En teoría, el Cybertruck de Tesla iba a ser la camioneta indestructible del futuro. En la práctica, resulta que sus paneles exteriores vuelan como hojas al viento. Y no, no es una metáfora poética. Es un retiro masivo. Otra vez. Esta vez son 46,096 unidades afectadas, es decir, prácticamente todas las Cybertrucks vendidas desde su debut comercial en noviembre de 2023.
¿La razón? Un adhesivo estructural que suena más a proyecto escolar que a tecnología automotriz de punta. Este pegamento –frágil ante el medio ambiente– es el único que mantiene unido el panel exterior de acero inoxidable. Sí, ese mismo que Elon Musk prometió que resistiría hasta el apocalipsis. Spoiler: no resistió el viento.
Tesla ha declarado que se hará cargo del reemplazo de los paneles, claro, sin costo para el cliente. Pero hasta el 18 de marzo, la empresa aún no había solucionado el problema en producción. ¿La fecha tentativa para la reparación? El 21 de marzo. Así es: una empresa que planea colonizar Marte aún necesita tres días para pegar bien una pieza de acero.
Y esto no es un caso aislado. Este es el octavo retiro del Cybertruck en solo 15 meses. Los anteriores incluían desde molduras que se despegaban en la caja trasera hasta pantallas que fallaban, pasando por fallos en el pedal de aceleración. Si tuvieras que jugar a “encuentra la pieza que no falla en la Cybertruck”, perderías.
Mientras tanto, las redes sociales se llenan de videos virales de dueños mostrando parachoques colgantes, paneles arrancados a mano, y piezas ondeando en la autopista como si fueran banderas futuristas del fracaso. La NHTSA advierte que estos desprendimientos suponen un peligro real para otros conductores. Porque claro, nadie quiere que un trozo de acero inoxidable aterrice sobre su parabrisas a 100 km/h.
Por si esto fuera poco, el debut de la Cybertruck ya había tenido su propio “momento Kodak” en 2019, cuando Musk lanzó una bola de metal al cristal “blindado” del vehículo… y lo destrozó frente a todos. Años después, aún están vendiendo calcomanías conmemorativas del evento. Literalmente, monetizando su propia vergüenza.
La reacción del mercado ha sido tan predecible como el desprendimiento del panel: las acciones de Tesla han caído un 42% en lo que va de 2025. A esto se suma el creciente descontento con el propio Musk, cuya hiperactividad en temas políticos y su cercanía con figuras como Donald Trump no ha hecho más que polarizar aún más a los consumidores. Algunos protestan quemando estaciones de carga o vandalizando concesionarios con mensajes que asocian a Tesla con ideologías extremistas. Porque en 2025, hasta el vandalismo tiene narrativa de branding.
Y mientras los problemas mecánicos se acumulan, la competencia no espera: empresas chinas y fabricantes tradicionales de autos han lanzado sus propias camionetas eléctricas, con menos espectáculo y, por lo que parece, más tornillos. Incluso la reputación de Tesla como empresa innovadora se tambalea. Las fallas ya no son “accidentes de genio”, sino síntomas de una gestión que, quizás, está más ocupada escribiendo tuits que probando tornillos.
Aunque la empresa asegura que trabaja en una solución definitiva –y hasta promete innovaciones en su tecnología de baterías para reducir costos de producción–, el golpe de imagen es contundente. No solo porque más de 150 reclamaciones de garantía respaldan la gravedad del asunto, sino porque la narrativa de Tesla como sinónimo de excelencia tecnológica se deshace igual que su panel frontal a temperatura ambiente.
Tal vez sea hora de que Elon Musk, en vez de buscar hacer memes sobre inteligencia artificial o prometer colonias espaciales, regrese a su primer amor: revisar si sus autos están bien pegados.
