Samsung Electronics ha decidido, al menos por el momento, no trasladar la producción de refrigeradores desde su planta en Gwangju, Corea del Sur, hacia México. Esta sorpresiva pausa en sus planes no provino de un comunicado oficial de la compañía, sino de una declaración del alcalde de la ciudad coreana, Kang Gi-jung, quien, en un arrebato de transparencia poco común en estos temas, compartió que un vicepresidente de Samsung le aseguró que el traslado “ya no está en vigor, por el momento”.
Si esto suena como un anuncio a medias, es porque lo es. Samsung, en su mejor estilo diplomático corporativo, evitó confirmar la información y se limitó a decir que monitoreará la situación y responderá con flexibilidad. O lo que es lo mismo: “hoy no, mañana quién sabe”.
El elefante en la habitación: los aranceles de Trump
El trasfondo de esta historia no es un misterio. Con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, la política de “America First” vuelve a agitar el tablero del comercio internacional. La administración estadounidense ha dejado claro que busca repatriar la producción de empresas extranjeras a suelo estadounidense, y no ha tardado en presumir que gigantes como Samsung y LG están reconsiderando su presencia en México.
El 4 de enero, la Casa Blanca publicó un comunicado en el que afirmaba que estas empresas estaban evaluando trasladar sus fábricas mexicanas a Estados Unidos, destacando la intención de “poner a los trabajadores estadounidenses primero y traer de vuelta la manufactura al país”. Como si los anuncios de política económica fueran trailers de una película de acción, el mensaje fue claro: las empresas que quieran vender en EE.UU. más les vale producir en casa, o al menos, no en la puerta de al lado.
México: el país que pudo haber sido (otra vez)
La decisión de Samsung no es un caso aislado. Desde finales de 2024, la empresa analizaba la posibilidad de mudar la producción de modelos antiguos de refrigeradores a México, específicamente a su planta en Querétaro. Esto generó expectativas en el país, donde la industria manufacturera sigue siendo un motor clave de empleo e inversión.
Sin embargo, la incertidumbre política y comercial ha frenado estos planes. El problema no es México en sí, sino la posibilidad de que un traslado implique sanciones o costos adicionales en el mercado estadounidense, que sigue siendo el principal destino de estos productos. Así que, entre un entorno económico volátil y las presiones arancelarias, Samsung ha optado por la opción menos arriesgada: quedarse donde está.
Samsung y su estrategia de “esperar y ver”
La postura de Samsung es, en muchos sentidos, un reflejo de la incertidumbre global. A diferencia de otras grandes compañías que han apostado firmemente por la relocalización, Samsung parece estar jugando una partida de ajedrez en la que cada movimiento debe ser cuidadosamente medido. La empresa ha dejado claro que no tomará decisiones apresuradas y que su estrategia se basará en “garantizar la estabilidad operativa” antes de comprometerse con cambios drásticos.
Mientras tanto, en México, las plantas de Querétaro y Tijuana siguen funcionando, pero sin los nuevos proyectos que muchos esperaban. Aunque el país sigue siendo un punto clave en la manufactura global, la volatilidad de las reglas del juego—especialmente cuando Trump está al mando—hace que incluso gigantes como Samsung prefieran pisar el freno antes de tomar decisiones definitivas.
En resumen, el traslado de Samsung a México ha quedado en el congelador. Y si algo nos ha enseñado la historia reciente, es que cualquier decisión empresarial puede cambiar con la misma rapidez con la que un tweet presidencial altera los mercados.
