Una vez más, el destino del conflicto en Ucrania parece jugarse en una conversación telefónica entre los dos pesos pesados de la geopolítica mundial: Donald Trump y Vladimir Putin. Este martes, ambos líderes sostendrán su segunda llamada oficial desde que Trump regresó a la Casa Blanca, una charla que, si bien se presenta como el inicio de una posible tregua, levanta más preguntas que respuestas.
Trump, con su inconfundible estilo, anunció su esperada conversación mientras volaba en el Air Force One, sugiriendo que esta podría ser la gran oportunidad para poner fin a la guerra. “Veremos si tenemos algo que anunciar tal vez para el martes”, dijo, en lo que suena más a un tráiler de una serie de Netflix que a una negociación de alto nivel. Putin, por su parte, también confirmó la llamada, aunque sin adelantarse a los acontecimientos—como buen estratega, prefiere que el guion se desarrolle según sus propios términos.
¿Negociaciones de Paz o Acuerdo de Reparto?
El elemento más llamativo de estas discusiones no es la posibilidad de una tregua, sino la narrativa que la rodea. Trump ha hablado de “dividir ciertos activos” y “discutir sobre tierras”, lo que suena menos a una negociación de paz y más a una reconfiguración geopolítica donde Ucrania ni siquiera tiene un asiento principal en la mesa.
El enviado especial de EE.UU., Steve Witkoff, ha viajado a Moscú para reducir las diferencias con Putin y alinear detalles. Sin embargo, las condiciones que Rusia pone sobre la mesa son difíciles de aceptar para Kiev: reconocimiento del control ruso sobre los territorios ocupados, el abandono del sueño ucraniano de ingresar a la OTAN y, como guinda del pastel, un cambio de gobierno en Ucrania. Es decir, Moscú no solo quiere un cese de hostilidades, sino garantías de que Ucrania quede políticamente neutralizada.
Por su parte, Ucrania no se ha quedado callada. Volodímir Zelenski ha aceptado la propuesta de alto el fuego de 30 días impulsada por Estados Unidos, pero exige garantías de seguridad y el despliegue de una fuerza de paz para supervisar la tregua. Sin embargo, el papel de Ucrania en estas negociaciones parece más el de un espectador incómodo que el de un actor central en su propio destino.
Europa Observa con Recelo
Mientras Trump y Putin juegan su partida de ajedrez, los aliados europeos observan con una mezcla de escepticismo y preocupación. No es ningún secreto que Trump ha mostrado afinidad por Putin en más de una ocasión y ha adoptado una postura dura contra Zelenski. La posibilidad de que Washington haga concesiones significativas a Moscú despierta temores en la Unión Europea, que ha sido un pilar clave en el apoyo a Ucrania desde que comenzó la invasión en 2022.
La reunión de líderes occidentales organizada recientemente en Londres dejó en claro que Europa no está dispuesta a quedarse de brazos cruzados. Si bien apoyan la paz, advierten que cualquier acuerdo que favorezca desproporcionadamente a Rusia podría significar una victoria estratégica para Putin, legitimando la ocupación de territorios ucranianos y debilitando la posición de Occidente en futuras crisis.
¿Una Paz Duradera o un Respiro Táctico?
El punto central de estas negociaciones es la definición de la paz que Trump y Putin están dispuestos a alcanzar. Para Washington, lograr un alto el fuego puede significar una victoria política para Trump, quien ha prometido resolver la guerra de Ucrania “en 24 horas” si es reelegido. Para Putin, una tregua puede representar una oportunidad para consolidar sus ganancias territoriales sin la presión inmediata de nuevos frentes de batalla.
Sin embargo, las señales de desconfianza persisten. Trump ha mencionado en términos vagos la posibilidad de imponer sanciones económicas a Rusia si no hay avances en las negociaciones, pero hasta ahora ha evitado condenar la invasión rusa. Por otro lado, Putin ha dejado claro que cualquier alto el fuego debe venir acompañado de concesiones significativas por parte de Ucrania.
Mientras tanto, sobre el terreno, la guerra sigue activa. La región de Kursk ha sido escenario de recientes enfrentamientos, con ataques de drones de ambos bandos y una ofensiva ucraniana que aún no logra cambiar la balanza a su favor. En el este de Ucrania, la población civil sigue soportando la devastación de un conflicto que ya se ha prolongado demasiado.
Un Acuerdo con Mucho Ruido y Pocas Certidumbres
El resultado de la llamada entre Trump y Putin sigue siendo incierto, pero lo que está claro es que cualquier acuerdo dependerá no solo de lo que se negocie en privado, sino de la presión que ejerzan los actores internacionales. El gran interrogante es si esta tregua será el primer paso hacia una paz duradera o simplemente una pausa estratégica que sirva a los intereses de los dos líderes en el corto plazo.
Lo que es seguro es que, una vez más, el destino de Ucrania parece estar siendo decidido en conversaciones donde su voz no es la más fuerte. Para un país que lucha por su soberanía, esto no es un buen augurio. Y para el resto del mundo, queda la incómoda sensación de que la diplomacia internacional sigue operando más como un reality show geopolítico que como un esfuerzo genuino por poner fin a la guerra.
