprarlas a sobreprecio, disfrazándolo todo como inversión en seguridad pública. El plan se llevó a cabo con la empresa Inmobiliaria Dip, que, curiosamente, fue creada apenas en 2015 y recibió contratos millonarios por adjudicación directa. Un pequeño detalle que la Auditoría Superior de la Federación no dejó pasar: la inmobiliaria alquiló los inmuebles antes de ser dueña de ellos. Es decir, arrendaron aire.
Después de esta brillante maniobra, el gobierno de Aureoles decidió comprar los cuarteles—los mismos que ya había rentado—por montos estratosféricos. Algunos ejemplos: Apatzingán, 210 millones de pesos (con un sobreprecio de 76 millones); Zitácuaro, 220 millones (sobreprecio de 103 millones); y Lázaro Cárdenas, 294 millones (con un sobreprecio de 163 millones). En total, una danza de miles de millones en desfalcos.
El destino de los protagonistas
La justicia ha alcanzado a algunos, pero otros siguen con la habilidad de desaparecer en el momento oportuno. Carlos Maldonado Mendoza fue detenido en Estados Unidos y enviado de regreso a México, mientras que Mario Delgado Murillo y Elizabeth Villegas fueron aprehendidos en Morelia. Antonio Bernal Bustamante, aunque detenido, no aparece todavía en el Registro Nacional de Detenciones.
Y el gran ausente, Silvano Aureoles, sigue en calidad de prófugo. No está solo en su escape: exfuncionarios como Israel Patrón Reyes y Guillermo Loeza también han optado por el turismo forzado, con el primero presuntamente escondido en Guerrero y el segundo tomándose unas vacaciones indefinidas en Argentina.
Lo más irónico del caso es que Aureoles, en su momento, alertó que México se dirigía “a pasos agigantados” a convertirse en un narcoestado. Ahora, lo que parece es que su gobierno iba camino a convertirse en una inmobiliaria de lujo financiada con recursos públicos.
Prisión preventiva y lo que sigue
En una audiencia que se extendió por más de 18 horas, la jueza de control Patricia Sánchez Nava dictó prisión preventiva a los cuatro detenidos, quienes esperarán el desenlace de su situación legal en Santa Martha Acatitla y el Reclusorio Oriente. Sus abogados intentaron retrasar el proceso con argumentos variados, incluyendo problemas de presión arterial, pero la estrategia no funcionó.
La fiscalía, con pruebas en mano, insiste en que las irregularidades en los cuarteles de la Guardia Civil no fueron errores administrativos sino un plan deliberado para desviar fondos públicos. La audiencia final para determinar su situación jurídica se celebrará en los próximos días, aunque lo que ya es seguro es que la historia de corrupción en Michoacán tiene capítulos para rato.
Mientras tanto, el exgobernador sigue en paradero desconocido, probablemente afinando su estrategia de defensa o buscando el siguiente destino en su tour de fugitivos.




