Vuelta a 1984 | La Columna J por: Roberto Ahumada - LJA Aguascalientes
13/06/2025

La Columna J

Vuelta a 1984

“No se establece una dictadura para salvaguardar una revolución; se hace la revolución para establecer una dictadura”: George Orwell.

Estimado lector, nuevamente le saludo y le agradezco que lea esta columna y este gran medio de comunicación: LJA.MX. Nos encontramos en un momento verdaderamente complejo, tanto en las tesituras políticas, sociales, educativas como económicas. Retomar la reseña de una obra escrita en 1948, la cual advierte -de forma distópica- lo que sucederá con una dinámica de control, nos lleva a una introspección y a un análisis crítico.

Quiero compartir con usted una reseña que escribió un alumno al cual respeto profundamente por su amor y pasión por la lectura:

En 1945, el escritor británico George Orwell publicaría una de sus obras más importantes: una reimaginación de la Revolución Rusa contada con animales. Rebelión en la granja es una oscura fábula que busca advertirnos sobre el ascenso de regímenes autoritarios, utilizando como ejemplo a la Unión Soviética, reemplazando al gobierno con cerdos.

La novela narra el ascenso de los ideales comunistas, la revolución, el exilio de Trotsky y el cambio de una sociedad que buscaba un sueño utópico, para terminar en una pesadilla opresiva. A través de su narrativa, Orwell nos lleva por una oscura realidad en la que la ignorancia no les permite a los ciudadanos darse cuenta de que el gobierno en el que han confiado -sin cuestionamientos- no ha hecho más que abusar de ellos.

Lentamente, nosotros nos volvemos como ellos. Cada día, nuestras sociedades niegan el conocimiento y nos reflejamos aún más en los animales que protagonizan este relato. Nos volvemos ignorantes mientras nos vestimos con trajes de revolucionarios. La sociedad ha aceptado, de manera preocupante, la idea de que el conocimiento es opresión. Ahora nos encontramos, una vez más, en un punto vital para la sociedad humana: ¿nos permitiremos aprender de los errores de nuestra historia o ese muro siempre leerá “algunos son más iguales que otros”?
-Jesús Iván Torres del Río

Considero que hay algo que se debe tener en cuenta, me refiero a un punto de inflexión. En la actualidad, la sociedad está inmersa y completamente sobrepasada por las redes sociales y por un consumismo rampante que dirige los esfuerzos meritocráticos de la gran mayoría. Muchos gobiernos toman como letanía -y como manual de protocolo- las obras de Orwell. Particularmente, considero que el problema no radica en ellos: la política se ha desvirtuado y actualmente puede definirse como la peor versión de quien ostenta el poder, con la única finalidad de preservar el poder.


La gran responsabilidad recae en la mayoría de las personas, en la masa, en la oposición, pues ya es casi imperceptible una resistencia loable, un grupo o una persona que pretenda el equilibrio. El común denominador de las personas no hace nada hasta que algo sucede, y cuando algo sucede, lo peligroso es que no hay punto de retorno. No se puede regresar.

“En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario”.

Existe un punto dialéctico sobre la postura que se extiende y se va hilvanando: aunque el ser humano clame por libertad, está más que demostrado que la ambición humana sobrepasará cualquier enfoque de bien común o de justicia social. Existe algo en su esencia que se plasma también en la obra El señor de las moscas, del autor William Golding, quien por cierto ganó el Premio Nobel de Literatura en 1983. A donde volteemos los ojos de la historia, habrá traición al ideal y a las máximas expuestas en los imperativos categóricos.

Citaba Michel Foucault: “No leo tanto para no cambiar de opinión”. A lo que voy es que, sin duda alguna, los sistemas están diseñados para preservar cierto orden. No me imagino un mundo sin leyes, cuando la mayoría de las personas son injustas, ambiciosas, perversas y avariciosas. Es evidente que alguno sufre injusticia para compensar a otros. En el mismo tenor de ideas, los sistemas se construyen desde la parte más alta de la conformación social: ya sea montado en una obra faraónica, un coliseo, una religión, una corona, una empresa, una presidencia o una red social.

Las espigas de trigo, cubiertas de esperanza, se difuminan al canto de la revolución o de la rebelión. Los ojos no olvidan lo que el corazón ve. Es probable que nunca conozcamos la concepción más loable sobre cómo pudimos tener más orden, más justicia, más libertad.

Estimado lector, sin importar cuál sea el camino, es necesario tener pensamiento crítico; es inherente seguir creyendo en algo, aceptar la realidad que nos tocó vivir, pero -sin importar la opresión o la delimitación sistemática- siempre luchar y optar por lo mejor que pueda extender nuestra existencia.

En la loa de la libertad descansa el deber cumplido.
In silentio mei verba, la palabra es poder.


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