Si alguna vez hubo una marca cuyo destino estuviera atado al ego de su fundador, esa es Tesla. Lo que comenzó como una empresa pionera en autos eléctricos, símbolo del progreso ambiental y la innovación, hoy se encuentra en un tobogán financiero que ni el más optimista de los inversores puede ignorar. La causa principal: Elon Musk, su director ejecutivo, quien ha cambiado la imagen de visionario tecnológico por la de agitador político, afín a los discursos de extrema derecha. Y los números no mienten: Tesla se hunde, y con ella, la fortuna de su creador.
El auto que pasó de ser ecológico a un símbolo MAGA
Tesla solía representar el futuro de la movilidad eléctrica, una alternativa limpia a los combustibles fósiles. Pero ahora, para muchos de sus compradores, se ha convertido en una especie de “gorra MAGA con ruedas”. No es broma. Garth Ancier, ejecutivo de televisión en Los Ángeles, relató que hace más de un año ya se sentía incómodo manejando su Tesla: “Es como conducir un gran sombrero rojo MAGA”. Y no está solo. Las dudas sobre la imagen que proyecta el auto han afectado las ventas.
Las cifras son demoledoras: en 2024, las ventas de Tesla cayeron un 1% a nivel global, mientras que el resto de la industria de autos eléctricos creció un 25%. En EE.UU., la caída fue del 7%, y en los primeros meses de 2025, ya acumula un 2% más de pérdidas. En Alemania, la debacle es peor: un desplome del 76.3% en las matriculaciones de Tesla. En China, el mayor mercado de vehículos eléctricos, la empresa vendió un 49% menos que el año anterior. ¿Crisis de mercado? En parte, sí. Pero no hay que ignorar el factor Musk.
Elon Musk: ¿Empresario o líder de ultraderecha?
Desde que Musk decidió hacer de la política su nuevo pasatiempo, el valor de Tesla ha ido cuesta abajo. Su apoyo a Donald Trump, su papel en la extrema derecha global y sus ataques constantes a la prensa y a sus críticos han transformado la percepción de su marca. Lo que antes era una empresa admirada, ahora es vista por muchos como una extensión de las ideas de su fundador.
Este giro ideológico le está costando caro. En solo seis semanas, las acciones de Tesla se desplomaron un 40%, anulando las ganancias obtenidas después de las elecciones de 2024. La empresa, que en diciembre pasado valía 1.5 billones de dólares, ahora apenas supera los 700 mil millones. Para Musk, acostumbrado a vivir en un culto financiero en el que los inversores le daban un cheque en blanco, esto es una llamada de atención.
Pero hay más. La caída de Tesla no es solo financiera. En las últimas semanas, sus tiendas y estaciones de carga han sido vandalizadas, algunas incluso con esvásticas pintadas con aerosol. El rechazo no viene solo de Wall Street, sino también de la calle.
Elon Musk y su “toque de Midas” inverso
Por si Tesla no tuviera suficientes problemas, las otras empresas de Musk tampoco están en su mejor momento. La red social X (antes Twitter) sufrió un “ciberataque masivo” el mismo día en que Tesla perdió 23 mil millones en valor de mercado. ¿Coincidencia? Musk, fiel a su estilo, insinuó que podría tratarse de un ataque orquestado por un “grupo coordinado o incluso un país”.
Mientras tanto, otras de sus apuestas empresariales siguen sin despegar. Neuralink, su empresa de implantes cerebrales, sigue siendo un experimento futurista con dudosas perspectivas comerciales. The Boring Company, que prometía revolucionar el transporte con túneles futuristas, se ha convertido en una anécdota de ingeniería poco práctica. Y SpaceX, aunque más estable, aún está lejos de ser un negocio con retornos garantizados.
En el caso de Tesla, la presión sobre los precios y la falta de innovación han provocado que sus autos pierdan valor de reventa. Los consumidores ya no ven la marca con el mismo entusiasmo. En 2022, el 22% de los compradores de autos consideraban seriamente comprar un Tesla. Hoy, esa cifra ha caído al 7%. La fidelidad a la marca se desvanece, y la idea de que Tesla era “el futuro” parece ser cosa del pasado.
¿Se puede salvar Tesla?
A pesar de la crisis, algunos fieles inversores de Musk aún creen en una recuperación. Los más optimistas apuestan a que la llegada del nuevo Model Y revitalice las ventas. Pero los analistas financieros no son tan indulgentes. Firmas como UBS ya han recortado las expectativas de crecimiento de Tesla y advierten que el precio de sus acciones estaba sobrevalorado.
El verdadero problema es que el futuro de Tesla está ligado a Musk, y Musk está más preocupado por la política que por la automoción. Su nuevo rol como asesor de Trump y su dirección del Departamento de Eficiencia Gubernamental (irónicamente apodado “DOGE”) han intensificado su protagonismo en Washington. Pero su influencia política podría volverse en su contra: Wall Street no tolera la incertidumbre, y Musk la genera en exceso.
El imperio Musk: ¿Se acerca el final?
Elon Musk ha jugado con fuego durante años. Su habilidad para manipular los mercados, vender promesas exageradas y mantener a los inversores en un ciclo de euforia especulativa le ha funcionado… hasta ahora. Pero la caída de Tesla podría ser la señal de que su burbuja está a punto de explotar.
Si el modelo de negocio de Musk se basa en la percepción, y esa percepción se desvanece, entonces su imperio está en peligro. Tesla sigue siendo una empresa valiosa, pero ya no es la única en la carrera de los autos eléctricos. BYD en China, Volkswagen en Europa y hasta Ford en EE.UU. están listos para arrebatarle el mercado que alguna vez dominó.
Musk siempre ha vendido la idea de que el futuro le pertenece. Pero tal vez, por primera vez, se está dando cuenta de que el futuro también puede alcanzarlo y pasarlo de largo.
